Volar con Berger
El poeta y la artista Marisa Camino dibujan 'C¨®mo crece una pluma'
Cuando ayer le preguntamos a John Berger qu¨¦ le preocupa del mundo que hay alrededor, el poeta ingl¨¦s estuvo 47 segundos pens¨¢ndose bien una respuesta.
No es una excepci¨®n. John Berger piensa como si estuviera esculpiendo una piedra. Se concentra, agita con sus manos gruesas de motorista de larga distancia el pelo blanco que hace a¨²n m¨¢s intensos sus ojos azules, luego se quita las manos de la cara cuarteada por sus ochenta a?os, y finalmente te mira como si se sorprendiera de que a¨²n estuvieras ah¨ª, esperando saber qu¨¦ le preocupa.
Su respuesta -como sus novelas, como su poes¨ªa, como su pintura, como su propia manera f¨ªsica de pensar- no es simple, e incluso surge indignada, como si hubiera ca¨ªdo sobre ¨¦l el tormento que ha visto desde que se ensimism¨®. Esos 47 segundos. As¨ª que levant¨® los brazos, se golpe¨® varias veces sus poderosas rodillas, y finalmente dijo: "La confusi¨®n de la gente, eso es lo que me preocupa. Las generalizaciones colosales". Y le preocupa el horror de la guerra, le hace gritar. Aqu¨ª, en este peri¨®dico, se ocup¨® hace unas semanas de buscar en el Guernica de Picasso los horrores actuales, y esta noche, en el C¨ªrculo de Bellas Artes, leer¨¢ sus textos sobre los horrores que padece el pueblo palestino, por ejemplo.
John Berger es un amante de la vida, del queso, del vino; viaja como si llevara pan en las manos
"La confusi¨®n de la gente, eso es lo que me preocupa. Las generalizaciones colosales"
"?Yo no puedo ser un espectador! Cuando escribo sobre el horror de la guerra de 34 d¨ªas en L¨ªbano, propiciada por el Estado de Israel, o cuando escribo sobre el horror en Gaza..., no puedo ser un espectador del horror, me siento parte de la gente que lo padece, que sobrevive all¨ª, que intenta encontrar alg¨²n sentido a este absurdo... Pienso en sus vidas, en sus heridas, en sus muertes".
Tiene ochenta a?os, y resulta obvio que no lo parece. Y es la primera vez que expone en Madrid sus dibujos; su pintura es exigente, como ¨¦l mismo; no cuesta trabajo imaginarlo, concienzudo, casi obsesivo, buscando entre las im¨¢genes de su mente lo que luego es una voluta, ?o incluso un florero! Es un amante de la vida, del queso, del vino; viaja como si llevara pan en las manos, y a veces hace miles de kil¨®metros, con su moto, a trav¨¦s de Europa, para compartir un pulpo con un amigo en cualquier monta?a.
Esta vez ha venido en pos de una amiga, Marisa Camino, artista madrile?a que le conoci¨® en 1992. Ella casi no habla ingl¨¦s, o eso dice, pero desde entonces han venido comunic¨¢ndose como si volaran sus dibujos. El fruto de esa relaci¨®n se puede ver desde hoy en el C¨ªrculo y se titula C¨®mo crece una pluma. Es una fascinante manera de trabajar. Ella lo explica: "Ha sido como un di¨¢logo con alguien cercano, con un amigo. Lo que fuimos haciendo yo no lo veo como un trabajo, sino como una relaci¨®n, as¨ª sali¨®". Como una carta. Y va por el aire. As¨ª la ve Berger, como una carta. "Todo empez¨® por el papel. Dibujar no empieza con unas marcas. Empieza con el papel. Y recuerdo a Marisa haciendo unos cortes sobre el papel. Cada papel tiene su propia personalidad. As¨ª que empezamos con un papel que nos habl¨® a los dos, o a uno solo. Luego, sobre ese papel, cada uno dibujaba, y nos lo intercambiamos. Volaron esos papeles, fueron por el aire; f¨ªjate, eso es lo que son: papeles que volaron. Despu¨¦s cada uno intervino sobre el papel de formas diferentes. Daba igual, a pesar del respeto, que al recibir el papel del otro uno lo rompiera en pedazos para salvar tan s¨®lo un trocito. O pod¨ªamos superponer otro papel encima del trabajo ajeno. O dibujamos encima del dibujo del otro. Quiz¨¢ como no ten¨ªamos un idioma en el que conversar nos inventamos este lenguaje".
Inventaron un idioma. Marisa Camino entiende ingl¨¦s, lo habla poco, o as¨ª parec¨ªa ayer a mediod¨ªa, cuando hac¨ªan un alto en medio de la laboriosa tarea de colgar, en la sala Minerva del C¨ªrculo, todos los cuadros de esta exposici¨®n. No era una tarea rutinaria, para ellos ten¨ªan que dialogar los cuadros, como dialogan los personajes de una novela, o como dialogan los cuadros de Goya o los dolientes del Guernica. O como si estuvieran montando una sinfon¨ªa. "La disposici¨®n de la exposici¨®n", nos dijo Berger, "es para m¨ª una composici¨®n musical". "Claro", dijo Marisa, "tiene que haber movimiento, m¨²sica". "?Exacto! Creo que hay una palabra clave, volar. Primero hubo los dibujos, luego los env¨ªos: ?un mont¨®n de papeles volando de un lugar a otro! Despu¨¦s pensamos en una exposici¨®n, que es algo as¨ª como un grupo de p¨¢jaros migrando juntos, y ahora surge la composici¨®n musical. Eso es p¨¢jaros, m¨²sica".
A Berger le gusta hablar como si encontrara piedras preciosas. "?No creo que sea una coincidencia que Marisa tambi¨¦n utilice plumas de ave y p¨¢jaros en sus trabajos!".Ahora Berger escribe una nueva obra, y mientras se detiene a pensar como si estuviera rasgando un papel, halla otra vez un sentido a lo que ha hecho con Marisa Camino: "F¨ªjate, para este libro que intento escribir voy a intentar hacer acrobacias a¨¦reas en un peque?o avi¨®n, con un amigo. Y esto que hacemos me ayudar¨¢ en el libro. Me acabo de dar cuenta, mientras estaba hablando contigo, Marisa, de que eso tambi¨¦n tiene relaci¨®n con nuestros dibujos. El vuelo, la acrobacia".
Se encontraron juntos, dice Marisa, en un punto misterioso. Est¨¢ claro: volando.
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