Avilantez del predicador
El respeto de las v¨ªctimas
Lo primero para los afiliados a la AVT es que se respeten. ?Est¨¢n seguros de hacerlo al ponerse en manos de un p¨¢nfilo lun¨¢tico como el se?or Alcaraz? Ese se?or ?es consciente del abrazo del osezno al que se expone al dejarse jalear por los predicadores de la Cope? ?Se puede hablar de radiofon¨ªa franquista a prop¨®sito de la retransmisi¨®n por la emisora de los obispos de la manifestaci¨®n en el barrio de Salamanca, en Madrid, del otro d¨ªa, donde a Jim¨¦nez Losantos le ca¨ªa la baba cada vez que constataba "la de miles de banderas nacionales, esto es, de Espa?a" que portaban los manifestantes? ?Es imprescindible que Irene Vila en su silla de ruedas desfile al frente de esa vociferaci¨®n correspondiendo al griter¨ªo maleducado con la satisfacci¨®n de una estrella sobre el escenario de asfalto? Etc¨¦tera.
La m¨¢s vociferante asociaci¨®n de v¨ªctimas del terrorismo se mece en lo m¨¢s indeseable de la derecha espa?ola, de ah¨ª que recurra a chistes tabernarios para manifestarse contra los socialistas
Una omisi¨®n grave
Por m¨ª como si se los folla un pez espada disfrazado de Albert Boadella, que lo har¨¢ tarde o temprano, pero ese alegre y desnudo muchacho que da la cara por Ciutadans Per Catalunya tiene una grave problema de desnudez moral al haber ocultado incluso a los suyos que milit¨® en el PP por alg¨²n tiempo, as¨ª que es tambi¨¦n de los que creen que la mentira o la ocultaci¨®n de la verdad resulta (le resulta) provechoso para medrar en pol¨ªtica. Y adem¨¢s parece bobo: esa clase de cosas se saben antes o despu¨¦s, seg¨²n convenga a otros. Siendo acaso mentiroso y est¨²pido, no acaba de verse qu¨¦ otras virtudes le adornan para esa colosal empresa de regeneraci¨®n pol¨ªtica de Espa?a que comenzar¨ªa montando la bronca en Catalunya para extenderse como una mancha de aceite por todas las comunidades hispanas que ignoran todav¨ªa el grado de abyecci¨®n al que han llegado por culpa de Zapatero. Nos importan las personas, vaya.
Silencio, se pinta
Ya no existen las noches hasta el amanecer en el Caf¨¦ Malvarrosa, y ni siquiera existe el Malvarrosa, y es cosa de magia que ni ¨¦l ni yo hayamos echado barriguita despu¨¦s de los centenares de miles de cervezas consumidas al hilo de una conversaci¨®n interminable. El es Guillermo Peyr¨® Roggen, un pintor que se enorgullece de su ex¨®tico origen noruego, y que es fiel a su estilo hasta la extenuaci¨®n, como puede verse en la muestra que nos regala en una afamada galer¨ªa valenciana. Que nadie espere alegr¨ªas de huerta en el rigor -un t¨¦rmino hoy tan en desuso- de unas l¨ªneas inconclusas que en vano tratan de eludir el marco que las abriga, porque as¨ª como Juan Benet dijo de Caneja que hab¨ªa que aguardar quiz¨¢s un lustro para advertir alg¨²n cambio de matiz en sus ocres abrasados, en Guillermo hay que estar muy atento para observar que las escaleras irresueltas conducen al espejo que se niega a reflejar algo distinto de s¨ª mismo. Sombras nada m¨¢s. Despojadas al fin de la arrogante avidez de la presencia humana. Pero no de su mirada.
Basta ya
Los peritos vocacionales en los asuntos relacionados con el 11-M, esos que vociferan por el esclarecimiento de toda la verdad dando por supuesto que el Gobierno la conoce tanto como la oculta, dan por supuesta una verdad alucinada seg¨²n la cual ETA, los socialistas y algunos servicios secretos habr¨ªan urdido la tragedia de Madrid a sabiendas de que producir¨ªa un vuelco electoral, asumiendo un pacto por el que el futuro gobierno se compromet¨ªa a rendirse ante los etarras. Ese endeble gui¨®n de pel¨ªcula tremebunda no es nuevo: todav¨ªa hay quien asegura que el 11-S neoyorkino fue una operaci¨®n de la CIA para dar manos libres a Bush en su lucha contra el mal isl¨¢mico. Pero algo falla en esa paranoia fingida cuando ETA y su entorno no hacen m¨¢s que entorpecer el proceso de paz, con la inconmensurable ayuda del PP. Esperemos, para seguir con las alucinaciones, que no se trate de una argucia de ETA para cometer una atrocidad alimentada por los populares para reconquistar la Moncloa.
El t¨²nel
Cada vez que oigo ladrar a los de la emisora de los obispos y a sus terminales digitales un escalofr¨ªo me recorre la espalda como cuando de ni?o escuchaba en la radio por la noche los recios acordes del himno que daba paso al parte nacional, aunque entonces se trataba de la esperanza de que al fin cesara esa musiquilla de victoria entre macarras y ahora es m¨¢s bien el temor a la ira simulada de unos predicadores de pacotilla que siembran el guerracivilismo entre vecinos y conocidos, as¨ª que hasta los cr¨ªos en el cole tienen muy buenos amiguitos con cuyos padres no se puede comentar nada en las fiestas de cumplea?os porque en tomando una cerveza se explayan sobre la traici¨®n socialista y ya en el ascensor, de vuelta a casa, callas como un cobarde ante el vecino por si te supone afecto.
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