Cultura de gobierno, cultura de oposici¨®n
Aunque pueda parecer una obviedad, es oportuno recordar que estar en el Gobierno es muy distinto que estar en la oposici¨®n. Conviene recordar esta verdad de Perogrullo a buena parte de los pol¨ªticos de este pa¨ªs, ya que tanto en la pol¨ªtica catalana como en el conjunto de la pol¨ªtica espa?ola, los unos y los otros, gobernantes y opositores, a menudo no parecen asumir las responsabilidades que les impone el inapelable veredicto de las urnas.
Esto tiene una relevancia particular en el panorama actual de la pol¨ªtica catalana. Ya con m¨¢s de un cuarto de siglo de autogobierno, con casi 24 a?os de los sucesivos gobiernos del nacionalismo conservador presididos por Jordi Pujol y con los tres ¨²ltimos a?os de gobiernos del catalanismo progresista presididos por Pasqual Maragall, parece que ya ser¨ªa hora que unos y otros, tanto los que est¨¢n en el Gobierno como los que se encuentran en la oposici¨®n, asuman con todas las consecuencias los papeles que en las circunstancias actuales les corresponde ejercer en la pol¨ªtica catalana. Todos desde el m¨¢s estricto respeto de toda la legalidad democr¨¢tica, el Gobierno desde el ejercicio de sus responsabilidades pol¨ªticas de gesti¨®n y tambi¨¦n desde el debido respeto a las voces discrepantes de la oposici¨®n, y ¨¦sta desde el necesario respeto a la legitimidad democr¨¢tica de quienes est¨¢n en el Gobierno y tambi¨¦n desde la labor de control de los gobernantes.
El Gobierno y la oposici¨®n tienen que asumir las responsabilidades que les corresponden por veredicto popular
No es bueno para el pa¨ªs que en el Gobierno surjan incidentes como los originados recientemente por quienes han intentado saltarse a la torera la legalidad vigente en el uso de s¨ªmbolos oficiales, en un penoso remedo de la guerra de las banderas cortado en seco, por suerte, por el presidente Montilla. Tampoco es bueno para el pa¨ªs que desde la oposici¨®n se cuestione la presencia institucional de la Generalitat en la conmemoraci¨®n del D¨ªa de la Constituci¨®n en el Congreso de los Diputados, sobre todo cuando a?os atr¨¢s fue habitual la presencia en dicha celebraci¨®n del entonces presidente Pujol. No es bueno para el pa¨ªs que surjan discrepancias p¨²blicas entre los tres socios del Gobierno de la Entesa en asuntos de gran trascendencia, pero tampoco es bueno para el pa¨ªs que la oposici¨®n exija que el Gobierno adopte decisiones a las que se oponen alcaldes y concejales del primer partido de la oposici¨®n.
Del mismo modo que gobernar no es estar en la oposici¨®n, estar en la oposici¨®n no es gobernar. As¨ª es, aunque pueda ser dif¨ªcil de asumir en la pol¨ªtica catalana despu¨¦s de casi un cuarto de siglo de gobernaci¨®n ininterrumpida a cargo de CiU y, por tanto, con casi un cuarto de siglo de estancia en la oposici¨®n por parte de los partidos de izquierdas. En democracia nadie tiene el patrimonio permanente y exclusivo del gobierno, aunque algunos parezcan ponerlo en duda. Del mismo modo, quienes asumen responsabilidades de gobierno deben ser conscientes de todo cuanto comportan estas nuevas responsabilidades pol¨ªticas, no s¨®lo en la exigencia de cumplir y hacer cumplir siempre toda la legalidad vigente, incluso en aquello con lo que se puede discrepar, sino tambi¨¦n de ejercicio coherente y riguroso de la autoridad democr¨¢tica, con todas sus consecuencias.
Por suerte, en la pol¨ªtica catalana no hemos llegado a los niveles de crispaci¨®n imperantes en el conjunto de la pol¨ªtica espa?ola sobre todo despu¨¦s de las elecciones legislativas del 14-M. El Gobierno y la oposici¨®n deben esforzarse en que no se instale tambi¨¦n en Catalu?a la terrible din¨¢mica de la crispaci¨®n, impuesta en la pol¨ªtica espa?ola por un PP que sigue siendo incapaz de asumir su derrota electoral. CiU, con un historial democr¨¢tico inequ¨ªvoco, no puede dejarse llevar por el radicalismo escasamente democr¨¢tico de quienes de resisten a aceptar la absoluta legitimidad de un Gobierno de la Generalitat que responde a todas las exigencias democr¨¢ticas. Y el Gobierno de la Entesa tambi¨¦n debe rehuir la tentaci¨®n del radicalismo resistencialista de aquellos que siguen empe?ados en la pr¨¢ctica de algunas pol¨ªticas que no se compadecen con el ejercicio responsable de la gobernaci¨®n de un pa¨ªs.
Con un nuevo Estatuto que reconoce a Catalu?a competencias y dotaciones econ¨®micas jam¨¢s alcanzadas hasta ahora y muy superiores, sin duda alguna, a las de otros pa¨ªses sin Estado, se abre en nuestra historia un periodo decisivo, de grandes potencialidades. La ciudadan¨ªa tiene el derecho a exigir que tanto el Gobierno como la oposici¨®n, desde sus respectivas pluralidades, asuman en plenitud las responsabilidades que les corresponden por veredicto popular.
Jordi Garc¨ªa-Soler es periodista.
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