La ¨²ltima oportunidad de Bush
Aunque el detonante ha sido la necesidad de concebir una estrategia para salir del atolladero de Irak, el desalentador informe del Grupo de Estudios sobre Irak es una cr¨ªtica devastadora de toda la pol¨ªtica exterior del Gobierno de Bush. El informe pone en tela de juicio los principios fundamentales de una Administraci¨®n que ha trabajado guiada por la fe y de un presidente cuyo evangelio pol¨ªtico le hizo alejarse por completo de la cultura de la resoluci¨®n de conflictos para emprender una cruzada basada en la pura fuerza.
No poder terminar una guerra es, a veces, peor que perderla. Por consiguiente, el informe sobre Irak es m¨¢s que un plan para salvar el pa¨ªs es una hoja de ruta para sacar a Estados Unidos del caos de una guerra imposible de ganar. Por mucho que el Grupo de Estudios haya rehuido hacer recomendaciones de retirada precipitada y haya evitado calendarios exactos para el repliegue, su informe no s¨®lo es un rechazo inequ¨ªvoco de la obsesi¨®n de Bush por "mantener el rumbo", sino que aconseja salir corriendo.
La verdad es que no es realista pensar que el ej¨¦rcito y la polic¨ªa iraqu¨ªes pueden asumir las responsabilidades de combate ni el mantenimiento del orden a corto plazo. Todo el aparato de seguridad en Irak est¨¢ corrupto e infiltrado por los rebeldes. Tampoco est¨¢ claro hasta qu¨¦ punto siguen creyendo los iraqu¨ªes en la idea de un Irak unido por el que merece la pena luchar. El informe pr¨¢cticamente exige que cese por completo el apoyo al Gobierno iraqu¨ª si ¨¦ste no asume sus responsabilidades.
Ninguno de los problemas de Oriente Pr¨®ximo tiene soluci¨®n militar, y ninguno puede solucionarse mediante acciones unilaterales. Por tanto, el informe tiene raz¨®n cuando rechaza la insistencia de Bush en descartar a Ir¨¢n y Siria como interlocutores para lograr un orden regional m¨¢s estable. Ir¨¢n es el pa¨ªs que m¨¢s influencia tiene dentro de Irak, y Siria se ha convertido en un cruce de caminos fundamental para la circulaci¨®n de armas e insurgentes hacia el campo de batalla iraqu¨ª. Es sencillamente imposible que Irak se estabilice mientras Estados Unidos no cambie su pol¨ªtica en relaci¨®n con estos dos grandes aguafiestas regionales y pase de ignorarlos a negociar con ellos.
Es decir, el informe constituye un rechazo a toda la filosof¨ªa del eje del mal de Bush. Se niega a atribuir al herm¨¦tico Estado iran¨ª una rigidez ideol¨®gica que tal vez no es cierta. De hecho, Ir¨¢n ha demostrado su capacidad de comportarse con un pragmatismo asombroso en m¨¢s de una ocasi¨®n: por ejemplo, en la relaci¨®n con Israel y Estados Unidos durante su guerra contra Irak en los a?os ochenta y cuando ayud¨® a los estadounidenses en la guerra contra los talibanes en Afganist¨¢n.
Pero Irak no es el ¨²nico que necesita unos grupos de apoyo regional para alcanzar una m¨ªnima estabilidad. Todos los problemas de Oriente Pr¨®ximo -Irak, la disputa ¨¢rabe-israel¨ª, la necesidad de reformas pol¨ªticas, el terrorismo isl¨¢mico- est¨¢n interrelacionados. La conexi¨®n entre los problemas en el c¨ªrculo externo de la regi¨®n, y los del conflicto ¨¢rabe-israel¨ª, en el c¨ªrculo interno, la demostr¨® el Gobierno de Bush padre, que, en octubre de 1991, tras la primera guerra del Golfo, organiz¨® una gran conferencia internacional con el objetivo de lograr una paz entre ¨¢rabes e israel¨ªes.
Tampoco se puede esperar que el Gobierno israel¨ª y su ¨ªntimo aliado en la Casa Blanca aplaudan el llamamiento del Grupo de Estudios a volver a aplicar esa l¨®gica, porque contradice todo lo que ha defendido la Administraci¨®n de Bush hijo. La recomendaci¨®n del informe sobre una conferencia internacional al estilo de la conferencia de paz de Madrid no s¨®lo es una referencia oportuna a la conexi¨®n entre el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª y otros problemas de la regi¨®n; es tambi¨¦n un recordatorio muy necesario de que las negociaciones bilaterales entre las partes no pueden servir para lograr un acuerdo. Esa constancia impuls¨® la iniciativa de paz pan¨¢rabe de 2002, que estableci¨® las condiciones para un acuerdo global entre israel¨ªes y ¨¢rabes.
Desgraciadamente, por mucho que los dos partidos hayan participado en la elaboraci¨®n del informe del Grupo de Estudios, no hay que pensar que Bush vaya a admitir todas sus recomendaciones y reconocer la quiebra de toda su pol¨ªtica exterior. Es m¨¢s, ya ha expresado sus objeciones a entablar conversaciones directas e incondicionales con Ir¨¢n y Siria. Y tampoco parece dispuesto a crear desavenencias con Israel y arrastrar a su Gobierno a una conferencia internacional, como hizo su padre con el primer ministro Isaac Shamir en 1991.
A Bush le resultar¨¢ especialmente dif¨ªcil cambiar su pol¨ªtica con respecto a Ir¨¢n. Este pa¨ªs, para asegurarse de que Estados Unidos se sintiera constantemente acosado y, por tanto, incapaz de amenazarle, ha obstruido de manera sistem¨¢tica la misi¨®n de transformaci¨®n regional de Bush. El informe insta al presidente a ser consciente de que los aguafiestas no van a dejar de serlo como requisito previo para las negociaciones, sino s¨®lo despu¨¦s y como consecuencia de ellas. Lo que est¨¢ en juego es una decisi¨®n dolorosa para Bush: hacer que Estados Unidos coexista con lo que considera una teocracia isl¨¢mica repugnante.
Pero Bush no tiene demasiadas opciones si pretende evitar que su presidencia pase a la historia como un completo fracaso. Desde el principio tuvo un estilo suicida de gobierno. Si no cambia de rumbo en Irak y otros asuntos, su presidencia puede echar el tel¨®n sobre largos decenios de hegemon¨ªa estadounidense en Oriente Pr¨®ximo, en perjuicio de sus m¨¢s estrechos aliados en la regi¨®n.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, fue el negociador principal de las conversaciones de paz de Camp David y Taba. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Project Syndicate, 2006
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