Zorba 'el Bush'
El presidente de EE UU ha creado una sangrienta cat¨¢strofe en Oriente Pr¨®ximo
Qu¨¦ maravilla de cat¨¢strofe y qu¨¦ sangrienta. La pol¨ªtica del Gobierno de Bush respecto a Oriente Pr¨®ximo en los cinco a?os transcurridos desde el 11-S est¨¢ culminando en un choque m¨²ltiple de trenes. En la historia de los conflictos humanos, nunca un pa¨ªs tan grande consigui¨® tan poco a costa de tanto. Pr¨¢cticamente en todas las ¨¢reas importantes de Oriente Pr¨®ximo, la pol¨ªtica estadounidense de los ¨²ltimos cinco a?os ha abordado una situaci¨®n que estaba mal y la ha empeorado.
Si las consecuencias no fueran tan graves, dar¨ªa risa un fracaso de proporciones tan ¨¦picas, digno de Zorba el Griego, que, al contemplar las ruinas de su gran proyecto, exclam¨® aquella memorable frase: "?Hab¨¦is visto alguna vez un desastre m¨¢s espl¨¦ndido?". Pero la temeraria imprudencia de Zorba el Bush ha provocado la muerte, la mutilaci¨®n, el desarraigo o el empobrecimiento de cientos de miles de hombres, mujeres y ni?os, sobre todo ¨¢rabes musulmanes, pero tambi¨¦n cristianos libaneses, israel¨ªes y soldados estadounidenses y brit¨¢nicos. Al contribuir a alienar todav¨ªa m¨¢s a los musulmanes ha ayudado a crear un mundo en el que, cuando caminamos por las calles de Londres, Madrid, Jerusal¨¦n, Nueva York o Sidney, todos y cada uno de nosotros estamos menos seguros. R¨ªanse si se atreven.
Gracias a la incompetencia de los guerreros civiles del Pent¨¢gono y la Casa Blanca, hemos transformado un Estado totalitario en un pa¨ªs de anarqu¨ªa
Bush, Cheney y Rumsfeld nos llevaron a Irak, con la ayuda y la complicidad de Tony Blair, y dejaron el trabajo en Afganist¨¢n a medio terminar
Al derrocar al dictador iraqu¨ª, que no ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva, hemos conseguido que los dictadores iran¨ªes tengan posibilidades de tenerlas
El comienzo fueron los atentados del 11-S. Es importante destacar que no es justo echarle la culpa de ellos a George W. Bush. La invasi¨®n de Afganist¨¢n fue una respuesta justificada a los atentados, que fueron impulsados por Al Qaeda desde sus bases en un Estado descontrolado y sometido a la tiran¨ªa de los talibanes. Pero si hab¨ªa que actuar en Afganist¨¢n, hab¨ªa que hacerlo debidamente. Y no fue as¨ª. Crear un orden medio civilizado en uno de los lugares m¨¢s escarpados, inh¨®spitos y de tribalismo m¨¢s recalcitrante del planeta no ten¨ªa m¨¢s remedio que ser un reto inmenso. Si en los ¨²ltimos cinco a?os se hubieran dedicado a la tarea los recursos de las democracias mundiales, incluidas las de una OTAN nueva y ampliada, tal vez podr¨ªamos hablar hoy, al menos, de un triunfo parcial.
En cambio, Bush, Cheney y Rumsfeld nos llevaron a Irak, con la ayuda y la complicidad de Tony Blair, y dejaron el trabajo en Afganist¨¢n a medio terminar. Hoy, Osama Bin Laden y sus esbirros siguen probablemente escondidos en las monta?as de Wazirist¨¢n, justo al otro lado de la frontera, en el norte de Pakist¨¢n, los talibanes han recobrado fuerza y todo el pa¨ªs es un caos de sangre. En vez de un triunfo parcial, tras una intervenci¨®n leg¨ªtima, nos encontramos con dos desastres que crecen sin cesar en Afganist¨¢n y en Irak.
Estados Unidos y Reino Unido invadieron Irak con falsas excusas, sin la debida autoridad legal ni legitimidad internacional. Si Sadam Husein, un peligroso tirano y demostrado agresor internacional, hubiera pose¨ªdo verdaderamente reservas secretas de armas de destrucci¨®n masiva, la intervenci¨®n podr¨ªa haber estado justificada; como no las ten¨ªa, no lo estuvo. Luego, gracias a la impresionante incompetencia de los guerreros civiles de sill¨®n en el Pent¨¢gono y en la Casa Blanca, hemos transformado un Estado totalitario en un pa¨ªs de anarqu¨ªa. Dec¨ªamos que ¨ªbamos a hacer que Irak avanzara hacia la libertad de Locke, pero lo sumergimos en una naturaleza digna de Hobbes. Cada vez son m¨¢s los iraqu¨ªes -los que no han muerto- que dicen que las cosas est¨¢n peor que antes. ?Qui¨¦nes somos nosotros para decirles que se equivocan?
Ahora nos disponemos a retirarnos. Despu¨¦s de trabajar en Basora, en la Operaci¨®n Simbad, un n¨²mero reducido de tropas brit¨¢nicas se establecer¨¢ en su base en el aer¨®dromo de la ciudad. Nos sentaremos en el desierto y a eso lo llamaremos paz. Si la Casa Blanca sigue el consejo de la Comisi¨®n Baker-Hamilton, las tropas estadounidenses har¨¢n algo parecido, y dejar¨¢n asesores incorporados a las fuerzas iraqu¨ªes. Hace 30 a?os, la retirada de Estados Unidos qued¨® tapada por la vietnamizaci¨®n; ahora quedar¨¢ disimulada por la iraquizaci¨®n. Mientras tanto, los iraqu¨ªes podr¨¢n seguir mat¨¢ndose unos a otros hasta que, al final, acaben logrando firmar quiz¨¢ unos pactos pol¨ªticos de circunstancias; o quiz¨¢ no.
Ir¨¢n, la gran vencedora
La gran vencedora es la dictadura teocr¨¢tica de Ir¨¢n. Hace cinco a?os, la Rep¨²blica Isl¨¢mica ten¨ªa un presidente reformista, una oposici¨®n democr¨¢tica importante y una econom¨ªa en apuros debido a los bajos precios del petr¨®leo. Ten¨ªa un aire de derrota. Ahora, las perspectivas de democratizaci¨®n son cada vez menores, el r¨¦gimen vive la euforia de un petr¨®leo a m¨¢s de 60 d¨®lares el barril y tiene una enorme influencia, a trav¨¦s de sus hermanos chi¨ªes, en Irak y en L¨ªbano. La probabilidad de que acabe teniendo armas nucleares aumenta de forma proporcional. Al derrocar al dictador iraqu¨ª, que no ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva, hemos conseguido que los dictadores iran¨ªes tengan m¨¢s posibilidades de adquirirlas. Y esta semana, el presidente de Ir¨¢n, Ahmadineyad, hizo un nuevo llamamiento a la destrucci¨®n del Estado de Israel. Los neoconservadores estadounidenses que pretend¨ªan hacer que Oriente Pr¨®ximo fuera m¨¢s seguro para los israel¨ªes han acabado por lograr que sea m¨¢s peligroso para ellos.
No hac¨ªa falta que el Grupo de Estudios sobre Irak nos dijera que es fundamental resolver el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª mediante una soluci¨®n de dos Estados, Israel y Palestina. En los ¨²ltimos meses de la Administraci¨®n de Clinton, Estados Unidos estuvo a punto de cerrar el acuerdo. Sin embargo, con Bush hemos retrocedido. Incluso la soluci¨®n de Ariel Sharon -y respaldada por Bush- de una separaci¨®n a trav¨¦s de hechos consumados ha quedado en segundo plano, con la guerra de este verano en L¨ªbano, la ascensi¨®n de Ham¨¢s en Palestina (en parte, tambi¨¦n un efecto secundario de las prisas de Bush para que se convocaran elecciones) y una desilusi¨®n creciente de la poblaci¨®n israel¨ª.
La 'contrarrevoluci¨®n del cedro'
Despu¨¦s de un aparente ¨¦xito con la revoluci¨®n del cedro en L¨ªbano y la posterior retirada de las tropas sirias, el Gobierno de Bush, con su apoyo t¨¢cito a la acci¨®n militar sostenida pero ineficaz de los israel¨ªes el pasado verano, desautoriz¨® al propio Gobierno liban¨¦s al que afirmaba respaldar. Ahora, Hezbol¨¢ est¨¢ enfrent¨¢ndose a los revolucionarios de terciopelo que apoya Occidente con sus mismas armas: tras la revoluci¨®n del cedro llega la contrarrevoluci¨®n del cedro. En Egipto, supuesto ejemplo del respaldo de Estados Unidos a la democratizaci¨®n pac¨ªfica en el segundo mandato de Bush, el triunfo electoral de los islamistas (como en Palestina y L¨ªbano) parece haber asustado a Washington, que ha abandonado su nueva pol¨ªtica casi antes de haberla empezado a llevar a la pr¨¢ctica. En el lado positivo, lo ¨²nico que hay es la renuncia de Libia a las armas de destrucci¨®n masiva y unos cuantos intentos de reforma en algunos Estados ¨¢rabes m¨¢s peque?os.
He aqu¨ª, pues, la hoja de resultados de Afganist¨¢n, Irak, Ir¨¢n, Israel, Palestina, L¨ªbano y Egipto: peor, peor, peor, peor, peor, peor y peor. Y ahora, con James Baker, Estados Unidos puede pasar de los pecados del hijo a los pecados del padre. Al fin y al cabo, fueron Baker y George H. W. Bush quienes dejaron matar a los que se hab¨ªan atrevido a alzarse contra Sadam al final de la primera guerra del Golfo, para no hablar del entusiasmo con el que Washington ha mantenido sus pactos faustianos con petroautocracias como Arabia Saud¨ª. Me dicen que la propia Condoleezza Rice, nada menos, ha comentado ir¨®nicamente que la palabra democracia no aparece pr¨¢cticamente en el Informe Baker-Hamilton.
Muchas veces, en estas p¨¢ginas y en otros foros, he aconsejado que no hay que caer en el reflejo de criticar a Bush ni en el antiamericanismo autom¨¢tico. Estados Unidos no es el ¨²nico culpable en este asunto, ni mucho menos. Conseguir que mejoren las cosas en Oriente Pr¨®ximo es uno de los retos m¨¢s dif¨ªciles que existen en la pol¨ªtica mundial. Los habitantes de la regi¨®n tienen gran responsabilidad por su situaci¨®n. Y tambi¨¦n la tenemos los europeos, por nuestros pecados de omisi¨®n pasados y nuestros pecados de comisi¨®n actuales. No obstante, la mayor parte de culpa le corresponde a Zorba el Bush. Hay pocos ejemplos en la historia reciente de un fracaso de tales dimensiones. Felicidades, se?or presidente, ha creado un desastre estupendo.reciente de un fracaso de tales dimensiones como
el de la zona del mundo ¨¢rabe.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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