?Navidades sin brillantes?
Los joyeros de Amberes gastan millones de d¨®lares en publicidad para luchar contra la pel¨ªcula de Di Caprio sobre tr¨¢fico de diamantes
Las alarmas se han disparado en la multimillonaria industria del diamante. La pel¨ªcula Diamantes sangrientos, que explica c¨®mo el contrabando de piedras preciosas ha financiado los m¨¢s brutales conflictos africanos, ha puesto en jaque a los comerciantes de un lado y otro del oc¨¦ano, conscientes de que esta nueva entrega de Hollywood les puede hacer mucho da?o. En Amberes, la ciudad belga por la que pasa el 80% de los diamantes brutos que se venden en el planeta, los comerciantes trabajan a destajo para minimizar las p¨¦rdidas en una industria que representa el 8% de las exportaciones de B¨¦lgica.
En la pel¨ªcula, Leonardo Di Caprio y el resto del reparto cuentan c¨®mo el contrabando de diamantes financi¨® la guerra de Sierra Leona, en la que murieron entre 50.000 y 70.000 personas y otras 35.000 sufrieron amputaciones. Los comerciantes sostienen que eso es agua pasada y que desde 2002, el llamado proceso Kimberley auspiciado por la ONU, ha contribuido enormemente a reducir el mercado de diamantes sangrientos. Las ONG que supervisan el comercio mundial de diamantes no piensan lo mismo.
Por la ciudad belga de Amberes pasa el 80% de los diamantes brutos que se venden en el mundo
Contrarrestar los efectos del filme cuesta "millones de d¨®lares", aseguran los comerciantes
En una de las cuatro bolsas de diamantes de Amberes, el trasiego de hombres, malet¨ªn en ristre, algunos de ellos esposados a la mu?eca, es continuo. Indios, libaneses, africanos y miembros de la extensa comunidad jud¨ªa entran y salen del flamante edificio en el que los importadores se encuentran con sus compradores para sellar acuerdos. El parqu¨¦ se alza en el coraz¨®n del llamado barrio de los diamantes de esta ciudad flamenca, donde 30.000 personas se benefician directa o indirectamente del sector y que desde hace siglos alberga una gran comunidad jud¨ªa.
Hileras de joyer¨ªas decoran las calles de este barrio, en el que se ve a muchos hombres vestidos de negro, con sendos tirabuzones que asoman entre sus sombreros. Junto a los jud¨ªos ultraortodoxos est¨¢n los indios, que han entrado con fuerza en el mercado. Relucientes relojes, pulseras, anillos, camafeos, pendientes, adornan los escaparates a pie de calle, engalanados con guirnaldas navide?as. Y para los amantes de los centros comerciales, uno dedicado exclusivamente a los diamantes, con cafeter¨ªa kosher incluida.
All¨ª se encuentra tambi¨¦n el cuartel general del Consejo Mundial de Diamantes, la asociaci¨®n de comerciantes. Se quejan de que la productora de Diamantes sangrientos haya elegido la Navidad, una de las ¨¦pocas en las que m¨¢s joyas se venden, para el estreno de la pel¨ªcula en Estados Unidos. La pel¨ªcula llegar¨¢ a Europa en enero, poco antes de San Valent¨ªn. "Nos molesta mucho que hayan elegido estas fechas", dice Philip Claes, portavoz del Consejo. Contrarrestar los efectos de la pel¨ªcula les est¨¢ costando "algunos millones de d¨®lares", tanto en Europa como en EE UU, donde se vende el 50% de los diamantes del mundo.
La asociaci¨®n batall¨® hasta el final para que en los t¨ªtulos de cr¨¦dito de la cinta apareciera su versi¨®n. Fracasado el intento, De Beers, la principal compa?¨ªa del sector y el resto han optado por lavar su imagen a toda p¨¢gina y en forma de publicidad en los principales diarios estadounidenses. En las tiendas, reparten folletos en los que destacan su trabajo de los ¨²ltimos cuatro a?os para erradicar los diamantes sangrientos.
Los comerciantes sostienen que la pel¨ªcula est¨¢ ambientada a finales de la d¨¦cada de los noventa y que, desde entonces, la situaci¨®n ha cambiado radicalmente. "No vamos a negar algunas de las atrocidades que muestra la pel¨ªcula, y que los diamantes tuvieron un papel, pero hoy, los diamantes sangrientos que se venden en el mundo no supera el 1%. Esto demuestra que el proceso Kimberley funciona", agrega la misma fuente.
Este mecanismo de certificaci¨®n, puesto en marcha en 2002 y del que participan de forma voluntaria 71 pa¨ªses, est¨¢ lejos de alcanzar la perfecci¨®n. Los gobiernos que se adhieren al proceso se comprometen a verificar que los diamantes brutos que salen de sus pa¨ªses no proceden de zonas en conflicto y que el beneficio de su venta sirve para financiar grupos rebeldes. Los diamantes sangrientos han financiado guerras que han acabado con la vida de millones de personas en Angola, Sierra Leona, Liberia y Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo.
Esas mismas autoridades emiten un certificado que acompa?ar¨¢ al diamante durante su camino hasta Europa, y despu¨¦s a Asia, donde la mayor¨ªa de ellos son procesados antes de volar despu¨¦s hasta Estados Unidos o de vuelta a alguna joyer¨ªa europea, una vez pulidos y ensartados. La ruta comienza en ?frica, de donde procede el 70% de los diamantes. La poblaci¨®n local apenas se beneficia de los beneficios de unas ventas que controlan en gran parte compa?¨ªas extranjeras. Seg¨²n los datos de algunas ONG, un mill¨®n de africanos que trabajan en el sector viven con menos de un d¨®lar al d¨ªa.
El mayor problema lo presentan los diamantes procedentes de ?frica, donde son conocidos los casos en los que se ha burlado el sistema de certificaci¨®n. Por ejemplo, en Ghana se ha duplicado las exportaciones de diamantes, alcanzando una cantidad inconcebible teniendo en cuenta la capacidad de producci¨®n de sus minas. Una misi¨®n de expertos internacional comprob¨® que se trataba de diamantes de contrabando procedente de Costa de Marfil, un pa¨ªs inmerso en un conflicto civil y donde los grupos rebeldes controlan la extracci¨®n de las piedras preciosas.
"Es cierto que ha habido progresos, pero no los suficientes como para garantizar que no habr¨¢ m¨¢s diamantes sangrientos. La industria no est¨¢ haciendo lo suficiente", opina Anie Dunnebacke, de la ONG Global Witness, que impuls¨® el proceso Kimberley y que ahora permanece como observadora. En esa ONG est¨¢n encantados con el lanzamiento "de una pel¨ªcula de Hollywood dirigida al p¨²blico en general": Los mismos potenciales consumidores que estas Navidades recibir¨¢n un folleto explicativo cuando compren un diamante. Dunnebacke se pregunta, sin embargo, hasta qu¨¦ punto todo esto le importa al consumidor.
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