A la c¨¢rcel por informar de dopaje

Cuando el juez les pregunt¨® a Mark Fainaru-Wada y a Lance Williams qui¨¦n les hab¨ªa filtrado las informaciones secretas que les permitieron destapar el caso Balco, los dos periodistas del San Francisco Chronicle se negaron a revelar sus fuentes alegando que en tal caso la libertad de informaci¨®n quedar¨ªa en peligro. Al juez no le gust¨® la respuesta porque, en su opini¨®n, la libertad de informaci¨®n es menos importantes que el secreto de las deliberaciones de un gran jurado y, acus¨¢ndoles de desacato, les impuso una pena de 18 meses de prisi¨®n. Ambos periodistas apelaron, pero esta semana supieron que no s¨®lo el juez piensa diferente: los fiscales federales se sumaron el viernes por escrito a la visi¨®n del primer juez y elevaron una petici¨®n de prisi¨®n.

El 12 de febrero tendr¨¢ lugar la vista, pero antes de que llegue esa fecha ya se conocen los efectos beneficiosos que para el deporte de Estados Unidos han tenido las informaciones de Fainaru-Wada y Williams, resumidas hace un a?o en el libro Juego de sombras.

El caso Balco naci¨® hace cuatro a?os a ra¨ªz de las investigaciones del FBI sobre una red de tr¨¢fico de esteroides anabolizantes en un laboratorio de San Francisco. Implicados en la compraventa estaban, aparte del jefe de la banda, V¨ªctor Conte, entrenadores, qu¨ªmicos y relaciones p¨²blicas. Y como clientes, gracias a las filtraciones del gran jurado publicadas por el Chronicle, algunos de los deportistas m¨¢s populares de Estados Unidos, como el jugador de b¨¦isbol Barry Bonds, en plena carrera para batir la marca de home runs de Babe Ruth o el atleta Tim Montgomery, recordman mundial de los 100 metros.

El caso Balco supuso su ca¨ªda en desgracia ante el gran p¨²blico y la concienciaci¨®n de la sociedad estadounidense y de su prensa sobre los peligros del dopaje. Las leyes sobre el consumo de anabolizantes se han endurecido y hasta las ligas de b¨¦isbol y f¨²tbol americano han introducido sanciones. La misma semana en que la fiscal¨ªa ense?¨® sus cartas, un detective privado que trabaj¨® para Conte acus¨® p¨²blicamente a Troy Ellerman, un abogado que tambi¨¦n trabaj¨® para el fundador de los laboratorios Balco, de ser la garganta profunda de los periodistas.