Ducha escocesa
Hay una hipocres¨ªa generalizada en quienes, desde la pol¨ªtica gubernamental y sus aleda?os, fingen sorpresa y conmoci¨®n por la bomba y los muertos de Barajas. Porque saben perfectamente que un proceso pol¨ªtico para terminar con la violencia terrorista como el emprendido hace nueve meses es, precisamente, esto: un camino en el que hay momentos de terrorismo que, aunque al p¨²blico le resulten salvajes, son absolutamente predecibles desde la l¨®gica de la negociaci¨®n. ?O es que conocen ustedes alg¨²n g¨¦nero de negociaci¨®n en el que las partes renuncien a usar sus bazas y jugar sus cartas? En este sentido, el primer reproche que debe dirigirse al Gobierno es el de no haber preparado adecuadamente a la opini¨®n p¨²blica para momentos como ¨¦ste, haber cedido a la tentaci¨®n de rentabilizar a corto plazo el proceso propalando una visi¨®n optimista carente de todo fundamento ("llevamos tres a?os sin muertos", "este nuevo a?o ir¨¢ mejor todav¨ªa", etc¨¦tera) sin advertir claramente: habr¨¢ muertos y bombas, pasaremos momentos negros, se desesperar¨¢n ustedes, conciudadanos.
Y, como no ha preparado a la opini¨®n, tampoco ha preparado la absorci¨®n de la noticia y su procesamiento simb¨®lico. Si algo ha echado en falta el ciudadano espa?ol en este caso, estoy seguro, son los rituales sociales que desde hace a?os nos permit¨ªan hacer el duelo de los atentados, unos rituales que no por repetidos dejaban de cumplir su funci¨®n: la de reasegurar la cohesi¨®n social ante ataques salvajes, la de hacer que la ciudadan¨ªa fuera visible ante s¨ª misma. En este caso, desgraciadamente, tanto el discurso como las actuaciones p¨²blicas han transmitido desconcierto, desuni¨®n, vac¨ªo, frialdad, desorientaci¨®n. Una sensaci¨®n penosa de que no se dice con claridad lo que se quiere decir, o de que no se sabe qu¨¦ decir.
Veamos, lo que est¨¢n haciendo los terroristas es tantear los l¨ªmites del proceso, est¨¢n comprobando hasta d¨®nde aguanta en la pr¨¢ctica. Si ETA no ha avisado previamente del fin del alto el fuego ("como en un ejercicio de subliminal sometimiento a las reglas del contrario", exclamaba quejoso el ministro P¨¦rez Rubalcaba) es porque no ha roto el alto el fuego desde su punto de vista. Casi con toda seguridad, el pr¨®ximo comunicado nos dir¨¢ que mantienen el alto el fuego, que esto ha sido s¨®lo un aviso, una llamada de atenci¨®n a un Gobierno que no hace sus deberes. Que no se han levantado de la mesa, sino que s¨®lo han dado un pu?etazo en el tablero. Es su forma de ver las cosas, y es in¨²til lamentarse por ello. Si vieran el mundo como nosotros, no ser¨ªa necesario proceso alguno para hacerlos desaparecer, ellos mismos se disolver¨ªan.
Lo que exige el tiempo presente es m¨¢s an¨¢lisis y menos aspavientos, as¨ª que pong¨¢monos a ello. Lo primero el pasado, examinar qu¨¦ se ha hecho tan mal como para conducirnos a este trance. Porque, desde luego, est¨¢ muy bien eso de decir que s¨®lo ETA es culpable de sus atentados y de la interrupci¨®n del alto el fuego, pero si nos creemos de verdad esa afirmaci¨®n estaremos ceg¨¢ndonos para comprender lo sucedido. Es patente que no estaba previsto que el proceso llevara a un atentado mortal a los nueve meses de iniciado, luego algo se habr¨¢ hecho mal en su desarrollo para llegar a tan triste momento. ?Qu¨¦? Cabe una primera explicaci¨®n, la de que no se valoraran bien en un inicio las expectativas de los terroristas, la de que se aceptase sin suficiente fundamento la veracidad de la teor¨ªa de Anoeta, la de emprender s¨®lo la v¨ªa pol¨ªtica. Si as¨ª fuera, estar¨ªamos ante una equivocaci¨®n inicial de Eguiguren y compa?¨ªa, que no parece muy probable, precisamente porque no explica nada: ?qu¨¦ ganaba ETA con enga?ar al Gobierno inicialmente? M¨¢s bien parece que ha sido durante el proceso cuando los terroristas han recrecido sus expectativas y han decidido forzar los l¨ªmites iniciales del dise?o, planteando demandas estrictamente pol¨ªticas y apoy¨¢ndolas con una violencia incremental. Ello puede deberse, sencillamente, a la tantas veces constatada inmadurez del conjunto de los etarras y la masa abertzale para salir de sus propios esquemas mentales, como se?alaba Emilio Alfaro. Pero, en mi opini¨®n, ha habido dos errores de bulto del Gobierno que han contribuido a generar la sensaci¨®n de los terroristas de que pod¨ªan dirigir el proceso. El
primero y fundamental, el haber admitido en junio de 2006 un cambio de orden de agenda.
Por presi¨®n de Batasuna se admiti¨® que el orden inicialmente establecido (primero la mesa de las armas, luego vendr¨¢ la pol¨ªtica) se alterara para hacer simult¨¢neas las dos mesas. Josu Jon Imaz, el gran descubrimiento para muchos en este proceso (y me incluyo), se lo advirti¨®, pero Zapatero no le escuch¨® y escenific¨® el cambio mediante la reuni¨®n m¨¢s famosa del a?o. Ahora bien, lo peor del cambio no fue el aceptarlo por presi¨®n de la otra parte, que ya era serio, sino negarse a desarrollar sus consecuencias obvias. Porque era bastante evidente que si se pon¨ªan en paralelo las dos mesas era para conceder resultados pol¨ªticos inmediatos a cambio del alto el fuego; pero el Gobierno se neg¨® a ello. Simplificando: se cometi¨® una contradicci¨®n de bulto al ceder por un lado, e intentar salvar los muebles por el otro, una contradicci¨®n que frustr¨® a la otra parte, que comenz¨® a incrementar la presi¨®n violenta para obtener los avances pol¨ªticos. Ante lo cual, el Gobierno incurri¨® en su segunda contradicci¨®n: se mantuvo firme en la negativa a dar pasos pol¨ªticos, pero disimul¨® la existencia de violencia, mir¨® para otro lado. Una contradicci¨®n frustrante para Batasuna y, sobre todo, desorientadora para los terroristas, a los que se proporcionaba al mismo tiempo signos de firmeza y de tolerancia. Aunque suene duro decirlo, el Gobierno ha desorientado a la contraparte con la que trataba, no ha emitido se?ales claras de su posici¨®n, y eso es fatal en todo proceso de negociaci¨®n.
Sadam Husein se encontr¨® con una guerra porque, entre otras razones, emiti¨® se?ales confusas sobre si pose¨ªa o no armas de destrucci¨®n masiva. El Gobierno se ha encontrado con lo de Barajas porque, entre otras cosas, ha emitido mensajes contradictorios durante varios meses.
?Y ahora, qu¨¦? El Gobierno est¨¢ emitiendo, de nuevo, un doble mensaje que ETA va a captar probablemente distorsionado: no rompe el proceso, pero se reafirma en que con violencia no hay di¨¢logo. Dicho en otros t¨¦rminos: no negocia, pero se declara en oferta permanente para seguir negociando en cuanto la otra parte abandone de nuevo la violencia. ?C¨®mo leer¨¢n el mensaje, al que se suma el de otras fuerzas pol¨ªticas (l¨¦ase Ibarretxe, Errazti, etc¨¦tera) que, con un voluntarismo guiado s¨®lo por su inter¨¦s a corto plazo, preconizan "seguir con el proceso en todo caso"? El tiempo lo dir¨¢, y lo dir¨¢ pronto, porque llegan momentos cargados de dilemas (elecciones, huelga de hambre de De Juana Chaos, etc¨¦tera). Pero parece que, en todo caso, persistir¨¢ la confusi¨®n, y ¨¦sta es siempre fuente de decisiones equivocadas. Lo dec¨ªa Roger Bacon: es m¨¢s f¨¢cil que la verdad surja del error que de la confusi¨®n.
?Exist¨ªa otro camino para el Gobierno? Probablemente no, a no ser que se estuviera dispuesto a entrar en un di¨¢logo de futuro m¨¢s que dudoso con una oposici¨®n popular muy arriscada. Aunque tambi¨¦n es cierto que ello es fruto del virtuosismo solipsista de nuestro presidente, de su decisi¨®n de embarcarse solo en un proceso semejante. Lo que termina en una situaci¨®n kafkiana, en la que los ¨²nicos aliados objetivos del Gobierno son sus contrincantes en el proceso, puesto que comparten con ¨¦l un objetivo valioso, el de que salga bien. Es una victoria t¨¢ctica importante para los terroristas; porque se ha creado una situaci¨®n en la que el Gobierno s¨®lo puede mantenella y no enmendalla, sencillamente porque est¨¢ solo. Igual que nos sentimos los ciudadanos, solos. Si lo ven as¨ª, seguir¨¢n machacando a su contrincante con duchas escocesas, aunque lo hagan en la cara de todos los espa?oles.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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