La UMD, historia y memoria
En la primavera de 1968 el peri¨®dico El Faro de Vigo abr¨ªa una de sus p¨¢ginas con un titular a toda plana que conmocion¨® las filas castrenses: "Revoluci¨®n cultural en el CIR". El CIR no era por supuesto ninguna organizaci¨®n mao¨ªsta, sino las siglas del Centro de Instrucci¨®n de Reclutas instalado en los alrededores de Pontevedra. Y la revoluci¨®n cultural hac¨ªa referencia a la modesta pol¨ªtica educativa programada en la segunda compa?¨ªa y que inclu¨ªa foros de debate sobre temas de actualidad y una biblioteca del soldado. No se crean -a?ad¨ªa el periodista- que abundan los t¨ªtulos militares. En ella se dan cita los mejores escritores de todos los tiempos, desde Voltaire a Sartre, pasando por Valle-Incl¨¢n o Dostoievski.
El reportaje signific¨® el final de aquella experiencia ilustrada. A¨²n no eran las nueve de la ma?ana cuando el comandante me avis¨® de que hiciera una criba de libros ante la inminente inspecci¨®n del general. An¨¦cdotas como ¨¦sta podr¨ªan contar la mayor¨ªa de mis compa?eros de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica. La actitud del mando ante lo que consideraban peligrosas desviaciones ideol¨®gicas, provoc¨® por reacci¨®n la expansi¨®n de un antifranquismo militar que hab¨ªa comenzado a brotar por contagio universitario o por militancia en la fecunda asociaci¨®n que fue el grupo Forja, del capit¨¢n Pinilla, aut¨¦ntico vivero de la UMD.
Pero no pasaba de ser un antifranquismo de car¨¢cter local o regional. Su decantaci¨®n en una organizaci¨®n clandestina de ¨¢mbito nacional, la UMD, se produjo por la conjunci¨®n de factores internos e influencias externas. Por la incapacidad del r¨¦gimen para articular una salida democr¨¢tica y por la influencia de dos acontecimientos exteriores: el golpe militar de Chile y la Revoluci¨®n de los Claveles.
Portugal nos deslumbr¨®. Sin embargo, pese a nuestra admiraci¨®n por los capitanes de abril, pronto descartamos la v¨ªa del pronunciamiento militar. No s¨®lo porque representaba un mal ejemplo y un eslab¨®n m¨¢s en la larga cadena de intervencionismo militar, sino porque entra?aba el riesgo de otra guerra civil.
La progresiva involuci¨®n del r¨¦gimen y de las propias fuerzas armadas -eran a?os de "ej¨¦rcito al poder"-, iluminaron nuestro objetivo: neutralizar el protagonismo pol¨ªtico de las fuerzas armadas, que era el mayor obst¨¢culo para una transici¨®n pac¨ªfica. En vez de un pronunciamiento activo deb¨ªamos ensayar un pronunciamiento negativo: "Mojar la p¨®lvora" de aquel ej¨¦rcito "azul".
?sta fue la raz¨®n por la que fundamos la UMD, por la que nos esforzamos en ampliar la conciencia democr¨¢tica en las fuerzas armadas, por la que nos reunimos con la oposici¨®n clandestina y con asociaciones profesionales, como Justicia Democr¨¢tica, y por la que nos disolvimos al constituirse el primer Parlamento democr¨¢tico.
Hasta aqu¨ª, en s¨ªntesis, la historia. Veamos ahora la memoria. Nuestra propia memoria y la memoria social.
Los que militamos en la UMD solemos tener una percepci¨®n desenfocada de la Transici¨®n. Al enfocar el retrovisor hacia el escenario de nuestra propia actuaci¨®n, hacia el proceso a la UMD y la persecuci¨®n a los militares dem¨®cratas, perdemos de vista el escenario principal y tendemos a olvidar que la transici¨®n no hubiera sido la misma sin la UMD, sin el estremecimiento de inseguridad que recorri¨® la cadena de mando. Aunque perdimos todas las batallas, terminamos ganando la guerra. El capit¨¢n Bernardo Vidal lo expres¨® con un brindis en la primera cena constitucional: "La UMD ha muerto, viva la Constituci¨®n".
Mayor desenfoque sufre a¨²n la memoria pol¨ªtica y social, que ha ido desdibujando la imagen y el papel de la UMD. Debido en mi opini¨®n a dos razones:
En primer lugar, el at¨¢vico y justificado temor ante lo que llamaban "ruido de sables", y cierta prevenci¨®n de los pol¨ªticos a mantener, contactos con una organizaci¨®n militar "clandestina" en un proceso de normalizaci¨®n institucional. Todos comprendimos en su d¨ªa las razones de nuestra exclusi¨®n de la ley de amnist¨ªa, y el fracaso de las diversas iniciativas para ampliar dicha ley a los militares dem¨®cratas. Incluso comprendimos los cuatro a?os largos que tard¨® el Gobierno socialista en rehabilitarnos, a pesar del arrollador triunfo electoral de 1982. No comprendimos, sin embargo, el car¨¢cter cicatero de aquella rehabilitaci¨®n formal, ni esa especie de velo que viene ocultando la memoria de la UMD.
Pero la raz¨®n m¨¢s importante de este ocultamiento quiz¨¢ sea la decisi¨®n pol¨ªtica de memorizar la transici¨®n en clave exclusivamente civil -Portugal representa el paradigma- como una conquista de los partidos y de la propia sociedad, minimizando o desdibujando el papel de los militares dem¨®cratas en la lucha por las libertades.
Un hombre tan poco sospechoso como Jos¨¦ Saramago, el mejor editorialista de la revoluci¨®n portuguesa, lleg¨® a afirmar en un coloquio, y posterior art¨ªculo, que Portugal estar¨ªa donde est¨¢, con o sin 25 de abril. Puede que tuviera raz¨®n en par¨¢metros socioecon¨®micos, pero olvidaba que la memoria del 25 de abril sigue siendo el rasgo identitario de varias generaciones lusas y el principal referente pol¨ªtico del Portugal contempor¨¢neo.
En nuestra primera reuni¨®n clandestina en Barcelona con Felipe Gonz¨¢lez, entonces todav¨ªa Isidoro, nos alert¨® especialmente sobre los riesgos que corr¨ªamos. "A m¨ª no me van a tocar; a los militantes socialistas pueden calentarles la cara o apagarles un cigarrillo en la espalda. A vosotros, si os cogen, os cortan los cojones". Y termin¨® diciendo: "Si alg¨²n d¨ªa triunfa la democracia en este pa¨ªs habr¨ªa que haceros un monumento".
No se trata de monumentos ni de agradecimientos, sino de Memoria. Si, como dec¨ªa Arnold Hauser, somos lo que somos porque tenemos detr¨¢s un determinado pasado, debi¨¦ramos esforzarnos en clarificar el activo y el pasivo de ese patrimonio.
Xos¨¦ Fortes, coronel y ex miembro de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica.
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