Una fotograf¨ªa no es una opini¨®n, ?o s¨ª?
Un libro recoge ensayos de Susan Sontag sobre el mundo intelectual y art¨ªstico
Fue una de las mentes m¨¢s brillantes del siglo pasado. Ensayista, novelista y una gran polemista, es autora de obras como 'Contra la interpretaci¨®n', 'El amante bajo el volc¨¢n', 'Sobre la fotograf¨ªa' y 'Ante el dolor de los dem¨¢s'.
Que el compromiso sea la composici¨®n de un libro de fotograf¨ªas de gente que nada tiene en com¨²n salvo su condici¨®n de mujeres (y que viven en Estados Unidos a finales del siglo XX), completamente vestidas todas -bueno, casi todas-, por lo que no se trata de la otra clase de libro s¨®lo ilustrado con mujeres...
Cuesti¨®n de ¨¦nfasis
Ed. Alfaguara.
Recopilaci¨®n de ensayos escritos entre 1982 y 2001, que abarcan desde la novela 'Pedro P¨¢ramo' hasta la pintura de Howard Hodking, pasando por el cine. La obra se publica la semana que viene, y en estas p¨¢ginas se da un extracto de un ensayo sobre la fotograf¨ªa.
Ning¨²n pa¨ªs otorg¨® el derecho al voto a las mujeres antes que a los hombres. Nadie pens¨® nunca en los hombres como el segundo sexo
La tradicional unidad de un libro de fotograf¨ªas de mujeres es una suerte de ideal de la esencia femenina: mujeres que lucen alegremente sus encantos sexuales...
La fotograf¨ªa est¨¢ al servicio de un 'ethos' poscr¨ªtico que est¨¢ ganando influencia en las sociedades cuyas normas se extraen de las pr¨¢cticas del consumismo
Imag¨ªnese un libro de im¨¢genes de mujeres en el que ninguna pudiera ser considerada hermosa. ?No parecer¨ªa que el fot¨®grafo ha cometido una suerte de error?
Las modalidades m¨¢s novedosas de fotografiar a las mujeres disimulan menos su sexualidad. La lascivia de las mujeres siempre se ha reprimido o se les ha echado en cara
Que al principio s¨®lo rija la noci¨®n del inter¨¦s propio del tema, sobre todo en vista de los cambios sin precedentes en la conciencia de muchas mujeres en los ¨²ltimos decenios, y la determinaci¨®n a permanecer receptiva al capricho y la oportunidad...
Que la prueba, la exploraci¨®n, la revisi¨®n, la selecci¨®n, la ordenaci¨®n, no pretendan haber llevado a la p¨¢gina una miscel¨¢nea representativa...
A pesar de ello, una gran cantidad de im¨¢genes de un tema ¨²nico, nominal, ser¨¢ inevitablemente considerada en alg¨²n sentido representativa. Tanto m¨¢s con este tema, con este libro, una antolog¨ªa de destinos y problemas y nuevas posibilidades; un libro que incita las reacciones ben¨¦volas exhibidas ante la representaci¨®n de una minor¨ªa (pues eso son las mujeres, seg¨²n todo criterio salvo el num¨¦rico), y que presenta muchos retratos de aquellas que hacen honor a su sexo. Semejante libro ha de considerarse instructivo, incluso si nos dice lo que ya creemos saber sobre la superaci¨®n de los perennes impedimentos y prejuicios y desventajas culturales, sobre la conquista de nuevas zonas de realizaci¨®n. Por supuesto, semejante libro ser¨ªa falaz si no presentara asimismo las malas noticias: la autoridad continuada de los estereotipos degradantes, la violencia continuada (la agresi¨®n dom¨¦stica es la causa principal de las lesiones femeninas en Estados Unidos). Toda descripci¨®n a gran escala de las mujeres est¨¢ inscrita en la continua historia del modo como se las presenta, y del modo como se las induce a pensar en s¨ª mismas. Un libro de fotograf¨ªas de mujeres debe, sea o no su pretensi¨®n, suscitar la cuesti¨®n de las mujeres -no existe una equivalente "cuesti¨®n de los hombres"-. Los hombres, a diferencia de las mujeres, no son una obra en cierne.
Cada una de estas fotograf¨ªas debe ser aut¨®noma. Pero el conjunto dice: "As¨ª son las mujeres en la actualidad" -tan diferentes, diversas, heroicas, desamparadas, convencionales, no convencionales como ¨¦stas-. Nadie que examine el libro dejar¨¢ de advertir la confirmaci¨®n de los estereotipos definitorios de las mujeres y el desaf¨ªo a esos mismos estereotipos. Sean reconocidas o desconocidas, cada una de las casi ciento setenta mujeres de este ¨¢lbum ser¨¢ vista (sobre todo por otras mujeres) como un modelo: modelos de belleza, modelos de amor propio, modelos de fortaleza, modelos de transgresi¨®n, modelos de sacrificio, modelos de falsa conciencia, modelos de feliz envejecimiento.
Ning¨²n libro de fotograf¨ªas de hombres ser¨ªa interrogado de la misma manera.
Pero, por otra parte, un libro de fotograf¨ªas de hombres no ser¨ªa emprendido con el mismo ¨¢nimo. ?C¨®mo podr¨ªa haber inter¨¦s alguno en reivindicar que un hombre puede ser un agente de Bolsa o un granjero o un astronauta o un minero? Un libro de fotograf¨ªas de hombres con ocupaciones diversas, s¨®lo hombres (sin ep¨ªgrafe adicional alguno), probablemente ser¨ªa un libro sobre su belleza, hombres como objeto de la imaginaci¨®n lujuriosa de las mujeres y de otros hombres.
No obstante, cuando se ve a los hombres como objetos sexuales, ¨¦sa no es su identidad fundamental. Las tradiciones que tienen a los hombres, al menos en potencia, por creadores y comisarios de su propio destino, y a las mujeres, por objeto de las emociones y fantas¨ªas masculinas (lujuria, ternura, miedo, condescendencia, escarnio, dependencia), que tienen a un hombre individual por ejemplo de la humanidad y a una mujer individual por ejemplo de las mujeres, a¨²n permanecen casi intactas, arraigadas profundamente en la lengua, la narrativa, el orden entre los grupos y las costumbres familiares. En ning¨²n idioma el pronombre "ella" se extiende a los seres humanos de ambos sexos. Se les da un peso distinto, f¨ªsica y culturalmente, a las mujeres y los hombres, con diferentes contornos de identidad, presuntamente favorecedores para los nacidos varones.
Una c¨¦lebre pregunta
Hago esto, tolero esto, quiero esto..., porque soy una mujer. Hago aquello, tolero aquello, quiero aquello..., a pesar de que soy una mujer. A causa de la preceptiva inferioridad de las mujeres, su condici¨®n de minor¨ªa cultural, el debate sobre lo que las mujeres son, pueden ser, deber¨ªan querer ser, a¨²n contin¨²a. Freud se formul¨® supuestamente la c¨¦lebre pregunta: "Dios santo, ?qu¨¦ quieren las mujeres?". Imag¨ªnese un mundo en el que parezca normal interrogarse "Dios santo, ?qu¨¦ quieren los hombres?". Pero ?qui¨¦n puede imaginar un mundo semejante?
Nadie cree que la Gran Dualidad es sim¨¦trica; ni siquiera en Estados Unidos, que los viajeros extranjeros desde el siglo XIX destacaron como para¨ªso para las mujeres con ¨ªnfulas. Lo femenino y lo masculino son una polaridad inclinada. La igualdad de derechos de los hombres nunca ha merecido una manifestaci¨®n o una huelga de hambre. En ning¨²n pa¨ªs los hombres son menores de edad jur¨ªdica, como lo fueron las mujeres hasta bien entrado el siglo XX en muchos pa¨ªses europeos, y todav¨ªa lo son en muchos musulmanes, de Marruecos a Afganist¨¢n. Ning¨²n pa¨ªs otorg¨® el derecho al voto a las mujeres antes que a los hombres. Nadie pens¨® nunca en los hombres como el segundo sexo. (...)
La tradicional unidad de un libro de fotograf¨ªas de mujeres es una suerte de ideal de la esencia femenina: mujeres que lucen alegremente sus encantos sexuales, mujeres que se velan tras una mirada enternecedora o remilgada.
Los retratos de mujeres exhib¨ªan su belleza; los de hombres, su "car¨¢cter". La belleza (terreno de las mujeres) era tersa; el car¨¢cter (terreno de los hombres) era duro. Lo femenino era complaciente, pl¨¢cido o quejumbroso; lo masculino era en¨¦rgico, penetrante. Los hombres no parec¨ªan nost¨¢lgicos. Las mujeres, idealmente, no parec¨ªan en¨¦rgicas.
Cuando a comienzos del decenio de 1860 una mujer inglesa de mediana edad, bien relacionada, exuberante, llamada Julia Margaret Cameron adopt¨® la c¨¢mara como vocaci¨®n, invariablemente fotografiaba a los hombres de manera distinta que a las mujeres. Los hombres, entre ellos los poetas, eruditos, y cient¨ªficos m¨¢s eminentes de la era victoriana, posaban para sus retratos. Las mujeres -la mujer, hija, hermana, sobrina de alguien- serv¨ªan de modelos para los "temas extravagantes" (la frase es de Cameron). Las mujeres estaban habituadas a personificar los ideales de la feminidad extra¨ªdos de la literatura o la mitolog¨ªa: la vulnerabilidad y patetismo de Ofelia; la ternura de la Madona con el Ni?o. Casi todas las modelos eran parientes o amigas; o su doncella, que, convenientemente vestida de nuevo, encarnaba diversos iconos exaltados de la feminidad. S¨®lo Julia Jackson, la sobrina de Cameron (y futura madre de la futura Virginia Woolf), en homenaje a su excepcional belleza, nunca pos¨® como nadie salvo como ella misma.
La b¨²squeda de la belleza
Lo que habilitaba como modelos a las mujeres era precisamente su belleza, como la fama y el ¨¦xito habilitaban a los hombres. La belleza de las mujeres las volv¨ªa sujetos ideales. (Notablemente, no hab¨ªa papel alguno para la belleza pintoresca o ex¨®tica, as¨ª que cuando Cameron y su marido se mudaron a Ceil¨¢n, hizo muy pocas im¨¢genes). En efecto, Cameron defini¨® la fotograf¨ªa como la b¨²squeda de la belleza. Y b¨²squeda fue: "?Por qu¨¦ no viene la se?ora Smith a ser fotografiada?", escribi¨® a una amiga sobre una dama de Londres a la que no conoc¨ªa en persona. "Me dicen que es Hermosa. Pugna por que venga y se convertir¨¢ en Inmortal".
Imag¨ªnese un libro de im¨¢genes de mujeres en el que ninguna pudiera ser considerada hermosa. ?No parecer¨ªa que el fot¨®grafo ha cometido una suerte de error? ?Tendr¨ªa mala voluntad? ?Misoginia? ?Estar¨ªa priv¨¢ndonos de algo que todos tienen derecho a ver? Nadie dir¨ªa cosas equivalentes de un libro de retratos de hombres. (...)
En una mujer, la belleza es algo absoluto. Es lo que sustituye, en una mujer, al car¨¢cter. Tambi¨¦n es, por supuesto, una representaci¨®n; algo querido, planeado, obtenido. Al mirar un viejo ¨¢lbum fotogr¨¢fico familiar, el escritor franc¨¦s nacido en Rusia Andre? Makine recuerda un truco que sol¨ªa obtener el singular brillo de belleza que ve¨ªa en algunos de los rostros de las mujeres: "Estas mujeres sab¨ªan que para parecer hermosas, lo que deb¨ªan hacer unos segundos antes de que las cegara el destello era articular las siguientes s¨ªlabas misteriosas en franc¨¦s, de las que pocos sab¨ªan el significado: Pe-tite pomme". Como por arte de magia, la boca, en lugar de extendida en una falsa dicha o contra¨ªda en una mueca ansiosa, formaba un c¨ªrculo gr¨¢cil... Las cejas se arqueaban ligeramente, el ¨®valo de sus mejillas se alargaba. Repet¨ªas petitepomme y la sombra de una dulzura distante y enso?ada velaba tu rostro, refinaba tus facciones...
Una mujer fotografiada aspiraba a un aspecto uniformado que denotaba un refinamiento ideal de rasgos "femeninos", transmitido por medio de la belleza; y la belleza se entend¨ªa como distanciamiento de lo corriente. En la fotograf¨ªa proyectaba algo enigm¨¢tico, de ensue?o, inaccesible. En la actualidad, la idiosincrasia y la franqueza en la expresi¨®n son lo que despiertan el inter¨¦s de un retrato fotogr¨¢fico. Y el refinamiento est¨¢ demod¨¦ y parece pretencioso o fingido.
La belleza -fotografiada en la tradici¨®n principal que prevaleci¨® hasta hace poco- borraba la sexualidad de las mujeres. E incluso en las fotograf¨ªas de erotismo manifiesto, el cuerpo podr¨ªa estar contando una historia y el rostro, otra: una mujer desnuda que yace en una postura agotadoramente indecente, con brazos y piernas extendidos o que ofrece su trasero, con el rostro vuelto hacia el observador con la expresi¨®n insulsamente afable del retrato fotogr¨¢fico respetable. Las modalidades m¨¢s novedosas de fotografiar a las mujeres disimulan menos su sexualidad, y as¨ª como la exposici¨®n de las carnes femeninas anta?o prohibidas o las poses carnales a¨²n son un tema dif¨ªcil, as¨ª las respuestas inveteradas que reafirman las condescendencias masculinas hacia las mujeres bajo la guisa de la apreciaci¨®n libidinosa. La lascivia de las mujeres siempre se ha reprimido o se les ha echado en cara.
La identificaci¨®n de las mujeres con la belleza era una manera de inmovilizarlas. En tanto que el car¨¢cter evoluciona, revela, la belleza es est¨¢tica, una m¨¢scara, un im¨¢n para la proyecci¨®n. En la legendaria toma ¨²ltima de Queen Christina (La reina Cristina de Suecia), la reina -Greta Garbo-, que ha abdicado del trono de Suecia, renunciado a las prerrogativas masculinizantes del monarca a cambio de la modesta felicidad femenina, abordado el buque en el que iba a reunirse con su amante extranjero a fin de marcharse con ¨¦l al exilio, para descubrirlo herido de muerte a manos de un rechazado y vengativo pretendiente de la Corte, est¨¢ de pie en la proa del buque de cara al viento, se erige en monumento a la congoja. Mientras se preparaba la iluminaci¨®n de la toma, Garbo pregunt¨® al director, Rouben Mamoulian, en qu¨¦ deber¨ªa pensar durante el rodaje. Nada, respondi¨® c¨¦lebremente. No pienses en nada. Con la mente en blanco. Sus instrucciones produjeron una de las im¨¢genes m¨¢s intensamente emotivas de la historia del cine: a medida que la c¨¢mara se acerca y mantiene un primer plano prolongado, el espectador no puede menos que interpretar una creciente desesperanza en ese rostro incomparablemente hermoso, sin una l¨¢grima, ausente. El rostro como m¨¢scara sobre la cual se puede proyectar lo que se desee es la consumada perfecci¨®n de la mujer como objeto de la mirada. (...)
Queremos que la fotograf¨ªa no sea m¨ªtica, que est¨¦ colmada de informaci¨®n concreta. Nos sentimos m¨¢s c¨®modos con fotograf¨ªas ir¨®nicas, que no idealizan. El decoro se entiende en la actualidad como ocultaci¨®n. Esperamos que el fot¨®grafo sea audaz, incluso insolente. Quisi¨¦ramos que los sujetos fueran francos, o ingenuamente reveladores.
Por supuesto, los sujetos acostumbrados a posar -mujeres de ¨¦xito, mujeres de mala reputa-ci¨®n- ofrecer¨¢n algo m¨¢s cauteloso o desafiante.
Y el aspecto real de las mujeres y los hombres (o lo que dejan ver) no es id¨¦ntico a lo que se cree adecuado que debe presentarse ante la c¨¢mara. Lo que parece bien, o atractivo, en una fotograf¨ªa a menudo no es sino la ilustraci¨®n de la consentida "naturalidad" en la desigual distribuci¨®n de poderes convencionalmente otorgada a mujeres y hombres.
Estereotipos
Del mismo modo que la fotograf¨ªa ha favorecido mucho la confirmaci¨®n de estos estereotipos, tambi¨¦n puede dedicarse a complicarlos y socavarlos. En Mujeres, de Annie Leibovitz, vemos a las mujeres al servicio de los imperativos de la mirada. Vemos a mujeres para las cuales, a causa de la edad o de que les preocupan las obligaciones y placeres de criar ni?os, las reglas de la representaci¨®n ostentosamente femenina son irrelevantes. Son muchos los retratos de mujeres definidas por los nuevos trabajos a los que tienen acceso en la actualidad. Hay mujeres fuertes, algunas que desempe?an "trabajos de hombres"; algunas, bailarinas y atletas de poderosas musculaturas que s¨®lo comenzaron a ser visibles recientemente, cuando se fotografiaron esos cuerpos femeninos de campeonato.
Uno de los cometidos de la fotograf¨ªa es la revelaci¨®n, y el establecimiento de nuestro sentido, de la diversidad del mundo. No es la presentaci¨®n de ideales. No hay programa salvo el de la diversidad y el inter¨¦s. No hay juicio, lo que por supuesto es un juicio en s¨ª mismo.
Y la diversidad es en s¨ª misma un ideal. Queremos saber que por cada esto hay un aquello. Queremos tener una pluralidad de modelos.
La fotograf¨ªa est¨¢ al servicio de un ethos poscr¨ªtico que est¨¢ ganando influencia en las sociedades cuyas normas se extraen de las pr¨¢cticas del consumismo. La c¨¢mara nos muestra muchos mundos, y el meollo es que todas las im¨¢genes son v¨¢lidas. Una mujer puede ser una polic¨ªa o una reina de la belleza o una arquitecta o un ama de casa o una f¨ªsica. La diversidad es un fin en s¨ª mismo; muy celebrada en los Estados Unidos de la actualidad. Una fe muy estadounidense, muy moderna en la posibilidad de transformaci¨®n personal continua. Por lo general, una vida se refiere, al fin y al cabo, a un estilo de vida. Los estilos cambian. Esta celebraci¨®n de la variedad, de la individualidad, de la individualidad como estilo, mina la autoridad de los estereotipos sexuales y se ha convertido en una inexorable fuerza opuesta a la intolerancia que a¨²n les niega a las mujeres m¨¢s que un acceso testimonial a numerosas ocupaciones y vivencias.
Que las mujeres, en la misma medida que los hombres, deber¨ªan ser capaces de satisfacer su individualidad es, por supuesto, una idea radical. En esta formulaci¨®n, para bien o para mal, el tradicional reclamo feminista de justicia para las mujeres ha llegado a parecer veros¨ªmil.
Un libro de fotograf¨ªas, un libro sobre las mujeres, un proyecto muy estadounidense: generoso, ardiente, inventivo, abierto. Nos compete a nosotros decidir qu¨¦ pensar de estas im¨¢genes. Al fin y al cabo, una fotograf¨ªa no es una opini¨®n, ?o s¨ª?
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