Cazadores de chollos
Despu¨¦s de la org¨ªa de compras que hemos vivido en la temporada de navidades y Reyes, este cronista se preguntaba si todav¨ªa pod¨ªan quedar ganas de seguir comprando el d¨ªa de estreno de las rebajas. No era imposible que esa escena que todos los a?os nos ofrecen las televisiones, la de una masa de voraces consumidores lanz¨¢ndose a grito pelado por las puertas de El Corte Ingl¨¦s, fuese mentira. No hay nada m¨¢s f¨¢cil que manipular im¨¢genes.
Pues bien, este cronista puede constatar y constata que el lunes 8 de enero por la ma?ana a¨²n hab¨ªa gente con ganas de comprar, y que la escena recogida por las c¨¢maras es real y no est¨¢ trucada. Hubo gritos y carreras, como en la tele, aunque unos y otros fueran innecesarios, dada la escasa magnitud del tropel. Porque lo cierto es que la masa de compradores impacientes que esperan a que bajen las puertas de El Corte Ingl¨¦s a las diez en punto de la ma?ana para abalanzarse sobre las rebajas es muy escu¨¢lida. A lo sumo dos o tres centenares de personas entre la puerta del chafl¨¢n de ronda de Sant Pere y la de la plaza de Catalunya, y eso incluyendo a varias docenas de periodistas, y tambi¨¦n, novedad de este a?o, un grup¨²sculo de manifestantes con pancartas que recomendaban, por ejemplo, no comprar productos fabricados por trabajadores cuyo sueldo no fuera digno. Nadie iba a tener tiempo de averiguarlo el d¨ªa del estreno.
Los compradores de rebajas del primer d¨ªa son personas muy especiales. Siguiendo la pista de varios, escaleras mec¨¢nicas arriba y abajo, este cronista ha podido constatar que hab¨ªa un importante grupo de se?oras de la tercera edad que han dirigido sus pasos a sendas mesas en las que se anunciaban prendas de g¨¦neros de punto a 12 y a 19 euros la pieza. En cinco minutos lo han revuelto todo. Un caballero m¨¢s joven y otra se?ora sesentona con su marido han despreciado este subsector y han seguido subiendo hasta la planta de electr¨®nica, en donde han analizado con detalle la rebaja de los televisores de pantalla plana, y han decidido que, no siendo ese ahorro significativo, no era a¨²n el momento.
Otros compradores del primer minuto eran m¨¢s peculiares. Por ejemplo, ese muchacho, montador de Pladur, seg¨²n rezaba la sudadera de su empresa, que ha utilizado apenas 10 minutos para subir a la planta joven, hacerse con un par de prendas, pagar y salir de estampida. "?Eh, espere, que le doy el ticket!", gritaba a su espalda la dependienta. A las 10.15, saltando de tres en tres los pelda?os de la escalera mec¨¢nica, casi arrollando a este cronista, ya hab¨ªa hecho su compra y se iba a montar tabiques. O, por ejemplo, ese caballero de aspecto sovi¨¦tico que, en la secci¨®n de alta peleter¨ªa de la primera planta del mismo centro, rogaba a la dependienta que se probara un chaquet¨®n de vis¨®n, un tres cuartos con cintur¨®n que a ella, de 1,80 metros con zapato plano, le sentaba muy bien. O esa se?ora que, ya en la caja, dudaba entre un jersey de 69 euros y otro de 79 que, al ir a pagar, acababa de ver por el rabillo del ojo. "No, se?ora, que el de ah¨ª cuesta 790", ha tenido que advertirle la dependienta. Los chollos de las rebajas son menos chollos de lo que uno cree. Naturalmente, en Loewe de paseo de Gr¨¤cia hab¨ªa s¨®lo dos personas, y eso que all¨ª se pod¨ªan ganar 600 euros en un minuto comprando a mitad de precio una americana de 1.200. Gonzalo Comella estaba casi igual de vac¨ªo, a esa hora madrugadora, pero en Adolfo Dom¨ªnguez, siempre en el mismo paseo, ya hab¨ªa compradores saliendo con bolsas. All¨ª se pod¨ªan ganar apenas 60 euros comprando a 130 una americana de 190, pero claro, el precio era m¨¢s asequible que en Loewe. Sin cambiar de zona, Zara y Mango herv¨ªan de actividad, y la gente joven compraba con la tensi¨®n propia de las actividades placenteras, o del goce, por decirlo a lo lacaniano.
Finalmente, lo m¨¢s impresionante ha sido sin duda el gent¨ªo que atestaba Furest, que a las 10.20 no s¨®lo padec¨ªa un lleno casi completo, como un vag¨®n de metro dos horas antes, sino que ya mostraba incluso una cola de compradores cargados de camisas, corbatas y pantalones. Casi 15 personas que esperaban para pagar, y lo hac¨ªan educada y discretamente, como es de esperar entre la gente bien de esta ciudad. Aunque las c¨¢maras no lo suelan registrar, tambi¨¦n la clase media y media alta est¨¢ integrada por multitud de cazadores de chollos.
"Creo en el comercio", dice Frank Bascombe, el antih¨¦roe de la saga novel¨ªstica de Richard Ford. Este cronista suscribe la fe en esa actividad, la ¨²nica que garantiza la sostenibilidad de nuestro ate¨ªsmo. Y para los catalanes, inveterados cazadores de los chollos de la naturaleza (que no otra cosa son las setas), esta creencia sigue siendo firm¨ªsima. Como prueba de ello, este cronista se da cuenta tard¨ªamente de que escribe estas l¨ªneas con una camisa roja Ralph Lauren adquirida, por supuesto, en tiempo de rebajas, y unos pantalones chinos de Levi's procedentes de la misma clase de magn¨ªfico negocio.
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