Desconcertados
En este momento lo que m¨¢s une a los espa?oles es el desconcierto. Confundidos andan los que se agarraron, como a un clavo ardiendo, a la tesis del complot, que ve¨ªan confirmado en el supuesto af¨¢n del Gobierno de impedir a todo trance que se conociese la verdad de lo ocurrido el 11-M. Para los que estaban convencidos de que los socialistas hab¨ªan llegado al poder gracias a un pacto que les compromet¨ªa a entregar a ETA todo lo que pidiese, empezando por el Estatuto de Catalu?a, no entienden en absoluto por qu¨¦ habr¨ªa de ser tan est¨²pida como para cerrar violentamente un proceso que les era tan favorable.
No puede ser verdad a la vez que Zapatero fuese un traidor dispuesto a hacer las mayores concesiones con tal de permanecer en el poder, y que ETA le haya descalificado de manera tan brutal, arriesgando incluso su reelecci¨®n. Zapatero habr¨ªa pactado con ETA, pero ¨¦sta se comporta de la manera que m¨¢s favorece al PP.
Turbados se hallan tambi¨¦n todos los que creyeron las repetidas manifestaciones del presidente de que, pese a que fuese un proceso necesariamente largo y dif¨ªcil, se marchaba por el buen camino. Un d¨ªa antes, los que confiaban en el presidente tuvieron que aguantar la cursilada de la medallita "hoy m¨¢s que ayer y menos que ma?ana". Aceptaban a rega?adientes que no se diese la menor pista, convencidos de que hablar de las negociaciones era obviamente perjudicial. Resultaba duro renunciar a la transparencia, inherente a la democracia, pero se sacrificaba a la esperanza de que llegar¨ªa el d¨ªa en que el secretismo diese su fruto. Al fin y al cabo, reconfortaba la seguridad de que daba muestra el presidente, confirmada por todos los que le visitaron, supuestamente basada en informaciones contrastadas a las que ¨¦l s¨®lo tendr¨ªa acceso. Se comprende la conmoci¨®n sufrida al comprobar que el proceso estaba en manos de una persona que, pese a no disponer de una informaci¨®n fiable, se hab¨ªa mostrado tan confiada.
Porque lo m¨¢s descorazonador de esta historia ha sido asistir al desplome de los servicios secretos, cuando son, o al menos debieran ser, el instrumento principal de la lucha antiterrorista. Sobre tama?a incompetencia de inmediato se fabulan las m¨¢s variadas leyendas, sac¨¢ndose algunos de la manga una vez m¨¢s la teor¨ªa de la conspiraci¨®n, seg¨²n la cual habr¨ªan enga?ado al presidente para deshacerse de ¨¦l. Llama la atenci¨®n que en el aeropuerto se revise hasta la pasta de dientes de los pasajeros, humill¨¢ndolos a andar sin cintur¨®n con el pantal¨®n a rastras, cuando sin vigilancia alguna se puede aparcar una furgoneta cargada de explosivos.
Lo que m¨¢s ha perturbado a los convencidos de que a la larga no hay alternativa a una "pol¨ªtica de paz" es que cuanto m¨¢s se agolpaban los indicios -robo de pistolas, informes de la polic¨ªa francesa, aumento de la violencia callejera- m¨¢s se enroncaba el presidente en la certeza de que, aunque detenido quiz¨¢s ante obst¨¢culos por el momento insalvables, el "proceso" no estaba amenazado. En fin de cuentas, ETA no tendr¨ªa otra opci¨®n que buscar una salida negociada. Lo m¨¢s probable es que nunca conozcamos la causa de tama?o empecinamiento, pero es de la m¨¢xima importancia que este, o el siguiente, Gobierno elimine la que haya sido. Se podr¨¢, o no, estar de acuerdo en que en este momento el deber de la oposici¨®n sea poner al presidente contra las cuerdas, pidi¨¦ndole explicaciones. Lo que es obvio es que no acudir¨¢ al Parlamento hasta que con los dem¨¢s partidos haya elaborado, no tanto una explicaci¨®n de lo ocurrido como un proyecto com¨²n para el futuro.
Y ahora ?qu¨¦?, nos preguntamos desconcertados, aunque no quepa la menor duda de que se volver¨¢ a enunciar lo de siempre, que es preciso intensificar los medios policiales y jur¨ªdicos de que dispone el Estado de derecho, para acabar con ETA lo antes posible, a sabiendas de que lo que no se ha conseguido en 40 a?os tampoco se va lograr en un plazo previsible. Despu¨¦s de habernos hecho la ilusi¨®n de que a mediano plazo se divisaba una salida del t¨²nel, resultamuy duro comprobar que el terrorismo independentista vasco puede seguir dominando la pol¨ªtica espa?ola los pr¨®ximos decenios.
Cierto que tampoco se me alcanza otra respuesta, pero s¨¦ que no basta para superar la actual divisi¨®n entre los que creen en que con medios policiales se puede derrotar a ETA, prueba de ello es que se hab¨ªa estado a punto de conseguirlo, y los que estiman que, siendo imprescindibles, no bastan; al final ser¨¢ necesario un empuj¨®n negociado. Me temo que hasta las elecciones del 2008 una parte de los espa?oles contin¨²e aferrada al mito de que ETA estaba dando las ¨²ltimas boqueadas, cuando una tregua-trampa le permiti¨® otra vez reorganizarse y rearmarse. La "paz negociada" de Zapatero no habr¨ªa tenido otro efecto que darla nuevos br¨ªos. Mientras la otra, para esc¨¢ndalo de la anterior, seguir¨¢ pensando que la ¨²nica salida es una negociada, eso s¨ª, cuando, antes o despu¨¦s, llegue el d¨ªa en que ETA est¨¦ madura para entrar de verdad en una negociaci¨®n, no sobre el futuro del Pa¨ªs Vasco, que el asesinato no legitima para tomar decisiones pol¨ªticas, sino ¨²nicamente sobre el modo de disolverse y, eventualmente, cu¨¢l podr¨ªa ser el destino de los presos. Entretanto, habr¨¢ que perseguirla con el m¨¢ximo rigor que permitan los medios legales de que se dispone.
Lo m¨¢s grave son las connotaciones electoralistas ligadas a esta tr¨¢gica historia. La politizaci¨®n partidaria de la lucha antiterrorista est¨¢ en la base de la quiebra social. Circulaba como si fuese moneda de ley la idea de que si se avanzaba en el proceso, por lo menos si se llegaba a marzo del 2008 sin muertos, los socialistas ganar¨ªan las elecciones; en cambio, si ETA volv¨ªa a matar, la victoria ser¨ªa del PP. No s¨®lo los partidos, sino una buena parte de los ciudadanos est¨¢n ahora sobre todo preocupados por la repercusi¨®n electoral del fiasco vivido. A este respecto, perm¨ªtaseme una doble advertencia. En las pr¨®ximas elecciones, al dominar criterios locales, aunque m¨¢s en las municipales que en las auton¨®micas, s¨®lo de manera marginal el actual estado de ¨¢nimo se reflejar¨¢ en los resultados. No obstante, me temo que se intente esquivar el tema estrella de la corrupci¨®n urban¨ªstica, poniendo en un primer plano el fracaso de la pol¨ªtica antiterrorista o los temores crecientes que levanta la inmigraci¨®n ilegal. En cuanto a las elecciones generales, no tiene el menor sentido hacer c¨¢balas sobre unos comicios que tardar¨¢n m¨¢s de un a?o en celebrarse. En pol¨ªtica una semana puede ser una eternidad. Lo ¨²nico que cabe anunciar solemnemente es que si se sigue atizando la divisi¨®n actual y ETA permanece el tema principal de divisi¨®n, la politizaci¨®n partidista de los temas de Estado puede llevar a que la confrontaci¨®n alcance tales dimensiones que se arrastre a votar a una izquierda desilusionada con Zapatero, que por su natural tiende a la abstenci¨®n, pero que una derecha agresiva podr¨ªa arrastrar de nuevo a las urnas.
La participaci¨®n es el factor que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, va a designar al ganador. El triunfo del PSOE en el 2004 signific¨® casi 10 puntos m¨¢s de participaci¨®n que la mayor¨ªa absoluta del PP en el 2000. En cada elecci¨®n la derecha moviliza todos sus efectivos; la izquierda, en cambio, para ganar necesita ser espoleada por una derecha belicosa.
Mientras esperamos los acontecimientos muchos seguiremos deshojando la margarita: es un audaz que, confiando en su suerte, se lo juega todo a una carta, o su audacia innegable se vincula a una reflexi¨®n que calcula hasta d¨®nde puede llegar y con qu¨¦ consecuencias. En todo caso, importa tener muy presente que los riesgos aumentan en proporci¨®n directa al empe?o en salir de la rutina. Como sab¨ªa muy bien Maquiavelo, el que se atreve a cambiar algo cuenta con el rencor de los que est¨¢n en contra, sin que se lo agradezcan los que estuvieren a favor.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa y autor de A vueltas con Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Abandono lucha armada
- Opini¨®n
- Robos terroristas
- Ruptura negociaciones
- PP
- Orden p¨²blico
- Negociaciones ETA
- Presidencia Gobierno
- Infraestructura terrorista
- Planes terroristas
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Seguridad ciudadana
- Negociaciones paz
- ETA
- Lucha antiterrorista
- Proceso paz
- Grupos terroristas
- Partidos pol¨ªticos
- Administraci¨®n Estado
- Espa?a
- Conflictos
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Terrorismo
- Justicia