Historias sobre la fugacidad
El paso del tiempo, las oportunidades fallidas y sus demoledores efectos sobre el amor aparecen como los hilos conductores de este libro de relatos que el estadounidense James Salter escribi¨® con una asombrosa sencillez y una gran sabidur¨ªa. Se trata de cuentos donde los personajes suelen ser gente que se halla desorientada y que, en un momento determinado, se interroga sobre el sentido de su vida.
LA ?LTIMA NOCHE
James Salter
Traducci¨®n de Luis Murillo Fort
Salamandra. Barcelona, 2006
160 p¨¢ginas. 11,90 euros
Casi dos decenios han transcurrido desde que James Salter ofreciera al lector un nuevo libro. En Espa?a lo hemos conocido tan s¨®lo en los ¨²ltimos a?os, de la mano de la casa editorial El Aleph, y su recepci¨®n ha estado claramente por debajo de su innegable calidad. Vamos a confiar en que este libro de relatos haga de gancho otra vez y nos introduzca en la escritura de un tipo aparentemente discreto y literariamente imbatible. Salter es un relator de los asuntos de la gente media norteamericana, pero su capacidad de trasmutarlos en literatura lo levanta por encima de tantos buenos profesionales que se ocupan del lado oscuro del sue?o americano. La calidad de trazo psicol¨®gico de sus personajes y el modo de perfilar honestamente un conflicto dram¨¢tico se manifiesta con fuerza en una novela como A?os luz -y ¨¦sa es una de sus bazas como escritor-, pero hasta ahora no hab¨ªa conseguido llegar al grado de depuraci¨®n que muestra en este libro de relatos.
Hay escritores a los que uno lee como si cabalgara un fogoso caballo y los hay que, disponiendo de semejante intensidad, prefieren la serenidad que transmite sabidur¨ªa. Es el caso de Salter en La ¨²ltima noche. Los suyos son cuentos que aparecen ante el lector no como entidades formidables, sino como esa r¨¢faga de viento que transforma un paisaje a los ojos del que mira y despu¨¦s desaparece dej¨¢ndolo con la sensaci¨®n de que ha sucedido algo que afecta a su vida y, por lo tanto, es memorable. Son cuentos de gente m¨¢s bien perdida, emocionalmente perdida e instalada en la madurez; hombres y mujeres de clase media o media alta, tocados por la vida, solos, divorciados, en pareja... que se preguntan repentinamente por el sentido de su vida. En ellos concurren varios asuntos; el m¨¢s importante de todos es la fugacidad; o quiz¨¢ no sea el m¨¢s importante sino el m¨¢s com¨²n a todas las historias.
Un segundo asunto de igualimportancia, digamos que complementario, es la imagen del tiempo perdido, no porque se haya perdido por s¨ª mismo, sino porque representa la oportunidad fallida, la elecci¨®n que no debi¨® de ser, incluso la lealtad mal entendida, que se contempla desde el presente. Y lo que remata y cierra el c¨ªrculo es el desamor; el desamor -en sus m¨²ltiples facetas- como resultado de una elecci¨®n; la p¨¦rdida concebida como algo que ha sucedido, pero que no ha sido enfrentado. Y, naturalmente, el problema del tiempo nos sumerge en lo inasumible de la p¨¦rdida.
Salter tiene muy buen cuidado de no abandonarse a la nostalgia y consigue librarse de ese lastre por su admirable tratamiento de la fugacidad. La fugacidad se concibe como una forma de realidad y nada m¨¢s (y nada menos), no como la sola emotiva representaci¨®n de una p¨¦rdida, lo cual ayuda a elevar la temperatura dram¨¢tica de los relatos de manera convincente.
El estilo de Salter en estos cuentos se apoya, sobre todo, en el valor, la relevancia que concede a lo aparentemente irrelevante. Su m¨¦todo es el de reunir en un mismo tronco varias ramas que no tienen una relaci¨®n evidente entre s¨ª sino tan s¨®lo un denominador com¨²n (suele ser un personaje) que poco a poco va descubriendo que todas nacen del mismo ¨¢rbol. Tambi¨¦n utiliza desplazamientos de tiempo dentro de una misma historia para lograr una expresividad mayor y una permanente llamada de atenci¨®n al lector para que no pierda en ning¨²n momento el valor de lo sugerente, de lo sugerido. En verdad, los relatos semejan, tanto en su consecuci¨®n como en su tono y en su aparente ligereza, en su tambi¨¦n aparente nimiedad, una acuarela, una de esas maravillosas acuarelas cuya pericia en la pincelada fija la imaginaci¨®n del observador y lo embarca en un fascinante viaje hacia el conocimiento.
Entre todos los cuentos de un conjunto soberbio, destaca el que da t¨ªtulo al libro, un relato que linda la genialidad y que es, adem¨¢s, un relato de nuestro tiempo, es decir, un relato que s¨®lo puede contarse as¨ª porque es un exacto hijo de su tiempo, de las convenciones, el modo de ser y de entender la vida, el dolor y la extenuaci¨®n que se corresponde con este tiempo que nos ha tocado vivir, lo que lo convierte en un relato aut¨¦nticamente original. Pero lo mejor del libro es su unidad, su transparencia y -como sucede con todo lo que es verdaderamente transparente- la impecable y arrebatadora sencillez con que se nutre de la ¨²ltima verdad de la literatura: esa manera de contar cuya esencia es lo misterioso de la realidad.
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