El caos como norma
Cuando se critica con toda justicia el c¨²mulo de errores que ha cometido la Administraci¨®n Bush en Irak, especialmente desde la derrota del Ej¨¦rcito iraqu¨ª y el derrocamiento de Sadam Husein, parece olvidarse un peque?o detalle. Irak no est¨¢ situado en la pen¨ªnsula escandinava, ni su entorno lo constituyen una serie de democracias europeas, que, por cierto, se enzarzaron en dos guerras mundiales no hace ni siquiera un siglo. La disoluci¨®n del Ej¨¦rcito y la polic¨ªa iraqu¨ªes, la destituci¨®n de los afiliados al partido ¨²nico Baaz de la Administraci¨®n y el cierre de las empresas estatales, que provocaron no s¨®lo un vac¨ªo de poder sino decenas de miles de parados en un pa¨ªs empobrecido, salvo para Sadam y sus secuaces, por las sanciones de la ONU tras la I Guerra del Golfo, ser¨¢n estudiadas como paradigma de los errores que no se deben cometer.
Pero, establecida la premisa, ?cu¨¢l era la situaci¨®n en el Pr¨®ximo y Medio Oriente antes de la invasi¨®n estadounidense? Cualquier parecido a un remanso de paz es pura coincidencia. En realidad, la zona ha sido siempre un barril de p¨®lvora desde la derrota del Imperio otomano en la I Guerra Mundial, en la que los magnicidios, los asesinatos, las tiran¨ªas, los golpes de Estado y las guerras han sido la norma. Desde 1948, hay que registrar tres guerras en un intento de aniquilar el Estado israel¨ª; una guerra civil de 15 a?os en L¨ªbano, el asesinato de Anuar el Sadat; la revoluci¨®n isl¨¢mica en Ir¨¢n, seguida por una guerra de ocho a?os con el Irak de Sadam con el resultado de cerca de un mill¨®n de muertos; golpes y contragolpes de Estado en Siria e Irak hasta la instalaci¨®n de las implacables dictaduras de Hafed el Asad y Sadam, y la invasi¨®n de Kuwait. En fin, el caos como norma, acentuado ahora por el enfrentamiento sectario en la antigua Mesopotamia y las ambiciones nucleares iran¨ªes. Se puede y se debe acusar a Bush por aventurismo y su incapacidad para gestionar la situaci¨®n en Irak. Pero, ?alguien piensa que sin invasi¨®n Sadam se hubiera conformado con seguir cruzado de brazos en Bagdad, encerrado en sus palacios sin intentar urdir alg¨²n que otro plan de conquista en Oriente Medio? Porque las armas de destrucci¨®n masiva no se encontraron, pero utilizarlas, las utiliz¨® anteriormente contra kurdos y chi¨ªes. Y ambiciones at¨®micas las ten¨ªa, como lo demostr¨® con la instalaci¨®n de un reactor nuclear en Osirak, que, por cierto, le vendi¨® Jacques Chirac en sus tiempos de primer ministro y que fue destruido por la aviaci¨®n israel¨ª en 1981. Exam¨ªnense los contratos franceses y rusos con el Irak de Sadam y se entender¨¢n a la perfecci¨®n las posturas de Francia y Rusia en el Consejo de Seguridad en contra de la invasi¨®n. En efecto, la invasi¨®n fue contraria a la legalidad internacional, como la de los Balcanes. Pero esa legalidad no fue la ¨²nica inspiradora de las actitudes de algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
El actual caos iraqu¨ª es fruto de los errores de Bush. Pero el turbulento pasado de Irak tampoco contribuye a facilitar una reconciliaci¨®n nacional. Desde el dominio otomano, Irak ha estado gobernado por una minor¨ªa sun¨ª que ha impuesto su voluntad a otra minor¨ªa, la kurda, y a la mayor¨ªa chi¨ª. Y ahora, chi¨ªes y kurdos creen llegada la hora de su desquite. La nueva estrategia de Bush, comprobada la inutilidad de la antigua, consiste en una combinaci¨®n de medidas militares y pol¨ªticas, que no funcionar¨¢n sin el pleno apoyo de Nuri al Maliki, el primer ministro chi¨ª. Pero los sun¨ªes, a pesar de contar con un vicepresidente y varios ministros, desconf¨ªan de la voluntad o del poder de Maliki para desarmar a las milicias chi¨ªes, desconfianza compartida por los pa¨ªses sun¨ªes de la zona -Egipto, Jordania, Arabia Saud¨ª y los emiratos del Golfo-, como acaban de declarar sus dirigentes durante la reciente visita de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice. Apoyan el plan Bush, "siempre que Maliki lo cumpla". Si no, adoptar¨¢n medidas para proteger a sus hermanos sun¨ªes. El caos amenaza con perpetuarse y, si fracasa la nueva estrategia, provocar un conflicto regional.
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