Bandas y racismo
Los enfrentamientos entre grupos de j¨®venes, espa?oles por un lado y latinoamericanos por otro, producidos estos d¨ªas en Alcorc¨®n, cerca de Madrid, y que se saldaron con varios heridos, uno muy grave, han de considerarse un s¨ªntoma muy serio de realidades sociales que no deber¨ªan ser subestimadas por nadie, empezando por las autoridades. Independientemente de la naturaleza de la chispa que encendi¨® la hoguera, lo cierto es que el fuego alcanz¨® proporciones alarmantes, con un componente xen¨®fobo que no puede ser ignorado.
Esa localidad de 160.000 habitantes ha vivido en los ¨²ltimos meses diferentes episodios de violencia protagonizada por bandas latinas. Se trata de un fen¨®meno muy extendido en los suburbios de algunas urbes latinoamericanas, en los que, frente a la impotencia de las instituciones, reina la ley del barrio impuesta por bandas juveniles. Probablemente, es la concentraci¨®n de poblaci¨®n inmigrante en la periferia de Madrid, en ocasiones con estructuras pr¨®ximas al gueto, lo que est¨¢ propiciando el traslado mim¨¦tico de ese tipo de comportamientos.
Estos comportamientos indican que algo est¨¢ fallando en las pol¨ªticas de integraci¨®n de los inmigrantes, y en particular de los adolescentes, en las estructuras sociales (escuela, deporte y ocio) y en las pautas culturales que fundan la convivencia. Cuanto menor es la capacidad de integraci¨®n, mayor es el atractivo de esas bandas sobre unos j¨®venes ansiosos de identidad y de l¨ªderes. De entrada, hay que cortar las pr¨¢cticas delictivas con los procedimientos propios de cualquier pa¨ªs civilizado: una acci¨®n policial severa pero proporcionada en defensa de los ciudadanos que se encuentran sometidos a abusos de hecho, como impedirles acceder a determinadas actividades o lugares que las bandas controlan con criterios mafiosos. Y adem¨¢s, en defensa de las pol¨ªticas de integraci¨®n, porque nada interfiere tanto en ellas como la impunidad de quienes vulneran la ley y abusan de los dem¨¢s.
Pero no basta con tales medidas. Ciudades europeas como Barcelona o G¨¦nova han abordado pol¨ªticas de prevenci¨®n del fen¨®meno de las bandas latinas que hasta el momento parecen dar buenos resultados. En el caso de Barcelona, el di¨¢logo ha dado lugar a un plan de integraci¨®n impulsado desde el Ayuntamiento que ha permitido su articulaci¨®n como asociaci¨®n cultural, con el compromiso de renuncia a la violencia.
La otra cara del problema es la respuesta que se ha generado en la poblaci¨®n aut¨®ctona, tambi¨¦n violenta y con un componente racista, y extendida con ayuda de mensajes por tel¨¦fono m¨®vil. El hecho de que grupos numerosos de j¨®venes as¨ª convocados hayan intentado tomarse una supuesta justicia por su mano, poniendo tanto ah¨ªnco en eludir la contenci¨®n policial como en perseguir a los adversarios, indica igualmente que algo muy grave est¨¢ ocurriendo entre nosotros. Es sabido que cuando este tipo de chispas saltan siempre hay pir¨®manos dispuestos a atizarlas, alentando los m¨¢s bajos instintos de j¨®venes y adolescentes. Algunas convocatorias por SMS para repetir los enfrentamientos violentos tienen un fuerte acento xen¨®fobo. Y esto es algo que tampoco puede tolerar una sociedad civilizada.
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