Amor a cuatro patas
Zeus se metamorfose¨® en cisne para seducir a Leda, y en serpiente para llevarse al huerto a Pers¨¦fone. La esposa del rey Minos se prend¨® de un toro y pari¨® un minotauro. La mitolog¨ªa est¨¢ repleta de ejemplos de apareamiento entre animales y hombres, pero no hace falta ir tan atr¨¢s en el tiempo para encontrarlos. Henri Charri¨¨re narra en Papill¨®n las relaciones entre un preso de la Isla del Diablo y una vaca. Uno de los protagonistas de Sexo oral, documental de Chus Guti¨¦rrez sobre la primera experiencia amatoria de gente de su entorno, explica con naturalidad c¨®mo se tir¨® a una oveja, cosa que, dice, en el puro monte no es del todo extra?a...
Martin, arquitecto protagonista de La cabra, es fiel a su esposa, hasta que un d¨ªa, buscando un nido de amor en el campo para los fines de semana, tiene un ¨¦xtasis en presencia de una cabra: "Estaba all¨ª mir¨¢ndome, tan tierna, inocente y pura...".
Tanto le encandila el animal que Martin no piensa en adelante en otra cosa. Vi¨¦ndole ausente, su amigo Ross no para de preguntarle qu¨¦ le pasa: en cuanto lo averigua, se lo chiva a su esposa: "Te est¨¢n poniendo los cuernos con una cabra". El tema da para una comedia disparatada, pero Edward Albee se lo toma en serio y teje una tragedia grotesca.
Despu¨¦s de 20 a?os de matrimonio, Stevie, mujer de Martin, estaba preparada para lo peor: una infidelidad, la invalidez de su esposo..., incluso para escuchar que se la pegaba con un hombre, pero esto le parece el horror supremo, el mayor de los desprecios: "Qu¨ªtame tus pezu?as, tus patas, hueles a chota, a mierda", le grita cuando intenta acerc¨¢rsele para explicarle que la quiere m¨¢s que nunca.
Desconcierto
La cabra ha sido un ¨¦xito en Nueva York, Londres, Par¨ªs..., y en Barcelona, de donde viene este montaje por el que Jos¨¦ Mar¨ªa Pou, su director, protagonista y traductor, ha obtenido el Nacional de Teatro. Su puesta en escena y la interpretaci¨®n de todos es rigurosamente seria, pero el p¨²blico se troncha. El contraste entre lo chusco de la situaci¨®n, el dramatismo con que Stevie la vive y el desconcierto permanente de Martin son descacharrantes: "?Porque no s¨¦ explicar lo que me pasa ni sois capaces de entenderlo tenemos que negar que haya sucedido?", se queja.
Los dos primeros actos de La cabra son redondos y acaban en alto. El tercero, donde Albee se pregunta sobre la naturaleza polimorfa del deseo, sobre sus l¨ªmites, no es tan fino, pero el remate de la obra es magn¨ªfico, de tragedia griega. Y absolutamente inesperado. El montaje funciona como un mecanismo humor¨ªstico de relojer¨ªa. Merc¨¦ Ar¨¤nega y Pou mantienen un tour de force interpretativo sin declives y Juanma Lara est¨¢ a su nivel en el papel de amigo metomentodo.
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