Caviar y comunismo
"?C¨®mo nos han enga?ado Eusebio!". "?A unos m¨¢s que a otros, a unos m¨¢s que a otros, Ram¨®n!". ?sta era una de las conversaciones que Eusebio Cimorra hab¨ªa mantenido en Mosc¨² con un oscuro empleado, con un maduro comunista, laureado y al mismo tiempo aislado. Un camarada que conoc¨ªa horas bajas. Un h¨¦roe de otro tiempo, de otro comunismo era Ram¨®n Mercader, y hab¨ªa sido el asesino de Trotski.
Eran los a?os en que se empezaba a hablar de Eurocomunismo, los a?os en que el estalinismo hab¨ªa que disimularlo, depurarlo, olvidarlo. Mercader, autor de uno de los m¨¢s famosos cr¨ªmenes de Stalin, dif¨ªcilmente podr¨ªa olvidar su pasado. Poco, casi nada, ten¨ªa entonces que ver con Eusebio Cimorra, un comunista que hab¨ªa aparcado hace tiempo su estalinismo -si es que alguna vez lo tuvo-, un intelectual que hab¨ªa sabido adaptarse a las nuevas circunstancias.
S¨ª, tambi¨¦n le hab¨ªan enga?ado. Tambi¨¦n Cimorra era uno de esos comunistas que hab¨ªan visto el sistema por dentro, que hab¨ªan sufrido su burocracia, que conoc¨ªa su corrupci¨®n y que disimulaba en su puesto, m¨¢s o menos privilegiado, de trabajo en Radio Mosc¨². S¨ª le hab¨ªan enga?ado, pero nunca us¨® un piolet para matar a nadie. Era un intelectual, no un hombre de acci¨®n.
El joven periodista madrile?o, Eusebio Cimorra, como tantos de su generaci¨®n, hab¨ªa sido seducido por los logros de la Revoluci¨®n sovi¨¦tica. Hab¨ªa que cambiar el mundo, hab¨ªa que parar el fascismo. Dirigi¨® el Mundo Obrero en el Madrid resistente, en el Madrid cada vez m¨¢s sovietizado de los a?os de la Guerra Civil. Miembro del partido, privilegiada cabeza, buen escritor y excelente voz, fue Eusebio Cimorra uno de los periodistas espa?oles que mejor vivi¨® en su largo exilio sovi¨¦tico.
Era un esteta comunista, cada vez m¨¢s esteta, cada a?o menos comunista. Muchos de los discursos de algunos de los m¨¢s destacados dirigentes del comunismo espa?ol pasaron por la pluma de Cimorra. Y ¨¦l mismo, con su profunda y clara voz de madrile?o castizo, fue una de las voces m¨¢s conocidas de la m¨ªtica Radio Mosc¨².
Perteneci¨® al Komintern, era uno de los intelectuales espa?oles que conocieron m¨¢s profundamente los cambios del sistema, del estalinismo sin fisuras a la desestalinizaci¨®n sin dudas. El esp¨ªritu de Eusebio Cimorra, culto, ir¨®nico, esc¨¦ptico y bon vivant poco se correspond¨ªa a la oficial sobriedad de aquella sociedad cerrada. Austeros hacia fuera, vividores hacia dentro. Alguna vez ha contado Cimorra sus fiestas moscovitas, sus escapadas a la dacha, sus reuniones con vodka y caviar. Era vital y vividor, le hubiera gustado tener el exilio de su amigo Alberti o el de algunos de los comunistas que estaban en M¨¦xico, pero su pertenencia al partido, los secretos del poder que conoc¨ªa, su atadura al Komintern le hac¨ªan ser reh¨¦n de su propia condici¨®n de comunista privilegiado.
Cada vez menos comunista, cada vez m¨¢s simulador, Cimorra estaba deseando volver a Espa?a, recuperar su ciudad, sus ritos que no olvid¨®, que a?oraba, desde el verm¨² a las copas en Chicote al terminar en la redacci¨®n del peri¨®dico.
Hab¨ªa que esperar la muerte del dictador; ¨¦l ya sab¨ªa que los dictadores, las dictaduras, tambi¨¦n mor¨ªan, aunque fuera de viejas y en la cama. Nunca perdi¨® su aspecto de dandi intelectual, mucho m¨¢s cercano a un corresponsal ingl¨¦s que a un esp¨ªa sovi¨¦tico, mantuvo sus ritos de fumador de pipa y era de conversaci¨®n larga, tan larga como pudiera durar la botella de co?ac que gustaba paladear en compa?¨ªa.
Pudo regresar en el a?o 1977. Le emocion¨® el regreso a la ciudad perdida, vivi¨® cerca de su querido parque del Retiro y fue feliz en compa?¨ªa de su familia espa?ola. Una peculiar familia que le entroncaba con el mundo art¨ªstico y con el mundo de la banca. T¨ªo de la actriz Ana Castor y familia directa de los Scola, no era raro ver al esteta comunista Eusebio Cimorra en la boda de la cantante Sade -que se cas¨® con un Scola- en una fiesta de la far¨¢ndula con su sobrina Ana Castor, con los Fierro o con Patxi Andi¨®n. Parte de la curiosa familia que admiraba y quer¨ªa a este t¨ªo que lleg¨® del fr¨ªo, que se trajo consigo muchas historias para no dormir, incluso para no contar por si el espionaje sovi¨¦tico no estaba liquidado del todo. Era un placer o¨ªrle contar historias de primera mano de los excesos, torpezas y disparates del comunismo del caviar. Tambi¨¦n recordaba historias de la nobleza y la entrega de tantos camaradas que fueron enga?ados. Unos m¨¢s que otros, unos m¨¢s que otros.
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