Zaplana y el gran vac¨ªo
Las ¨¦lites empresariales y sociales de Valencia no acudieron el pasado mi¨¦rcoles a la presentaci¨®n de La transformaci¨®n de la Comunidad Valenciana, un libro cuyo prop¨®sito es subrayar en fosforescente la gesti¨®n de Eduardo Zaplana al frente de la Generalitat valenciana, entre 1995 y 2003, y, por contraste, ensombrecer la de su sucesor Francisco Camps, que quedaba como cabalgando a lomos de la inercia que le imprimi¨® su impulso. El acto se produc¨ªa en medio de un pulso entre ambos por el control de la CAM, con amplias resonancias nacionales, y estrujaba la soga que anuda el cuello de Camps. Pero Zaplana se tuvo que conformar con la presencia an¨®nima de muchos de sus fieles, la escasa estructura que mantiene en el Consell y algunos representantes de la patronal alicantina, decantados por el hecho territorial. El Palau de la Generalitat se emple¨® a fondo para que el ¨²nico halo tras la cabeza del ex presidente fuera como mucho el brillo f¨®sil que los focos proyectaban sobre los cr¨¢neos de Arturo Virosque y Jos¨¦ Lladr¨®. Zaplana fue aceptado por las familias romanas de Valencia a principios de los noventa sin que nunca olvidaran que se trataba de un peregrini cartagin¨¦s. Ven¨ªa del remoto sur, carec¨ªa de modos y no encajaba en ninguna de las piezas del engranaje tradicional que mueve el poder, pero se postulaba como un instrumento ¨²til para arrebat¨¢rselo a los socialistas en un momento de impotencia de liderazgo. En aquellos d¨ªas, alrededor de Zaplana siempre giraba una ¨®rbita muy efervescente y adicta de presidentes de caja, autoridades portuarias, dirigentes empresariales y patriarcas valentinos. Sin embargo, el mi¨¦rcoles Zaplana entr¨® solo al vest¨ªbulo del hotel Alameda Palace para protagonizar un acto que era imposible de entender de otro modo que no fuera una reivindicaci¨®n personal y una demostraci¨®n de fuerza. Muchos de los que fueron sus aduladores bajo su imperio estuvieron esquivando las llamadas de su secretaria hasta minutos antes del acto. El zarpazo de ese desd¨¦n estuvo inscrito en su expresi¨®n mientras aguard¨® sentado el turno de su discurso, y sin duda, dada su piel de rinoceronte y su memoria de elefante, lo lleva tatuado en el cerebro a la espera de que el calendario le facilite el desquite. Porque Zaplana act¨²a ya en clave de oposici¨®n, que es el terreno que le es m¨¢s propicio, en un desaf¨ªo de largo alcance que pasa por recomponer su dominio en la Comunidad Valenciana, pero cuyas consecuencias apuntan mucho m¨¢s alto. O al rev¨¦s. No est¨¢ muerto. S¨®lo es un animal herido, que es peor.
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