La 'Reina del blues' y la emperatriz del 'vibrato'
EL PA?S presenta ma?ana 'Loca por ¨¦l', de Dinah Washington, y el viernes, 'Diva', de Sarah Vaughan, por 4,95 euros cada uno
Est¨¢n los datos escabrosos de su muerte, en 1963, a causa de una desafortunada sobredosis de pastillas para dormir, cuando s¨®lo contaba 39 a?os. Los siete o nueve maridos, cifra que depende del bi¨®grafo en cuesti¨®n. Y la restauraci¨®n de la Reina del blues, tal era su apelativo, como Emperatriz de la m¨²sica para anuncios a principios de los noventa y, sobre todo, gracias a sus dos gloriosos ¨¦xitos de jazz pop en clave melodram¨¢tica: What difference a day makes (su particular asalto a las listas de ventas) y Loca por ¨¦l (Mad about the boy), canci¨®n que abre y titula el disco-libro que ma?ana se entrega con EL PA?S al precio de 4,95 euros.
Luego est¨¢, claro, esa voz. La dicci¨®n cristalina y el fraseo impecable. El manejo de los tiempos y la brutal expresividad. Todas las cualidades que la auparon al olimpo de las cantantes de jazz, un oficio habitualmente longevo y que ella s¨®lo ejerci¨® durante poco m¨¢s de dos d¨¦cadas, desde que el vibrafonista y l¨ªder de orquesta Lionel Hampton contrat¨® a una prometedora jovencita de 18 a?os en 1942.
En sus a?os de gloria, a caballo entre los cincuenta y sesenta, Dinah Washington (bautizada Ruth Lee Jones en Tuscalosa, Alabama) demostr¨®, adem¨¢s, la versatilidad necesaria para brillar al frente de una gran orquesta (notablemente, la de un joven y talentoso Quincy Jones); conmover en clave de blues y peque?o formato; y salir airosa de la dif¨ªcil experiencia de mezclar jazz con una melosa secci¨®n de cuerdas y el respaldo de un coro tontorr¨®n al estilo de Hollywood.
Tambi¨¦n contaba con un envidiable sentido del espect¨¢culo sobre el escenario, como queda claro en el cl¨¢sico documental Jazz on a summer day, que recoge actuaciones de la edici¨®n de 1958 del festival de Newport, en la que Dinah hipnotiz¨®, ya entrada la noche y con un fabuloso vestido blanco, a una audiencia, mezcla de hipsters y miembros de la clase alta neoyorquina.
El disco que se entrega ma?ana con el diario, un grandes ¨¦xitos, es, por tanto, un tributo a todas estas virtudes a trav¨¦s de un repertorio en el que figuran sus cl¨¢sicos (tan explotados, pero a¨²n fascinantes) est¨¢ndares inmortales (como If I were a bell, Makin' whoopee o All of me) o los duetos de principios de los sesenta junto al cantante de Rhythm and blues y futuro profeta del soul Brook Benton.
Escuela celestial
Con su coet¨¢nea y compa?era en el pante¨®n de las vocalistas, Sarah Vaughan, Dinah comparte poco m¨¢s que el a?o de nacimiento (1924), sello durante una ¨¦poca (Mercury) y los a?os formativos en la iglesia del barrio y los s¨®lidos fundamentos del gospel. Lo cual, si hablamos de cantantes negros, es tan poco decir como que dos estrellas de f¨²tbol comenzaron jugando en las canchas del colegio, pues a¨²n hoy los coros eclesi¨¢sticos son inmejorables cunas para grandes voces.
Para empezar, Sarah, Sassy fue su apelativo cari?oso, disfrut¨® de una carrera mucho m¨¢s larga que Dinah, y de una existencia, en l¨ªneas generales, m¨¢s apacible. Gan¨® en 1942 un concurso de j¨®venes talentos en la m¨ªtica sala Apollo, de Harlem (Nueva York); en 1954, grab¨® junto al trompetista Clifford Brown un grandioso disco, que firmaron juntos y ser¨ªa un serio contendiente al t¨ªtulo de mejor ¨¢lbum de jazz vocal de la historia; y continu¨® intermitentemente en lo m¨¢s alto en las d¨¦cadas de los sesenta, setenta y ochenta (muri¨® en 1990 de c¨¢ncer de pulm¨®n).
Diva -el disco que se entregar¨¢ por 4,95 euros el viernes con el peri¨®dico- recoge lo m¨¢s destacado del material que grab¨® para el sello Mercury (y su subsidiaria, la jazz¨ªstica Emarcy). Poco m¨¢s de 20 a?os en los que interpret¨® con todas las formaciones posibles (de quintetos a grandes orquestas) y toc¨® todos los palos imaginables; bossa nova, bebop, baladas y hasta un mont¨®n de repertorio pop en aquella ¨¦poca (los sesenta) en la que los m¨²sicos de jazz se vieron inexplicablemente empujados a grabar un tema de los Beatles tras otro.
La reacci¨®n al escuchar estas canciones es de gozoso asombro. Efectivamente, Sarah Vaughan lo pod¨ªa todo con su voz. Registros de alto, contralto, bar¨ªtono o soprano; s¨®lo hac¨ªa falta mencionarlo, Sarah Vaughan era capaz de hacerlo. Adem¨¢s, claro, de la marca de la casa: un rico, exuberante y colorido vibrato que, al entonarlo, parec¨ªa dejar en suspenso no s¨®lo su voz sino tambi¨¦n la m¨²sica de acompa?amiento, el ¨¢nimo del oyente y, valga la exageraci¨®n, el resto de las cosas.
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