La luz de la palabra y la luz del silencio
ESTABLECER paralelismos formales entre la luz de Dreyer y la de Hammershoi es un recurso falso. La luz que utiliza el cineasta para dar expresi¨®n a sus filmes y la que fija el pintor en sus cuadros no son la misma cosa, es decir, no conceptualizan del mismo modo. Creo que s¨®lo hay un momento de fusi¨®n entre ambas luces, al final de Gertrud, cuando la protagonista del filme, exhausta por su periplo en busca del amor, despu¨¦s de decir solemnemente "amor omnia", cierra detr¨¢s de ella (delante de nosotros) una puerta blanca que se mantiene fija, reverberante de luz. Salvo en ese momento, no aprecio ninguna otra relaci¨®n profunda entre la luz de uno y otro artista. ?D¨®nde est¨¢ la diferencia entre la luz de Dreyer y la de Hammershoi? Pues en que la luz de Dreyer es una luz "palabra", una expresi¨®n que con precisi¨®n narra el combate de la vida con la realidad del mundo. La de Hammershoi, en cambio, es una luz "silencio". La luz del cineasta cuenta una historia: la del misterio que acompa?a toda pasi¨®n humana. La luz del pintor, por el contrario, es una luz que no sabe nada de s¨ª misma. A trav¨¦s de blancos que van prodig¨¢ndose en una degradaci¨®n de grises cada vez m¨¢s tenues, intenta atrapar fugazmente el aliento que sostiene nuestra existencia.
Hay dos ejemplos que diferencian la utilizaci¨®n de estas dos tipograf¨ªas de luz, tan falsamente parecidas en apariencia. En una secuencia de Ordet que sigue al fat¨ªdico parto de Inger, el p¨¢rroco, el m¨¦dico y el suegro de la desdichada toman caf¨¦ para celebrar que la parturienta est¨¢, seg¨²n creen, fuera de peligro. Entablan entonces una conversaci¨®n sobre la fe, un di¨¢logo entre el funcionario de Dios, el cient¨ªfico y el hombre de pueblo que todav¨ªa cree en los milagros. Finalizado el debate, el m¨¦dico y el pastor se despiden de la familia y desaparecen de escena. En la habitaci¨®n se escucha entonces c¨®mo en el exterior de la casa el coche del doctor se pone en marcha. La luz de los faros entra por la ventana y hace un solemne recorrido por las paredes que termina sobre la puerta de la habitaci¨®n de Inger justo en el momento en que Johannes, el hijo visionario que todos toman por loco, hace su entrada en la sala pronunciando unas fat¨ªdicas palabras: "Ah¨ª est¨¢ de nuevo el hombre del reloj de arena. Ha vuelto para llevarse a Inger". El resplandor de la luz del coche permite al Johannes de Dreyer anunciar la llegada invisible del ¨¢ngel de la muerte...
Tomemos por referencia ahora el cuadro de Hammershoi titulado Interior con una mujer leyendo una carta. En esta tela los blancos van despleg¨¢ndose por las puertas y por los planos del mantel que cubre la mesa pero no lo hacen de forma sinf¨®nica o para contarnos una historia. Lo que da cuerpo al mundo en Hammershoi es s¨®lo un respiro, un aliento que reclama quietismo. Ese imperceptible aliento es el que permite al artista materializar la realidad profunda del mundo y expresar la religiosidad de una religi¨®n sin Dios.
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