Con piano, por favor
Erik Satie se hubiera quedado encantado al ver que sus Musiques d'ameublement (m¨²sica "para amueblar", para crear ambiente, a la que no se debe hacer caso, m¨²sica de fondo) se escuch¨® como tal en el Palau de la M¨²sica. Tanto cuando sonaba en el hall como cuando, en la escena, los m¨²sicos aparec¨ªan poco a poco y se pon¨ªan a tocar mientras el p¨²blico charlaba, esperando el inicio definitivo. Es lo que, en vano, quiso conseguir, provocativamente, cuando lo intent¨® en Par¨ªs. Pero aqu¨ª, en Valencia, noventa a?os m¨¢s tarde, s¨ª que funcion¨®. Hasta el punto de que, tom¨¢ndolo como un ensayo o ejercicio de afinaci¨®n, el p¨²blico se hizo un l¨ªo y no aplaudi¨® al terminar la Gnossienne n?3, porque antes, en el programa, ven¨ªan las Musiques d'ameublement, con tres movimientos, y s¨®lo hab¨ªa sonado uno. Tuvo que ser el gesto de Joan Cerver¨®, bajando de la tarima y saludando, el que reubic¨® a los oyentes. En cualquier caso, provocaciones que tuvieron sentido en los a?os veinte, no pasan de ser ahora un ejercicio de conocimiento y reflexi¨®n en torno a nuestro pasado, lo cual tampoco es desde?able.
Monogr¨¢fico Erik Satie
Grup Instrumental de Val¨¨ncia. Joan Cerver¨®, director. Palau de la M¨²sica. Valencia, 6 de febrero de 2007
Algo similar sucede con la escucha de Satie en la vertiente orquestal. El programa que propuso el Grup Instrumental de Val¨¨ncia nos desvelaba al Satie no pian¨ªstico -el menos conocido-, el de las orquestaciones ajenas y propias. Descubrimos as¨ª, tambi¨¦n, una faceta de nuestro pasado, aunque s¨®lo sea para rechazarlo. Vicente Molina Foix ya se?al¨® la impotencia de Poulenc al orquestar la tercera Gnosienne, afirmaci¨®n que tuvo una certificaci¨®n directa el martes pasado. Peores fueron -aunque la pluma fuera a¨²n m¨¢s distinguida- los intentos de Debussy con las Gymnopedies 1 y 3, y no digamos la de Roland-Manuel con la n¨²mero 2. En cuanto a las propias, de Parade (1917) s¨®lo cabe decir que no resiste el paso del tiempo, ni puede medirse con los ballets que en esa d¨¦cada hicieron Stravinsky, Ravel o el mismo Falla. Entr'acte, escuchada mientras se visionaba la pel¨ªcula hom¨®nima de Ren¨¦ Clair, son¨® mejor, aunque quiz¨¢s se debiera a la sugesti¨®n de las im¨¢genes. En cualquier caso, debe aplaudirse la iniciativa del Palau y del GIV por situarnos en nuestro propio rastro: el cine mudo -con m¨²sica en directo- de la ¨¦poca, las vanguardias de la entreguerra, los lenguajes que nacieron con el siglo.
Satie, con el piano, no s¨®lo es delicioso, sino que se sit¨²a en el arranque de las sacudidas que recibir¨ªa la m¨²sica a principios del XX. Por el contrario, la audici¨®n en directo de su obra orquestada s¨®lo refuerza lo que, ya desde el disco, pod¨ªa adivinarse. Ausente en ella ese tipo de desnudez esencial que lograba al piano, una desnudez que ni los impresionistas ni, por supuesto, la estela de Wagner, se atrevieron a enfrentar, lo que queda se convierte en algo de muy poco valor. Y aunque los esc¨¢ndalos que gener¨® quiz¨¢ fueran necesarios para su ¨¦poca, hoy por hoy, resulta incalculablemente mejor escucharle en piano.
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