Un 'Watergate' al rev¨¦s
El juicio de Libby deja al desnudo la complicidad period¨ªstica en la guerra de Irak
Le interesa el juicio por perjurio de I. Scoter Libby, el ex jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney?", le pregunt¨¦ al famoso periodista Bob Woodward en su propia casa, una residencia colonial de tres plantas y torreta de la calle Q, en el barrio de Georgetown, Washington DC. Era el mediod¨ªa del soleado lunes 29 de enero. Ese mismo d¨ªa, Ari Fleischer prestaba declaraci¨®n en calidad de testigo ante el fiscal especial, Patrick Fitzgerald, en el tribunal de distrito de Washington, en el otro extremo de la ciudad. El todopoderoso jefe de prensa del presidente George W. Bush entre 2001 y 2003 se aprestaba a tomar asiento en aquel momento.
"Estoy interesado, pero no creo que sea el gran acontecimiento que mucha gente cree que es. Es algo muy peque?o en relaci¨®n con la guerra de Irak", respondi¨® Woodward, que ten¨ªa expectativas en ser llamado a declarar como testigo.
Si se condena al colaborador del vicepresidente Cheney, puede ir a la c¨¢rcel varios a?os
El fiscal caz¨® a Libby en varias mentiras y le proces¨® por obstrucci¨®n a la justicia y perjurio
Mientras un testigo declaraba, Libby re¨ªa con su esposa, escrib¨ªa frases graciosas y dibujaba
Esta virtual depreciaci¨®n del juicio por parte de Woodward era coherente con la conducta que hab¨ªa mantenido ante este caso. ?l hab¨ªa sido el primer periodista al que se le filtr¨® el nombre de la esp¨ªa clandestina de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Valerie Plame, la esposa del embajador Joe Wilson. Esa filtraci¨®n segu¨ªa a declaraciones m¨¢s o menos indirectas de Wilson, seg¨²n las cuales el presidente Bush hab¨ªa manipulado a la opini¨®n p¨²blica norteamericana al afirmar en su discurso del estado de la Uni¨®n, el 28 de enero de 2003, que Irak intent¨® comprar uranio enriquecido en un pa¨ªs de ?frica con el objetivo de fabricar armas nucleares.
El 6 de julio de 2003, en The New York Times, Wilson daba la cara y contaba que hab¨ªa sido enviado por la CIA a N¨ªger, en febrero de 2002, para averiguar si la historia del uranio enriquecido e Irak -un cuento que los otros dos promotores de la guerra, el primer ministro brit¨¢nico Tony Blair y el presidente del Gobierno espa?ol Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, respectivamente, desparramaron- era veraz. Y, escrib¨ªa Wilson, no hall¨® ninguna prueba en N¨ªger. Todo lo contrario.
Sin embargo, Woodward, que suele escribir muy poco para su peri¨®dico, The Washington Post, y se dedica a investigar para sus libros, guard¨® la historia en un caj¨®n y se abstuvo, incluso, de compartirla con el director del diario.
Pero en la Casa Blanca comenz¨® a circular el nombre de Valerie Plame. El vicepresidente Dick Cheney y su jefe de gabinete, Irving Scooter Libby, por un lado, y Karl Rove, asesor de Bush, por el otro, comenzaron a intoxicar a los periodistas. Wilson, explicaron, hab¨ªa sido enviado a N¨ªger por su esposa, la esp¨ªa Valerie Plame. Era una operaci¨®n de nepotismo. La guinda: Wilson era del Partido Dem¨®crata y quer¨ªa perjudicar a George Bush.
El 14 de julio de 2003, un periodista conservador, Robert Novak, public¨® la noticia. Y la cobertura de la agente Plame vol¨® por los aires.
Filtrar el nombre de un agente clandestino es un delito federal, pero probarlo no es f¨¢cil. Porque, seg¨²n la ley, s¨®lo es delito si la persona que filtra sabe que se trata de un agente clandestino.
El fiscal especial que investig¨® el caso, Patrick Fitzgerald, al que todos asocian con la m¨ªtica figura de Eliot Ness y sus intocables de Chicago en los a?os treinta del siglo pasado, opt¨® por una alternativa pr¨¢ctica.
Sigui¨® la pista de las relaciones de Libby con los m¨¢s famosos periodistas de Washington. En un ambiente de promiscuidad, Fitzgerald coloc¨® a Judith Miller, entonces reportera de The New York Times, contra las cuerdas. El fiscal sab¨ªa que Libby le hab¨ªa filtrado el nombre de Valerie Plame. La periodista hab¨ªa sido una de las principales piezas de la Casa Blanca en la operaci¨®n de venta de la guerra de Irak a la opini¨®n p¨²blica en 2002 y 2003 con informaciones que se probaron, m¨¢s tarde, completamente falsas. Una de sus m¨¢s famosas fue la que aseguraba que Sadam hab¨ªa comprado tubos de aluminio para enriquecer uranio. Tanto el Departamento de Energ¨ªa de EE UU como el Organismo Internacional de Energ¨ªa At¨®mica (OIEA) rechazaron la veracidad de la noticia.
Judith Miller parec¨ªa ser un testigo clave, pero se neg¨® a declarar si Libby no le autorizaba expresamente. Aunque el jefe de gabinete de Cheney hab¨ªa firmado, como todos los altos cargos, un documento gen¨¦rico dispensando del secreto, la periodista afirm¨® que no era suficiente. Fue a la c¨¢rcel y despu¨¦s de 85 d¨ªas le solicit¨® a Libby una autorizaci¨®n expresa. El caballero se la firm¨®, y ella abandon¨® la prisi¨®n.
El fiscal caz¨® a Libby en varias mentiras y le proces¨® por perjurio y obstrucci¨®n a la acci¨®n de la justicia. Libby dimiti¨®, y es ahora que se somete a un juicio por el cual, si es condenado, puede pasar varios a?os en la c¨¢rcel.
As¨ª las cosas, sal¨ª de la casa de Woodward junto con mi joven fot¨®grafo franc¨¦s ocasional y cog¨ª un taxi hacia el tribunal del distrito. Cuando llegu¨¦, Fleischer, locuaz, aseguraba al fiscal que fue Libby quien, precisamente, le hab¨ªa filtrado, en una comida celebrada el 7 de julio de 2003, al d¨ªa siguiente de salir publicado el art¨ªculo de Wilson, el nombre de Valerie Plame, y que ¨¦l pens¨® que, por fin, ten¨ªa carnaza para dar a algunos periodistas y contrarrestar as¨ª las afirmaciones de Joe Wilson.
Fue muy conmovedor escuchar a Fleischer, un hombre de una pieza durante su paso por la Casa Blanca, confesar que carec¨ªa habitualmente de informaci¨®n para oponer a las preguntas de la prensa. ?Y que cuando por fin hab¨ªa conseguida una, el nombre de Valerie Plame para atacar a Wilson, nadie le hab¨ªa hecho caso!
El testimonio fue devastador para Libby, quien sostiene que ¨¦l se enter¨® del nombre de Valerie Plame por el periodista de la NBC Tim Russert... el 10 de julio de 2003, dos d¨ªas despu¨¦s que se lo dijo a Fleischer. Mientras su ex compa?ero de la Casa Blanca declaraba, Libby re¨ªa, escrib¨ªa frases ocurrentes y dibujaba. Su esposa le festejaba las gracias.
Judith Miller, despedida de The New York Times por su campa?a de informaci¨®n-propaganda a favor de la guerra de Irak, prest¨® declaraci¨®n al d¨ªa siguiente, martes 30. Cant¨® la gallina. Libby le dijo el 23 de junio de 2003 que la esposa de Wilson trabajaba para la CIA, y el 8 de julio, en una cena en el elegante hotel St.Regis de Nueva York, le inform¨® de que Valerie Plame era agente de un departamento de la CIA especializado en armas de destrucci¨®n masiva.
La coartada de Libby, pues, estaba chamuscada. La defensa intent¨® mostrar las lagunas de memoria de la testigo y en cierto momento pareci¨® conseguirlo. Pero aunque se resuelva dejar de lado esa declaraci¨®n, Libby est¨¢ perdido. Porque lo peor cay¨® el mi¨¦rcoles pasado, d¨ªa 7 de febrero.
Tim Russert declar¨® al fiscal Fitzgerald exactamente lo contrario de lo que Libby hab¨ªa asegurado al gran jurado que finalmente dict¨® su auto de procesamiento. "Es imposible que yo pudiera decirle el nombre de Valerie Plame el 10 o el 11 de julio porque no sab¨ªa nada".
"Si no fuese por Fitzgerald, el caso Plame se hubiese sepultado. Es el esc¨¢ndalo del Watergate al rev¨¦s. En lugar de buscar la verdad, muchos periodistas intentaron ocultarla. La prensa ha quedado tocada profundamente en este encubrimiento", escribi¨® el periodista Eric Boehlert en un art¨ªculo devastador.
Con todo, lo mejor puede estar al caer si la defensa de Libby llama a declarar, como ha prometido, al vicepresidente Dick Cheney, el urdidor, junto con Libby, de la campa?a contra Joe Wilson.
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