Hiena
Por su abrigo con cuello de marta cibelina, por sus finas alhajas y por su pelo blanco con reflejos azules, a simple vista nadie dir¨ªa que no es una gran dama, si adem¨¢s viene de una estirpe con cuatro generaciones que ya se duchaban todos los d¨ªas. Esta se?ora trata por todos los medios de que la buena educaci¨®n que ha recibido contin¨²e en los v¨¢stagos de su familia. A los nietos les ense?a a manejar el cuchillo y el tenedor en la mesa, a usar la servilleta, a dar las gracias, a pedir las cosas por favor. Si alg¨²n ni?o pronuncia en su presencia una palabra malsonante, lo amenaza con llevarlo al cuarto de ba?o para fregarle la lengua con un estropajo, si bien nunca lleva a cabo este castigo porque en el fondo es una abuela demasiado tierna. Con sus amigas, que tambi¨¦n estudiaron como ella en el colegio de las Irlandesas, se re¨²ne muchas tardes en un sal¨®n de t¨¦ del barrio de Salamanca para hablar de simplezas mientras toman canutillos de nata, aunque ella prefiere la tartaleta de fresas, su dulce favorito. C¨®mo este ser tan afable puede transformarse en una hiena, es un caso de licantrop¨ªa, dif¨ªcil de comprender. No obstante, este hecho se ha dado a la vista de todo el mundo hace unos d¨ªas en Madrid. Sucedi¨® cuando esta se?ora, junto con sus amigas, acudi¨® a la manifestaci¨®n contra el gobierno socialista montada por el Foro de Ermua y el Partido Popular con el pretexto del terrorismo. Rodeada de banderas nacionales y de pancartas con consignas terribles lleg¨® un momento en que a esta se?ora, sin que nadie se lo explique, comenz¨® a crecerle pelo duro por todos los poros de su rostro, se le afilaron sus mand¨ªbulas hasta formar un hocico agudo y de pronto su cabeza, que emerg¨ªa por el cuello del abrigo de pieles, adquiri¨® el perfil de una hiena. En ese instante se puso a vomitar insultos feroces contra el presidente Zapatero. Iba del brazo de sus amigas y azuzada por el fragor de la multitud sus gritos ya desga?itados semejaban simples ladridos, que finalmente fueron orquestados por el himno nacional. Excitada por los discursos de la tribuna, su cabeza conserv¨® el aspecto de hiena aun despu¨¦s de que la manifestaci¨®n se disolviera. Pero al t¨¦rmino del acto ella y sus amigas se reunieron en el sal¨®n de t¨¦ y pidieron los dulces consabidos. Cuando la se?ora dio el primer bocado a la tartaleta de fresa su rostro perdi¨® de repente el pelo duro que lo cubr¨ªa por completo. S¨®lo por la virtud de este pastel se dulcific¨® el color de sus mejillas y se convirti¨® de nuevo en la adorable abuelita de todos los d¨ªas.
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