La mecha prendida
Me he resistido siempre a admitir, en contra de lo que se empe?an en sostener desde fuera de Madrid algunos comentaristas, que afecten a Madrid, sobre todo, los estragos que en nuestra convivencia ha hecho el tufo de golpismo que la resistencia a aceptar un Gobierno leg¨ªtimo ha impuesto. No merece Madrid, ciudad de encuentros, convertirse en la capital de la bronca y el enfrentamiento, pero es verdad que entre los negativos efectos a los que la somete su capitalidad se encuentra ¨¦ste. Por eso me ha alarmado especialmente el caso de una pac¨ªfica ciudadana, Marta Lage de la Rosa, vecina de Legan¨¦s. Marta tom¨® el metro en la estaci¨®n de Plaza de Castilla, con destino a Tirso de Molina, y se dispuso a leer en el trayecto el diario EL PA?S. No contaba en aquella pl¨¢cida ma?ana del domingo 4 de febrero con encontrarse a un individuo que la increpara por el diario que le¨ªa, ni mucho menos que, hecho una fiera, le diera un mitin sobre el da?o que el Foro de Ermua le hab¨ªa hecho a la izquierda, seg¨²n ¨¦l. Presa del miedo, ante tanta virulencia, cambi¨® de vag¨®n y sigui¨® leyendo su peri¨®dico. Pero, ya de camino a la salida, otro energ¨²meno, que desbarraba en alta voz sobre democracia y libertad, le pregunt¨® a gritos qu¨¦ aprend¨ªa con su lectura de aquel diario. Este suceso, revelador de la alta tensi¨®n provocada por la pol¨ªtica en la convivencia de nuestra ciudad, lo cont¨® Marta hace unos d¨ªas en las cartas al director de este peri¨®dico.
No merece Madrid, ciudad de encuentros, convertirse en la capital de la bronca y el enfrentamiento
En ninguna otra ciudad como en Madrid se notan los efectos de la sinraz¨®n antidemocr¨¢tica
No es dif¨ªcil relacionar a estos individuos, por sus propias palabras y sus gestos, con la manifestaci¨®n reciente que convoc¨® en Madrid el Foro de Ermua y le organiz¨® el Partido Popular. Entre los gritos que all¨ª se escucharon, de los que no puede decirse que fueran los que permit¨ªan calificar de c¨ªvica aquella concentraci¨®n, estaban los improperios contra la empresa editora de este diario, seguramente amamantados por quienes quiz¨¢ hayan le¨ªdo ahora, satisfechos, la carta en la que Marta les permite comprobar los resultados de su pedagog¨ªa. Se encontrar¨¢ entre los sorprendidos, sin embargo, el secretario general de los populares, porque, ciego y sordo, no percibi¨® la falta de civismo o quiz¨¢ tuvo por c¨ªvicos los gritos soeces y antidemocr¨¢ticos. Conocidos sus puntos de vista, tampoco la presidenta de esta Comunidad, satisfecha de controlar la televisi¨®n auton¨®mica m¨¢s plural de cuantas en el mundo existen, en su opini¨®n, debi¨® sorprenderse con lo que Marta cuenta. El s¨¢bado pasado, reci¨¦n investida candidata de su partido, dec¨ªa que los ciudadanos tienen ganas de hablar y pon¨ªa como ejemplo de las ganas de hablar que tienen la ¨²ltima manifestaci¨®n. Seguramente esta manera de hablar de determinados ciudadanos en el metro es para ella la manera de hablar que busca. Tarde han descubierto el valor de las manifestaciones quienes, adem¨¢s de contar en su partido con algunos de los que las prohib¨ªan, calificaban no hace mucho de perros ladradores a los manifestantes o con desd¨¦n llamaban pancarteros a los pol¨ªticos que apoyaban otras concentraciones. Pero si las suyas de ahora son, como sostiene la presidenta, la forma en que los madrile?os quieren hablar, y del modo en que lo hicieron en la ¨²ltima, es f¨¢cil entender que Madrid se convierta en el lugar de peregrinaci¨®n de aquellos que desde el resto de Espa?a acuden al santuario del insulto.
Es evidente, sin embargo, que si bien las consignas que contiene el manual de la crispaci¨®n de la derecha salvaje no se quedan en Madrid, y alcanzan a ser, al menos por las ondas episcopales, un veneno que se vende en toda la amplia red de franquicias que esta derecha posee, tambi¨¦n es verdad que en ninguna otra ciudad como en Madrid se notan los efectos, no ya de la discrepancia razonable, sino de la sinraz¨®n antidemocr¨¢tica. Y esta situaci¨®n se refleja lo mismo en la experiencia dolorosa de la lectora de EL PA?S que en un taxi, a prop¨®sito de la emisora que lleve sintonizada el conductor, o lo que es peor, en las conversaciones entre amigos o en las familias. Ahora, con el comienzo del juicio del 11-M, algunos temen lo mismo que Pilar Manj¨®n, presidenta de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas de la gran matanza: "Alguien est¨¢ intentando prender una mecha guerra-civilista". Otros muchos temen que haya sido prendida ya y que sea dif¨ªcil recuperar la convivencia de esta pac¨ªfica ciudad.
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