El bajo continuo de la barbarie
El escritor y diputado por Arag¨®n Jos¨¦ Antonio Labordeta ha situado en los albores de la Guerra Civil En el remolino. Una novela que aborda los resquicios por los que se cuela la corrupci¨®n de las personas y la erosi¨®n de la civilidad. Un retrato crudo y directo de c¨®mo y cu¨¢ndo se desactivan los afectos, las conductas y las ideolog¨ªas.
En el remolino
Jos¨¦ Antonio Labordeta.
Anagrama. Barcelona, 2007.
129 p¨¢ginas. 14 euros.
Es sobre la guerra, s¨ª, pero es sobre todo un novel¨®n cort¨ªsimo e hipn¨®tico que trata de la corrupci¨®n de las personas y la erosi¨®n de la civilidad en los d¨ªas inmediatos a la sublevaci¨®n del 18 de julio en un pueblo innominado, peque?o y atrapado. All¨ª danzan unos pocos personajes que no necesitan nada m¨¢s para convertirse en el protagonista colectivo de una contradanza de venganzas y de desamparo. La intensidad de todo es l¨ªrica y t¨¢citamente tr¨¢gica; est¨¢ ganada por una prosa que s¨®lo en muy rara ocasi¨®n se desliza en la frase bonita, y est¨¢ todo el rato tensa dentro de las cabezas de los protagonistas, que es donde sucede todo y donde nada queda al albur del maniqueo con misi¨®n o el redentor de buenos prop¨®sitos.
El retrato es intenso y no tie
ne piedad con nuestra insondable sobornabilidad, pero nadie dice nada parecido, ni predica el bien o el mal, ni alienta la revoluci¨®n ni el odio de clase, como si nada de todo eso se hubiese formulado as¨ª nunca en ese lugar que fue la Espa?a en guerra (contra lo que hacen tantas pelis y novelas, donde milicianos y milicianas peroran con elocuencia sobre el reparto de la tierra o las condiciones necesarias del nuevo orden).
La tentaci¨®n de leer una microf¨¢bula de la macroguerra es demasiado grande y si escapa quiz¨¢ a la intenci¨®n de Jos¨¦ Antonio Labordeta (Zaragoza, 1935), s¨ª est¨¢ en la lectura intencional que a m¨ª ha ido sali¨¦ndome, como si de veras ese pu?ado de personajes sirviesen de paisaje crudo de lo que fueron las motivaciones de una conducta cuando toda ideolog¨ªa pol¨ªtica est¨¢ desactivada como raz¨®n expl¨ªcita, como argumento, y funciona s¨®lo como oportunidad de la venganza, liberada ya del control que impone la normalidad y la conciencia. El pudor es un arma del texto, como lo es de la presentaci¨®n de Jos¨¦-Carlos Mainer, que describe con exactitud la fascinaci¨®n de este poeta, pol¨ªtico, int¨¦rprete y narrador cabal por la "intensidad represada de lo impl¨ªcito". La novela no tiene quietud ni apenas rastro de drama rural, quiz¨¢ porque s¨®lo pide el amparo de la piedad activa, como si de ella naciese la novela misma, aunque nazca tambi¨¦n de la torturada lucidez del dolor.
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