La 'miss'
Antes de comenzar, una declaraci¨®n de intenciones: estoy de acuerdo con todo. Con que algunos gays quieran ser admitidos como rabinos en la pr¨¢ctica del juda¨ªsmo ultraortodoxo, aunque en la ultraortodoxia judaica se preserven pr¨¢cticas tan arcaicas como los ritos femeninos de purificaci¨®n despu¨¦s de la regla. Estoy de acuerdo con aquella vieja reivindicaci¨®n de ciertas cat¨®licas feministas de llegar a ser Papa. De acuerdo con los homosexuales empe?ados en desfilar el d¨ªa del m¨¢s catolic¨®n de los santos, San Patricio, por la Quinta Avenida, y enfrentados a una organizaci¨®n que entiende que la condici¨®n sexual debe quedar ese d¨ªa en segundo plano. Yo de acuerdo, que desfilen. Pero si se me permite introducir un concepto preguntar¨ªa, ?no hay una cierta contradicci¨®n en el empe?o de cambiar las bases de unos clubes caracterizados por su reaccionarismo o por su falta de racionalidad?, ?por qu¨¦ no poner la energ¨ªa en otros fines? Por estar de acuerdo lo estoy con que ?ngela Bustillo reclame su t¨ªtulo de Miss Cantabria. Lo merece (aunque a Bustillo hay que premiarla, sobre todo, por su arrojo). Vista en la pantalla del ordenador es, desde luego, muy guapa. Aunque la cara no lo es todo para un concurso de misses. Hay que comprobar la proporcionalidad de sus medidas, asegurarse de que no tenga ni un hoyuelo de celulitis, ni piel de naranja, ni ninguna de esas huellas hormonales que asaltan los muslos de las mujeres desde la adolescencia. Tambi¨¦n es indispensable la condici¨®n de que no haya sido sometida a ninguna operaci¨®n de cirug¨ªa est¨¦tica. Como ya sabemos, a una miss (?venezolana?) le arrebataron hace dos a?os el premio por no haber declarado su operaci¨®n de nariz y devolvi¨® la corona entre lloros. Los expertos juzgan la calidad de su sonrisa, la gracia del paseo, la rotundidad del culito, la turgencia de los pechos, en fin, lo cl¨¢sico. Cualidades que yo venero como don natural pero que evidentemente no entran, ni con calzador, en ninguna de las categor¨ªas profesionales en las que la mujer afirma su igualdad. Y es que el Estado no puede regularlo todo, no puede entrar en todas las habitaciones, ni siquiera en aquellas en las que se le introduce un pa?uelo a la novia en la vagina para comprobar si es virgen.
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