"El toreo de arte est¨¢ hu¨¦rfano"
Rafael de Paula (1940), el genial torero de Jerez, espera ya sentado en una mesita esquinada de la terraza del hotel. La visera de franela calada, el jersey azul de cuello alto, la elegante chaqueta reclaman un invierno equivocado que se ha dejado el fr¨ªo a saber d¨®nde. No en Jerez, donde el sol gaditano proyecta sombras blancas, y se mete sin piedad por las palmeras. "Se torea como se es", dec¨ªa Belmonte, y Paula es como su toreo: despacioso en el habla, sorprendente en sus respuestas, ensimismado en sus pensamientos.
Ha vuelto a los ruedos, ahora desde el callej¨®n y de apoderado (de Morante de la Puebla). ?C¨®mo se ve la corrida desde ah¨ª? "A m¨ª no me gusta el callej¨®n, no ando por ¨¦l, no me gusta que me vean. No me gusta ser popular, quisiera estar solo, desaparecer". "Independientemente de que la faena fuera bien o mal, yo quer¨ªa desaparecer... y no me dejaban. Para torear hay que estar solo, sin distracci¨®n. A m¨ª eso de que ahora entrevisten a un torero reci¨¦n clavada la espada, tras la faena no me parece bien. Mejor no hablar. Morante, si puede, poco. Tom¨¢s, nada, se negaba. Y hac¨ªa bien. Ahora la mayor¨ªa son cacat¨²as". Y lo de apoderado... pues..., duda aqu¨ª Paula, entre la devoci¨®n y la obligaci¨®n, y sale con un recorte: "No me gustan los despachos, me sigue sin gustar ir a un sorteo. Nunca he ido y, si puedo, no voy, pero tengo que cumplir con mi deber".
"Morante me ha hecho volver como aficionado. Es el ¨²nico que marca la diferencia"
"Cuando he conseguido torear bien es cuando he 'toreao' con pena. Es lo que me ha hecho llorar toreando"
"Belmonte trajo el temple. La quietud, Manolete. Y el m¨¢s grande, Joselito el Gallo"
"Soplo' es todo aquello que emociona de pronto. Ord¨®?ez, Puerta y Pepe Luis: media ver¨®nica"
Reafirma, en palabras de Morante, su condici¨®n de apoderado especial "por admiraci¨®n, amistad y compa?erismo", una especie de consejero. "No he visto a Morante mucho. Casi dej¨¦ de ver toros. Es ¨¦l quien me ha hecho volver como aficionado. Y le encuentro un sinf¨ªn de defectos y un sinf¨ªn de virtudes. Muchos, s¨®lo yo los s¨¦. Ni ¨¦l mismo los sabe, pero ya los descubrir¨¢. Es parte de su personalidad. Es el ¨²nico que marca la diferencia. Porque no se trata de torear, se trata de la intenci¨®n, del concepto. Es rom¨¢ntico, artista, lo intenta de una forma cl¨¢sica y art¨ªstica. Tiene coraz¨®n, carisma, emoci¨®n, transmisi¨®n". ?Le da consejos? "Estoy callao".
?C¨®mo ve el toreo de arte? No duda un segundo: "Est¨¢ hu¨¦rfano. Yo soy cl¨¢sico y Morante lo es".
"En los artistas el dolor es casi necesario", escribe Jes¨²s Soto en De negro y azabache, un reciente libro sobre De Paula. ?Es Morante un torero de dolor? "Dolor y pena. Yo, cuando he conseguido torear bien es cuando he toreao con pena. ?Qu¨¦ siento? Yo, pena, que es lo que me ha hecho llorar toreando, embargao por la pena". Ya no habla de Morante. La conversaci¨®n se va metiendo por los caminos del toreo so?ado, del miedo, entra en la poes¨ªa, los grandes maestros; faenas del recuerdo, vestidos de torear, toreros de antes y de ahora, romanticismo y clasicismo, la gracia, el dinero... Y as¨ª pasan seis horas. "No me gustan las horas completas. Por eso le he citado a y media. Las cosas completas, no s¨¦... nunca he querido saber la hora. Se pasa el tiempo. Todo tiene un principio y un final". Pareciera que este gitano bergsoniano, que tanto par¨® el tiempo toreando, hubiera intuido que en la mitad est¨¢ el acierto, parar al toro en mitad de la suerte, sin principio, sin final, sin tiempo. ?Por superstici¨®n? "Claro. A y media. Como la barba". ?Tambi¨¦n por superstici¨®n? "Tambi¨¦n".
Su paso por el toreo. Meditaciones, a?oranzas, pesadumbres, alegr¨ªas entretejen de luces y sombras la mirada que se ilumina y se oscurece casi imperceptible. "Yo, que he sido un torero sin facultades y con fama de medroso, he matado por lo menos siete corridas de seis toros. Dos en Sevilla, dos en Jerez, en Madrid, El Puerto... Sin facultades. Siete corridas. He podido ser un torero m¨¢s regular pero las dichosas rodillas..."; y se las toca, se las aprieta; har¨¢ mucho este gesto; las rodillas de harina que apenas le sostienen frente al toro. Rafael es un caso palmario de hombre sostenido por la dignidad torera.
Tras la piscina vac¨ªa, delante de las palmeras, unas columnas que sustentan las enredaderas bordean el per¨ªmetro. "Qu¨¦ ve ah¨ª?", pregunta. "Palmeras". "No, lo de m¨¢rmol". "Ah, columnas". "Pues eso, eso es el toreo: columnas. Cuatro o cinco. Columnas del toreo contadas con nombres y apellidos. Para¨ªso bordeado. Joselito El Gallo. El m¨¢s grande". Luego, nombres legendarios: "Frascuelo, Bombita, Rafael el Gallo, Cagancho, Chicuelo... Y eso que soy de Belmonte".
Habla largo y tendido de unos y otros. Sobre Belmonte, su descubridor y mentor como torero, se podr¨ªa escribir un libro con lo que cuenta. Le imita, le describe: "El color de la cara era verde y la piel como de aceite, la boca enorme y siempre callado. ?Qu¨¦ personalidad! A m¨ª me daba miedo...". Y va desgranando historias con verdadera admiraci¨®n: "Me mandaba el coche desde G¨®mez Carde?a a casa, un coche jorobeta con un ch¨®fer jorobeta". ?Buena suerte? "S¨ª se?or. En el sal¨®n oscuro, con la mesa, una terraza al fondo que daba a la placita, yo me sentaba donde el cuadro de Zuloaga. Aparec¨ªa don Juan a oscuras, de la siesta, muy peinao patr¨¢s, con esa cara, una camisa blanca, siempre con el bot¨®n abrochao. ?Qu¨¦ miedo! Hab¨ªa ocho o diez vacas para m¨ª solo. Y nadie m¨¢s. El conocedor y el vaquero. '?aabrele' (simula su voz lenta, cavernosa), y, claro, a m¨ª me cog¨ªan una y otra vez y como no hab¨ªa nadie, me quitaba las vacas el vaquero. Don Juan Belmonte", repite, se vuelve a levantar (al final Joselito y Belmonte lo han puesto en pie) y pasea despacio, dando caladas pausadas a un puro imaginario, imit¨¢ndole.
"Un s¨¢bado, don Juan, con Sebasti¨¢n Miranda, Coss¨ªo y Conchita Cintr¨®n, en su casa. Celebraban algo. Nunca abr¨ªa la boca. Yo, delante de la vaca. Era mediod¨ªa. Pero le o¨ª decir a sus amigos: 'Fijarse c¨®mo pega el natural con el de pecho". "Yo entonces toreaba muy bien. Aquel d¨ªa pensaron en ponerme nombre. Mi padre se llamaba Francisco de Paula, y Coss¨ªo dec¨ªa: pues Rafael de Paula. A lo que Belmonte respond¨ªa: no puede ser, porque De Paula es Francisco. ?Qu¨¦ importa que no se llame Francisco?, insist¨ªa Coss¨ªo. Y me pusieron Rafael de Paula".
Con Belmonte surgen temas inevitables. "Eso de que trajo la quietud es un cuento. Lo que ten¨ªa era brazos muy largos. Una columna entera es media ver¨®nica de Belmonte. Pero la quietud la trajo Manuel Rodr¨ªguez S¨¢nchez. Belmonte trajo el temple. La quietud, Manolete. Y el m¨¢s grande, Joselito el Gallo. Belmonte era real, pero Joselito no pertenec¨ªa a la realidad. Camar¨¢ le dijo a Manolete: 'Si Jos¨¦ volviera, t¨² no te vestir¨ªas hoy de torero'. ?Camar¨¢! ?A Manolete! Los que mejor han toreao: Belmonte. Chicuelo. Cagancho. Y los dem¨¢s... -da un afarolado al aire -, a aprender. Todos han bebido de ah¨ª".
Y como si le aliviara -y le alivia-, habla con sorna de la vi?eta c¨®mica en que los ratoncitos en el calabozo est¨¢n esperando a Cagancho. Se emociona, se agitana hablando de Cagancho. "Yo tambi¨¦n me he dejao algunos toros vivos. Pero Cagancho, m¨¢s. Y eso que mataba como nadie". Ah¨ª se calla. "Yo le copi¨¦ un vestido negro y plata que saqu¨¦ en Sevilla". Qu¨¦ natural m¨¢s largo, m¨¢s bajo dio ese d¨ªa. Silencio. Aquel d¨ªa fue de Anto?ete. "Mu?eca como Rafael el Gallo, nadie. S¨®lo Chicuelo". Se vuelve a poner de pie: "?Recuerda a Domingu¨ªn?" -su felicidad es total; acciona con la mano y le va quitando una banderilla al toro en cada pase, una banderilla molesta que impide torear, que fatiga al toro y molesta al torero-. "Pues El Gallo -y aqu¨ª ya torea, la figura compuesta, el gesto airoso- con el toro encunao, pin: una -vuelve a dar un pase-, pin: otra, y as¨ª hasta seis" -las seis banderillas que le quita al toro imaginario.
Siempre se habla del temple, del valor, de la quietud, del arte... ?Y la gracia? ?Hay toreros con gracia? "La gracia torera de Morante. Toreros con gracia torera: Pepe Luis V¨¢zquez. El soplo. Se pueden contar con los dedos de la mano. Soplo es todo aquello que emociona de pronto". "Ord¨®?ez, Puerta y Pepe Luis: media ver¨®nica. Eso se lo copi¨¦ yo a Pepe Luis, que unas veces ha tenido el soplo y otras no. El ¨²nico que ha tenido soplo es Caracol. Y Pavarotti. Ord¨®?ez ha toreao con gracia, con soplo... y con hondura. Aprendi¨® el capote de Cagancho, y tambi¨¦n, como a m¨ª, era torero de brazos, de mu?eca, no se sal¨ªa por los pies".
Se queda absorto y susurra: "Yo era la obsesi¨®n de Ord¨®?ez". Sigue, r¨¢pido, como borrando esa afirmaci¨®n: "Yo, con el capote, pon¨ªa los toros a mi ritmo". Y se l¨ªa en una larga explicaci¨®n anat¨®mico-mec¨¢nica sobre la utilizaci¨®n de las partes del cuerpo en el toreo. "Las piernas, luego la cadera, luego la cintura... que va unida al pecho... Se torea con el pecho y con la cintura. Y los brazos... que son dos muelles a ritmo, a impulsos del pecho. Hombros, antebrazos, brazos, mu?ecas, manos... Y la cintura, y la cabeza: que unas las crea Dios toreras y otras como saco de papas. La cabeza: si no se es inteligente, al menos se ha de ser listo. Todo con un concepto cl¨¢sico y puro. As¨ª est¨¢ formao el torero en tipo de torero. Y luego est¨¢, sencillamente, torear".
SENSIBILIDAD, ARTE Y PELLIZCO
Rafael de Paula naci¨® en Jerez en 1940
Se retir¨® de los toros en 2000 y regresa ahora como apoderado de Morante de la Puebla
Para muchos cr¨ªticos y aficionados fue el torero m¨¢s personal, el de m¨¢s sensibilidad y pellizco
Durante 30 a?os ha toreado superando su punto d¨¦bil: unas rodillas operadas 10 veces
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