Est¨¦ticas
Y sint¨¦ticas. O "con teticas", que dec¨ªa el chiste. Tal y como nos quieren, nos queremos. Sanas como un yogur. Hero¨ªnas que no regatean esfuerzos ni presupuestos por acercarse al ideal, al canon de belleza que siempre ha venido definido desde fuera. Obsesionadas con retrasar la inminente ca¨ªda en la decrepitud. Culpables por envejecer.
Mujercita que vienes al mundo: alguno de los defectos que te atenazan podr¨ªa acabar coagul¨¢ndote el coraz¨®n. Claro que eso no te lo advertir¨¢n en ninguna de tantas cl¨ªnicas de cirug¨ªa est¨¦tica que se est¨¢n forrando, muchas sin siquiera contar con personal cualificado ni un m¨ªnimo de esa dotaci¨®n t¨¦cnica de la que muchas veces pende tu vida. Por eso ni saben, ni pueden, hacer nada cuando se presenta la urgencia de una reanimaci¨®n por embolia sangu¨ªnea (la m¨¢s frecuente tras operaciones para quitar grasa). Fuentes de toda solvencia me indican que estas fatales eventualidades se pueden evitar al 99% si las pruebas y el tratamiento pre-operatorio se hace con tiempo y como es debido; pero eso reducir¨ªa el sagrado margen de beneficios de la cl¨ªnica, con lo que sale m¨¢s barato cruzar los dedos y vamos a ver qu¨¦ pasa.
Mujercita aterrorizada por el aumento de michelines mientras se desploman p¨¢rpado, pecho o culo, escrutadora ante el espejo de arrugas incipientes o instaladas... sepas que datos ciertos dicen que no hay en todo el Pa¨ªs o Estado tantos cirujanos pl¨¢sticos cualificados para tanta operaci¨®n como se hace hoy en d¨ªa (unas 400.000 anuales) Y as¨ª pasa lo que pasa, que muchas chapuzas tienen consecuencias graves e irreversibles. De hecho s¨®lo existen 300 especialistas cuyas actuaciones van destinadas en un 40% a reparar, corregir o disimular las pifias ajenas, las cuales a su vez suponen una buena parte de las reclamaciones judiciales a m¨¦dicos y hospitales (y la muerte sobreviene incluso a las ricas que contratan cl¨ªnicas de lujo, como la difunta esposa del presidente de Nigeria en Marbella o la bisnieta de Men¨¦ndez Pidal en un chiringuito de Madrid que luego result¨® ilegal...)
En poco tiempo acaban de caer tres mujeres, dos de ellas de Castell¨®n, reci¨¦n salidas del quir¨®fano. En TVE el viudo de una de ellas se quejaba de la falta de medios en la cl¨ªnica. La madre de otra, una colombiana que hab¨ªa ahorrado los 13.000 euros con mucho esfuerzo, tambi¨¦n explica que el lugar le inspir¨® poca confianza, pero Lina "estaba obsesionada desde hace mucho con realzar sus pechos y perder grasa del abdomen". Entre la autoestima y la codicia, la moda "a la argentina" (donde se organizan fiestas para celebrar una operaci¨®n) es regalar a las adolescentes "una nueva nariz" o un planchado de cartucheras. As¨ª se sucumbe al canto de sirenas que emiten anuncios donde no consta que se trata de operaciones con los mismos riesgos que tantas otras, solo que perfectamente prescindibles.
Claro que estas obsesiones, estas necesidades, han de haber sido minuciosamente prefabricadas. No en vano llevamos siglos de proceso de cosificaci¨®n, sedimentando una cultura de utop¨ªas imposibles y frustraci¨®n consecutiva. En la tradicional usurpaci¨®n del cuerpo de las mujeres, primero se trata de convertir la demanda de la perfecci¨®n en un problema psiqui¨¢trico, ergo necesitamos un apa?o dr¨¢stico. Y si no, otros tratamientos por supuesto muy caros. Dice la feminista australiana Germaine Greer: "Como la celulitis no mata y tampoco desaparece, es una mina de oro para los m¨¦dicos, nutricionistas, natur¨®patas, aromoterapeutas, expertos en fitness y organizadores de planes de vida. Los fabricantes de cremas, aparatos de ejercicio, cepillos para la piel y suplementos diet¨¦ticos ganan todos un past¨®n gracias al disgusto, atentamente cultivado, que sienten las mujeres por sus propios cuerpos".
?Inc¨®lumes ante el paso del tiempo? "La eterna juventud es una locura que s¨®lo puede abordarse con humor", concluye Marie Darriusecq. Quiz¨¢ el truco consista, tras haber cometido el pecado de vivir m¨¢s all¨¢ de los 40, en gastar menos en botox y m¨¢s en ostras. No quitan a?os, pero quiz¨¢ nos ayuden a aceptar, como po¨¦ticamente describe Gioconda Belli "la aparici¨®n de inevitables l¨ªneas en el mapa de vida del rostro".
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