Orfeo naufraga en el 'Naumon'
La Fura celebra el 400? aniversario de la ¨®pera con un fallido montaje en un barco
Cuatrocientos a?os justos despu¨¦s de su estreno en el Palacio Ducal de Mantua, Orfeo, de Claudio Monteverdi, considerada como la primera ¨®pera de la historia, vivi¨® anteanoche su m¨¢s original, extra?a y confusa fiesta de aniversario en las tripas de hierro del Naumon, barco convertido por La Fura dels Baus en centro cultural flotante.
Celebrar en la bodega de un viejo nav¨ªo mercante anclado en el muelle de Espa?a de Barcelona el 400? aniversario del estreno de la favola in musica que dio su carta de identidad al g¨¦nero l¨ªrico es, de entrada, una propuesta tan inusual como atractiva. La curiosidad, ciertamente, reinaba entre los pacientes espectadores que, una hora antes del inicio de la representaci¨®n, esperaban su turno para acceder al barco. Dieron las nueve y la fila crec¨ªa sin parar. Veinte minutos despu¨¦s, a los silbidos de impaciencia se sumaron, de buen rollo, algunos gritos (?al abordaje!) de inequ¨ªvoco signo corsario. Tras un lento desfile, alrededor de 600 personas buscaron un hueco en la bodega del Naumon para seguir, en pie, el viaje de Orfeo al infierno en busca de su amada Euridice en una artesana puesta en escena firmada por Carles Padrissa. Bastaron unos minutos para ver c¨®mo la magia inicial de la propuesta se desvanec¨ªa dando paso a una confusa y accidentada versi¨®n que hizo aguas por los cuatro costados.
Aunque Orfeo es una ¨®pera muy furera -bajar a los infiernos es un tema recurrente en los espect¨¢culos de La Fura- las limitaciones del espacio y la mala visibilidad empa?aron las potentes im¨¢genes de Carles Padrissa concebidas como homenaje a los or¨ªgenes del teatro musical sin traicionar la est¨¦tica del grupo teatral. Cuerdas de pita y poleas de madera para mover a los personajes; antorchas y velas para iluminar la acci¨®n; olor a incienso y azufre para acompa?ar el viaje de Orfeo.
Las limitaciones de la bodega, abarrotada de p¨²blico, lastraban la acci¨®n, con los cantantes ubicados en una pasarela central, cuando no colgados y suspendidos en el aire en la mejor tradici¨®n furera. Tampoco fue f¨¢cil seguir los movimientos de actores, coristas y figurantes, mezclados con el p¨²blico, aunque hay im¨¢genes y escenas resueltas con imaginaci¨®n, como la muerte de Euridice en una especie de pecera llena de agua te?ida de sangre. La proximidad de los cantantes fue la mejor baza, pero ese recurso es un arma de doble filo porque expone con crudeza las carencias vocales.
Padrissa y ?ngel Villagrasa, director musical del montaje, han podado la partitura hasta dejarla en una hora de duraci¨®n, algo que, dado lo inc¨®modo del lugar, se agradece. La reducci¨®n concentra nueve personajes en s¨®lo tres cantantes: el tenor Ferran Campabadal, discreto en lo vocal y muy verde en lo esc¨¦nico (Orfeo y Pastor), la soprano Mar¨ªa Hinojosa, de voz carnosa y gran expresividad (Euridice, la M¨²sica, Mensajera y Proserpina) y el bajo Vicen? Esteve, que puso sus tablas al servicio de Caronte, Plut¨®n y Apolo. Un conjunto de c¨¢mara, el Naumon 415, que re¨²ne a una decena de j¨®venes m¨²sicos, y un coro de 14 cantantes, dirigido por Marta Carret¨®n, completan la ficha de una versi¨®n que resulto muy gris en lo musical, llena de fallos y con nervios excesivos.
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