O el velo o el trabajo
El Ayuntamiento de Amberes proh¨ªbe usar el 'hiyab' ante el p¨²blico y muchas empresas prescinden de las musulmanas que se cubren

Karima Bouziani no encuentra trabajo en el sector privado, y en el p¨²blico pronto lo va a tener tambi¨¦n complicado. Se licenci¨® hace dos a?os y desde entonces busca un empleo como ayudante de direcci¨®n en Amberes, la capital de Flandes y la segunda ciudad en importancia en B¨¦lgica. Sus compa?eros de promoci¨®n est¨¢n casi todos colocados. "No importa lo cualificada que est¨¦, en las entrevistas s¨®lo se fijan en el velo", asegura esta belga de 26 a?os y origen marroqu¨ª, vestida a la occidental, de no ser por un moderno pa?uelo azulado que envuelve su cabeza.
El rechazo de cada vez m¨¢s empresas a contratar a mujeres con hiyab se suma a la ley que el Ayuntamiento empezar¨¢ a aplicar en unas semanas, y que obliga a las funcionarias musulmanas a quitarse el velo cuando trabajen ante el p¨²blico. Ha sido el Gobierno socialista de la ciudad el responsable de una prohibici¨®n que, siguiendo el modelo franc¨¦s, afectar¨¢ a todos los s¨ªmbolos religiosos, kip¨¢ y crucifijos incluidos.
El 65,4% de los j¨®venes de origen marroqu¨ª viajan a su tierra en busca de esposa
"No puedes ponerte el pa?uelo un d¨ªa y al d¨ªa siguiente quit¨¢rtelo", explica una musulmana
Los socialistas, que gobiernan Amberes desde el fin de la II Guerra Mundial, vieron peligrar su dominio en las municipales de octubre, en las que el ultraderechista Vlaams Belang (VB, Inter¨¦s Flamenco) se hizo con el 33,5% de los votos frente al 35% socialista. La izquierda dice haber escuchado el mensaje de un electorado temeroso con el extranjero. "Los votantes del VB piensan que Amberes ya no les pertenece cuando ven las calles llenas de inmigrantes. No quieren que les atiendan mujeres veladas en una ventanilla p¨²blica", explica Monica De Coninck, al frente de las pol¨ªticas sociales y de integraci¨®n del Ayuntamiento.
Cuando empezaron a llegar los primeros inmigrantes en los a?os sesenta, los socialistas optaron por no intervenir; pensaban que con prestaciones sociales (casa, comida, escuela, salud...) la integraci¨®n estar¨ªa asegurada. "Permitir que cada cultura funcione a su aire ha dado lugar a una situaci¨®n insostenible", dice De Coninck. "Por eso hemos decidido intervenir y fijar unas reglas" en una ciudad donde el 13% de la poblaci¨®n es inmigrante, la mayor¨ªa procedentes de Marruecos y Turqu¨ªa.
"La filosof¨ªa est¨¢ clara: a los inmigrantes les damos muchas oportunidades y a cambio tienen que respetar las reglas del juego, y una de ellas es que en este pa¨ªs hay una separaci¨®n entre la iglesia y el Estado. Hemos luchado mucho por los derechos de las mujeres, de los homosexuales... Y no vamos a permitir que nadie lo destruya. Lo toman o lo dejan", a?ade.
El Gobierno central y el municipal ofrecen cursos gratuitos de flamenco y de formaci¨®n profesional a los inmigrantes durante 12 meses. Durante ese tiempo cobran unos 600 euros al mes. Adem¨¢s, los necesitados tienen acceso a una amplia red de viviendas sociales (el 11% del parque inmobiliario de la ciudad).
Esas prestaciones no han sido suficientes para tender puentes entre las comunidades. La brecha se deja ver en las estad¨ªsticas que indican que los j¨®venes marroqu¨ªes y turcos cada vez m¨¢s acuden a su pa¨ªs de origen a buscar pareja matrimonial. Entre 2000 y 2003, el 65,4% de los j¨®venes de origen marroqu¨ª viajaron a su tierra a buscar esposa, seg¨²n datos del Ministerio para la Igualdad de Oportunidades. La alta tasa de natalidad de los inmigrantes ha contribuido a crear una sociedad polarizada donde por un lado est¨¢n los belgas entrados en a?os, y por otro, los j¨®venes inmigrantes.
Seg¨²n De Coninck, las primeras generaciones de inmigrantes eran m¨¢s d¨²ctiles, pero los hijos de inmigrantes nacidos en B¨¦lgica cada vez miran m¨¢s a su religi¨®n, en parte, porque no han entendido "nuestro sistema, nuestros valores, no hemos sabido explicar lo que esper¨¢bamos de ellos, y por eso ahora lo decimos alto y claro".
La distancia es adem¨¢s f¨ªsica. Mientras los inmigrantes ocupan el centro, la periferia ha quedado blanqueada por los belgas adinerados. Y es precisamente el cintur¨®n perif¨¦rico de Amberes uno de los bastiones de la extrema derecha. Condenado a la eterna oposici¨®n en virtud de un pacto entre el resto de las fuerzas pol¨ªticas que hace m¨¢s de una d¨¦cada decidieron excluir del poder a los extremistas (el llamado cord¨®n sanitario), el Belang ve ahora satisfecha una de sus aspiraciones. "Las comunidades isl¨¢micas tienen que adaptarse a nuestro modo de vida y no al rev¨¦s. Hace tiempo que venimos pidiendo esto", dice Filip Dewinter, el l¨ªder del VB, en conversaci¨®n telef¨®nica con este diario. A Dewinter le gustar¨ªa que se prohibiera el velo en las escuelas y en todos los centros p¨²blicos.
A pesar de que las musulmanas podr¨¢n seguir yendo a trabajar con velo a las oficinas de la Administraci¨®n y s¨®lo deber¨¢n quit¨¢rselo a la hora de atender al p¨²blico, Saida El Fekri, de la federaci¨®n de organizaciones marroqu¨ªes de Amberes, cree que la medida va a obligar a muchas mujeres a quedarse en casa. "La religi¨®n es una cosa seria. No puedes ponerte el velo un d¨ªa y al d¨ªa siguiente quit¨¢rtelo".
Las empresas privadas no precisan de leyes, les basta con no contratar a quien no les interese. Es de lo que se queja Karima Bouziani, que a¨²n as¨ª ha optado por acudir siempre con el hiyab a las entrevistas. "Puedo vestirme como me pida la empresa. Pero como musulmana, el velo no es una opci¨®n".

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