Prostituci¨®n sin ley
Ni regulaci¨®n ni abolici¨®n. De momento, el intenso debate que ha enfrentado dos formas de luchar contra la prostituci¨®n se ha saldado en tablas, que es lo mismo que decir que las cosas se quedan m¨¢s o menos como est¨¢n. Es decir, mal. La comisi¨®n Congreso-Senado encargada de debatir sobre la conveniencia o no de regular el ejercicio de la prostituci¨®n se limitar¨¢ a recomendar al Gobierno campa?as de sensibilizaci¨®n entre las mujeres vulnerables y extremar la persecuci¨®n del proxenetismo y la trata de mujeres. Tras escuchar m¨¢s de cien testimonios, la comisi¨®n no se va a decantar por medidas que avancen en ninguna de las dos direcciones en litigio, es decir, ni hacia un modelo de regulaci¨®n como el vigente en Holanda, ni hacia el abolicionismo implantado en Suecia.
El borrador de la resoluci¨®n que prepara la comisi¨®n considera que la prostituci¨®n no es una actividad digna de ser regulada, con lo que las prostitutas seguir¨¢n desprotegidas frente a los abusos y no tendr¨¢n reconocido ninguno de los derechos sociales asociados a la actividad laboral. Pero tampoco avanza hacia un planteamiento abolicionista, prohibiendo los espacios y actividades que la hacen posible o sancionando a quienes compran servicios sexuales. Si la comisi¨®n no se ha atrevido a ir m¨¢s all¨¢ de unas bienintencionadas campa?as de sensibilizaci¨®n es porque la sociedad est¨¢ confusa y dividida, y en este caso, dividida m¨¢s all¨¢ de las habituales l¨ªneas ideol¨®gicas: dividido est¨¢ el movimiento feminista y dividido est¨¢ tambi¨¦n el Gobierno llamado a tomar las decisiones, pues socialista era la consejera de Justicia de Catalu?a que lanz¨® la iniciativa de regulaci¨®n, y socialistas son las voces que con m¨¢s encono la han combatido.
En realidad, las dos opciones luchan, con la mejor de las intenciones, en contra de esta forma ancestral de explotaci¨®n de las mujeres. Lo que las diferencia es la forma de llegar al mismo objetivo. La opci¨®n reguladora parte del supuesto de que, ante la imposibilidad de terminar a corto plazo con las condiciones de pobreza y desigualdad que nutren la prostituci¨®n, la mejor forma de proteger a estas mujeres es regular las condiciones en que ejercen, limitando dr¨¢sticamente las posibilidades de explotaci¨®n econ¨®mica por parte de terceros. La abolicionista considera que regular la prostituci¨®n supone, de hecho, aceptar la existencia de un mercado indigno que trafica con el cuerpo de la mujer y por tanto, atenta contra los derechos humanos. Ambas posiciones presentan ventajas e inconvenientes. Es cierto que la regulaci¨®n puede contribuir a perpetuar la prostituci¨®n, pero la abolici¨®n, aunque la hace retroceder, tampoco garantiza su extinci¨®n pues persiste, como se ha visto en Suecia, una pr¨¢ctica clandestina en condiciones a¨²n peores.
Parece claro, pues, que la sociedad espa?ola no ha madurado una respuesta a un fen¨®meno que adquiere cada vez una dimensi¨®n mayor y m¨¢s dram¨¢tica. Pero las contradicciones siguen ah¨ª: por ejemplo, si la prostituci¨®n no se considera una actividad digna de ser regulada, ?deber¨ªa prohibirse como actividad il¨ªcita? ?Y deber¨ªa afectar la prohibici¨®n a la publicidad de contactos sexuales, o no? Los medios de comunicaci¨®n estamos en el centro de un debate que tambi¨¦n pone a prueba nuestra capacidad para gestionar las contradicciones del complejo mundo en que vivimos.
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