Aviso a Cheney

El atentado fallido contra el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, en la mayor base del Ej¨¦rcito de EE UU en Afganist¨¢n, muestra hasta qu¨¦ punto los talibanes deben ser tomados en serio cuando anuncian una vasta ofensiva en cuanto se derritan las nieves en el pa¨ªs centroasi¨¢tico. Pese a lo rudimentario del ataque de ayer -un suicida que hace estallar su carga explosiva frente a la entrada de la base-, el hecho de que la fugaz visita de Cheney a Bagram fuese secreta, adem¨¢s de inesperada (el mal tiempo impidi¨® a su avi¨®n llegar directamente a la vecina Kabul), revela adicionalmente que los milicianos islamistas aliados de Al Qaeda manejan informaci¨®n de primera mano y son capaces de improvisar sobre la marcha.

Cheney ha viajado a Afganist¨¢n, donde se ha entrevistado con el presidente Karzai, inmediatamente despu¨¦s de que Washington haya advertido de que Al Qaeda y los talibanes se est¨¢n reagrupando en suelo afgano y paquistan¨ª. En Pakist¨¢n ha mostrado al presidente Musharraf, contumaz en la negaci¨®n de lo obvio, la evidencia obtenida por sat¨¦lites esp¨ªa sobre nuevos campos terroristas en la provincia paquistan¨ª de Wazirist¨¢n, una de las muchas zonas de nadie que jalonan la vasta frontera entre ambos pa¨ªses y que sirven de santuario a parte de los fundamentalistas isl¨¢micos que luchan en Afganist¨¢n.

La OTAN, al frente de las operaciones militares en Afganist¨¢n desde el verano pasado, cree estar en condiciones de mantener la iniciativa y prepara su propia ofensiva para contrarrestar la nueva fase de la guerra anunciada por sus enemigos. Pero la realidad es que las condiciones de seguridad del pa¨ªs no han dejado de empeorar. El a?o pasado, con alrededor de 4.000 muertes violentas, ha sido el m¨¢s sangriento desde que EE UU expulsara en 2001 al Gobierno de los talibanes por negarse a entregar a Osama Bin Laden. Afganist¨¢n, mayor que Irak en tama?o y poblaci¨®n, est¨¢ de nuevo en trance de convertirse en foco de exportaci¨®n planetaria del terrorismo islamista.

Que los talibanes -un ej¨¦rcito rudimentario y eficaz, conocedor del terreno, fanatizado y con inacabable lista de espera- hayan ganado confianza a medida que la pierde el Gobierno b¨¢sicamente ceremonial de Kabul, pone tambi¨¦n de relieve la insuficiencia del despliegue militar aliado; en un pa¨ªs lastrado, adem¨¢s, por el escepticismo de sus habitantes ante las promesas occidentales, la corrupci¨®n, el poder de sus caciques locales y el imparable y creciente comercio de opio. Los refuerzos prometidos recientemente por el presidente Bush y los que acaba de anunciar el Reino Unido intentan paliar la evidente divisi¨®n entre los Gobiernos de la OTAN, renuentes la mayor¨ªa -Espa?a entre ellos- a fortalecer sus tropas una vez comprobado que Afganist¨¢n no es ya en ninguna de sus zonas, ni siquiera en el norte y el este, el destino relativamente seguro que se pretend¨ªa. Presumiblemente, en este contexto punteado por la bomba contra Cheney, la primavera que se anuncia puede resultar decisiva para calibrar las condiciones del formidable pulso que se all¨ª se libra.