La nostalgia
La ¨²ltima vez que vimos torear a Jos¨¦ Tom¨¢s, se nos hizo de noche en Braulio, la peque?a taberna que en la avenida de los Toreros, una de las calles que rodean la madrile?a plaza de Las Ventas, es refugio, consuelo y tertulia para los aficionados que salen de la corrida. Jos¨¦ Tom¨¢s, como tantas veces, hab¨ªa desafiado el peligro desde una inquietante verticalidad, desde una quietud que sembraba la incertidumbre, tensaba los nervios en los tendidos y, tras imponer el silencio, estallaban en oles, y otras exclamaciones de admiraci¨®n. Entre los "entendidos" y asistentes de diverso pelaje, se buscaba la palabra, el t¨¦rmino exacto que definiera su particular y personal¨ªsimo toreo. Recuerdo bien que se barajaron t¨¦rminos como hondo, est¨¢tico, despreciativo, concentrado, silencioso, desmayado, aut¨¦ntico, cl¨¢sico, solemne... Todos ellos son comunes al lenguaje taur¨®maco, todos ciertos, pero ninguno completo y definitorio. En el toreo de Tom¨¢s hab¨ªa algo m¨¢s, algo -como en todo arte aut¨¦ntico- f¨¢cil a la vista, irresistible a la emoci¨®n, y escurridizo a la definici¨®n. La t¨¦cnica, incluso el estilo a cuyo servicio se pone, est¨¢ clara, pero la emoci¨®n desbordante siempre hay que buscarla en otro lugar. El toreo de Tom¨¢s no era s¨®lo colocarse en el lugar que quiere el toro para ¨¦l, el lugar que conquist¨® Belmonte y asent¨® definitivamente Manolete -torero al que rinde obsesiva admiraci¨®n-; citarlo imp¨¢vido y sacarlo limpio, templado y detr¨¢s, sin enmendar un m¨²sculo, sin mover una pesta?a.
El misterio va m¨¢s all¨¢, hay que buscarlo en otro sitio. Y yo cre¨ª vislumbrarlo cuando, poco tiempo despu¨¦s, ya los pases y lances revueltos y desbaratados de la inmediatez de la memoria, le¨ª un escrito del fil¨®sofo V¨ªctor G¨®mez Pin titulado: Andreia: La tauromaquia como exigencia ¨¦tica. Se publicaba, junto a otras colaboraciones, a prop¨®sito de unas reflexiones sobre Jos¨¦ Tom¨¢s. Y la esencia del texto es que la andreia -hombr¨ªa, que no virilidad- "consiste en mantener la entereza ante algo susceptible de provocar miedo". Est¨¢ G¨®mez Pin comentando la ?tica a Nic¨®mano y prosigue: "Arist¨®teles precisa, sin embargo, que, en estos casos, se trata de una hombr¨ªa por semejanza (kath'homoioteta) o derivaci¨®n (kat¨¢ metaphor¨¢n) y como resultado o corolario de una hombr¨ªa primordial: en primer lugar deber¨ªa atribuirse la hombr¨ªa al que no es presa del miedo ante la hip¨®tesis de una muerte noble".
Y ah¨ª encontr¨¦ la clave que nos emociona en el toreo de Jos¨¦ Tom¨¢s. Nos emociona porque en ¨¦l se hace presencia el primordial sentido de la hombr¨ªa, de la exposici¨®n p¨²blica, mediante un toreo claro que no excusa el riesgo, de un hacer vital noble, sin trampa ni cart¨®n, del que se deriva, obligatoriamente, la entereza ante la posibilidad de una muerte noble. El toreo de Tom¨¢s nos emociona porque nos recuerda que somos humanos, porque es un reflejo de la vida noble, percibido, sentido, no explicado, en cada pase, en cada movimiento, en la quietud serena ante el peligro. Por eso su retirada nos dej¨® nost¨¢lgicos. A nosotros y a ¨¦l. Porque propiamente la nostalgia no es m¨¢s que el "deseo doloroso de regresar".
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