Hartos de pol¨ªtica
Hay un hartazgo de pol¨ªtica. El ¨²ltimo bar¨®metro del CIS (Centro de Investigaciones Sociales) pone de relieve el poco caso que los ciudadanos espa?oles le prestan. Los sentimientos que m¨¢s inspira la pol¨ªtica son los de desconfianza, indiferencia y aburrimiento. La pol¨ªtica, junto a la religi¨®n, es de los aspectos que menos importancia tienen para los espa?oles, frente a la familia, los amigos y el tiempo libre. Seg¨²n ese sondeo, m¨¢s de un 58% nunca o raramente habla de pol¨ªtica con sus amigos y familiares, y otro tanto no lee, o lo hace con menor frecuencia, las secciones pol¨ªticas de los peri¨®dicos, ni ve ni escucha programas sobre pol¨ªtica en radio o televisi¨®n, exceptuados los noticieros. Un 76% tampoco usa Internet para informarse acerca de la pol¨ªtica. Ahora bien, no es mero pasotismo. Pese a que la satisfacci¨®n con el funcionamiento de la democracia nacional se ha reducido en la UE desde su mayor nivel (60%) en 1999 para situarse en un 56%, seg¨²n el Eurobar¨®metro, en Espa?a es de las m¨¢s altas: 71%. Y seg¨²n el CIS, los espa?oles, en m¨¢s de un 60%, consideran que la pol¨ªtica tiene una gran importancia en la vida de cualquier ciudadano, y que el voto es la ¨²nica forma para la gente de influir en lo que hace el Gobierno.
Estas tendencias, aunque menos marcadas, se registran en otros pa¨ªses de la UE. Entre los m¨¢s desafectos a la pol¨ªtica est¨¢n los treinta?eros, los Friends de hoy. En Francia, como se?ala la soci¨®loga francesa Gu¨¦na?lle Gault en su libro Pour en finir avec la politique ¨¤ Papa (Para acabar con la pol¨ªtica de Pap¨¢), ¨¦stos son hedonistas, no tienen "los medios para ser ambiciosos como Pap¨¢ pudo serlo", pero quiz¨¢s tampoco ganas de serlo. Est¨¢n imbuidos de "optimismo individual y pesimismo colectivo" (algo que reflejan tambi¨¦n las encuestas en Espa?a), y muestran inter¨¦s por "la cosa com¨²n", pero no "de forma colectiva". Marcadamente m¨¢s abstencionistas que la media, est¨¢ por ver c¨®mo act¨²an estos treinta?eros ante las cruciales elecciones francesas en las que la nueva guardia, aunque suponga una renovaci¨®n respecto a un Chirac septuagenario, est¨¢ toda por encima de los 50: Nicolas Sarkozy tiene 52; S¨¦gol¨¨ne Royal, 53, y Fran?ois Bayrou, 55 (por no hablar Le Pen, de 74). Los presidentes del Gobierno de la democracia espa?ola estaban todos en sus cuarenta cuando llegaron a La Moncloa.
Sin caer en el Gobierno por sondeos, es necesario que los pol¨ªticos no den la espalda al sentir de los ciudadanos. Lo contrario puede conllevar un precio elevado, como se vio en Francia con el refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n Europea. A este respecto, Sarkozy es el ¨²nico de los candidatos con posibilidades que no se ha comprometido a someter a una nueva votaci¨®n popular el eventual nuevo Tratado. Si llega al El¨ªseo, y no lo hace, la legitimidad europea saldr¨¢ da?ada.
En Europa, la pol¨ªtica puede ser v¨ªctima del ¨¦xito de la Uni¨®n Europea, y especialmente de la uni¨®n monetaria, pues ha encorsetado las pol¨ªticas econ¨®micas, las ha dejado "a prueba de pol¨ªtica", a prueba de cometer desatinos, como ha puesto de manifiesto Martin Wolf, comentarista econ¨®mico del Financial Times, en un interesante debate organizado por el BBVA en Madrid. Con lo que importan menos.
La militancia en partidos pol¨ªticos o en sindicatos, en Espa?a -y en el resto de Europa-, es m¨ªnima, as¨ª como la pertenencia a asociaciones religiosas, deportivas, culturales u otras, a diferencia de EE UU donde, sin embargo, el llamado capital social merma. Los partidos parecen haberse convertido en m¨¢quinas para ganar elecciones y repartir puestos de trabajo. La gente, sin embargo, quiere poder participar y que se tomen en cuenta las opiniones de los ciudadanos a la hora de gobernar. Acabamos de ver un ejemplo en las dificultades de Prodi en Italia, donde no es s¨®lo la posici¨®n de una minor¨ªa en la izquierda, sino que una mayor¨ªa (62%) de los italianos y m¨¢s a¨²n (73%) de los que apoyan a este Gobierno quiere que sus tropas se marchen de Afganist¨¢n. Son avisos de mayor calado que las intenciones de voto inmediatas, pues reflejan una profunda crisis de la pol¨ªtica. aortega@elpais.es
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