El d¨ªa que muri¨® Hollywood
Peter Biskind redondea la historia del cine estadounidense de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Sexo, mentiras y Hollywood se centra en el renacer cinematogr¨¢fico de los ochenta y noventa, gracias a directores y distribuidores independientes, tras su libro sobre los sesenta y setenta.
SEXO, MENTIRAS Y HOLLYWOOD
Peter Biskind
Traducci¨®n de Daniel Najm¨ªas
Anagrama. Barcelona, 2006
686 p¨¢ginas. 24,70 euros
El extens¨ªsimo reportaje del cr¨ªtico cinematogr¨¢fico y merodeador de rodajes Peter Biskind, Sexo, mentiras y Hollywood, es la segunda parte de Moteros tranquilos y toros salvajes, con el que completa una mirada descarnada pero entra?able y formidablemente informativa, que hab¨ªa comenzado en aquel primer volumen con la rebeli¨®n de los sesenta contra la fabricaci¨®n est¨¢ndar en estudio, y que culmina en esta segunda parte con la explosi¨®n en los noventa de esa forma de hacer cine en beneficio de las peque?as productoras y directores independientes -las indies-. Lo que va de Easy Rider, de Dennis Hopper, a Pulp Fiction, de Quentin Tarantino.
Biskind hace un reportaje
virtual; aunque muchas cosas las puede contar de primera mano como testigo directo, el lector presencia mayormente una reconstrucci¨®n de los hechos basada en cientos de entrevistas, pesquisas varias, y hasta cotilleo concienzudamente verificado de c¨®mo se fabric¨® esto y aquello, lo que fulano dijo o hizo a menganita y, sobre todo, un curso intensivo de todo lo que hay que hacer con una pel¨ªcula para que se convierta en un producto comercializable despu¨¦s de haberla rodado; tanto, que puede parecer que s¨®lo una vez acabado el filme es cuando se empieza a trabajar en ¨¦l, como si fuera una materia prima con la que a¨²n est¨¢ casi todo por hacer.
El autor hace un seguimiento de sus dramatis personae como si los descompusiera en un rompecabezas del que va rellenando pacientemente las casillas. As¨ª, completa estupendas vi?etas personales de Robert Redford, el actor creador del Festival de Sundance, que "transmit¨ªa a los que trabajaban con ¨¦l la sensaci¨®n de que siempre se mov¨ªan sobre arenas movedizas", el gentleman farmer a la americana con mucho espacio abierto y grandes manadas de caballos, el wasp (white, anglo-saxon y protestant) conservador genuino, pero que tiene la coqueter¨ªa de querer parecer original e incomprendido; de Quentin Tarantino, sin ni siquiera una media educaci¨®n formal, que escribe argumentos y guiones en un ingl¨¦s fon¨¦tico, revienta desde dentro la noci¨®n misma de historia dram¨¢tica, y se despe?a por la pendiente de un fenomenal ¨¦xito para el que su antropolog¨ªa dif¨ªcilmente le hab¨ªa preparado; y de toda una galer¨ªa de personajes con los que est¨¢ menos familiarizado el p¨²blico espa?ol, como los hermanos Harvey y Bob Weinstein, los creadores de Miramax, dos especialistas de la desmesura, la intuici¨®n y la arbitrariedad, capaces de alcanzar el triunfo de taquilla m¨¢s gigantesco e inesperado al igual que descerebrarse con la pifia m¨¢s solemne y ruinosa. ?se es el terreno en el que se mueve Biskind, Sundance como una tentativa comercialmente deslavazada que Redford es el que m¨¢s hace para impedir que, sola, alce el vuelo, pero en ocasiones capaz de intuir brillantes rupturas, y Miramax, la productora-distribuidora, especializada en arrancar el fracaso de las mism¨ªsimas fauces del exitazo, que le propina tal golpe de muerte al cine de estudio, que ya nunca m¨¢s volver¨¢ a ser el mismo, abocado a colosalismos diversamente suicidas.
La narraci¨®n, que mira como
nadie a todo lo que ocurre entre cajas de la direcci¨®n, producci¨®n y distribuci¨®n del cine norteamericano, no deja, por ello, de arrastrar algunas r¨¦moras. Biskind discrimina mal y dedica pr¨¢cticamente tanto esfuerzo, sudor y tinta a personajes muy menores y, en cualquier caso, perfectos desconocidos a dos cuadras de su casa como a iconos tipo Scorsese -carne de ca?¨®n para el psicoanalista- o deidades s¨®lo relativamente menores como Friedkin o Soderbergh, que acertaron un d¨ªa pero no han vuelto a hacer diana, pasando por carreras y personalidades m¨¢s consistentes como Spielberg y Lucas. Y de igual forma, una edici¨®n un poco m¨¢s apretada y enjuta, no le habr¨ªa hecho da?o al libro, que padece de un n¨²mero apreciable de repeticiones, insertos, saltos atr¨¢s y proyecciones hacia delante, dudosamente necesarios. El cine espa?ol -el poqu¨ªsimo que se exhibe en Estados Unidos- obtiene una ¨²nica menci¨®n que acapara Almod¨®var, y medio acc¨¦sit para Los Otros que, t¨¢citamente, considera Biskind producci¨®n casera, hasta el punto de que nadie sabr¨¢ por el autor que la dirigi¨® Alejandro Amen¨¢bar.
Ni Hollywood ni el lector de libros de cine ser¨¢n los mismos tras la lectura de este estupendo trabajo de memorialismo cinematogr¨¢fico entre bastidores.
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