Sin pena ni gloria
La gira de George W. Bush por cinco pa¨ªses latinoamericanos, finalizada ayer en M¨¦xico, ha discurrido sin pena ni gloria. No porque sus intenciones fueran censurables o equivocadas o porque los destinos hayan sido mal elegidos. El problema del largo viaje de Bush hacia el sur es que llega demasiado tarde, cuando su presidencia se desvanece, y con muy poco que ofrecer, salvo buenas palabras, a un subcontinente que en los ¨²ltimos a?os ha visto c¨®mo se acrecienta su distancia con Washington y que gira electoralmente a la izquierda. No hay nuevas pol¨ªticas y no hay nuevos amigos.
Bush no es querido al sur de R¨ªo Grande, como ha quedado patente en las manifestaciones hostiles que han jalonado su periplo. La explicaci¨®n principal, no corregida durante el viaje, es que durante su mandato Estados Unidos ha perdido el provechoso contacto con Latinoam¨¦rica que durante casi veinte a?os mantuvieron sucesivas administraciones estadounidenses.
Ocupado en otras latitudes y otros asuntos, b¨¢sicamente su cruzada global contra el terrorismo islamista tras el 11 de septiembre de 2001, el inquilino de la Casa Blanca no ha satisfecho ninguna de las aspiraciones sustanciales de la regi¨®n. Por el contrario, lo ha hecho decididamente mal, tanto en temas pol¨ªticos, interviniendo burdamente y a destiempo en cuestiones internas de numerosos pa¨ªses -desde Bolivia a Venezuela o Nicaragua-, como econ¨®micos.
El comercio, v¨ªnculo crucial entre EE UU y sus vecinos sure?os, se ha movido siempre al diktat de Washington, sobre todo en el caso de los pa¨ªses centroamericanos, con una pol¨ªtica consistente en no ofrecer a sus socios el desarme arancelario que reclaman sus precarias econom¨ªas. En este sentido, el cacareado acuerdo con Brasil para producci¨®n de biocombustible ser¨¢ simb¨®lico mientras Washington no est¨¦ dispuesto, y de momento no lo est¨¢, a reducir sus tarifas importadoras.
La devaluada credibilidad de EE UU en Latinoam¨¦rica necesita a estas alturas mucho m¨¢s que pr¨¦dicas sobre justicia social y libre comercio. El problema para Bush, que ha tenido el buen sentido de no responder a la contragira histri¨®nica de Hugo Ch¨¢vez, no es s¨®lo que carece de una agenda consistente para responder a los grandes desaf¨ªos sociales de la regi¨®n, su aut¨¦ntica piedra de toque. Es que tampoco est¨¢ en condiciones, al final de su presidencia y con un Congreso hostil, de satisfacer algunas de las mayores expectativas de sus amigos. Se trate de regularizar la situaci¨®n de millones de inmigrantes ilegales y de detener el avance de la muralla fronteriza, como le piden Colombia, M¨¦xico o Guatemala; o de la aprobaci¨®n sin problemas por el Legislativo de tratados de libre comercio ya firmados con pa¨ªses como Per¨², Panam¨¢ o Colombia.
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