El aeropuerto de El Prat como met¨¢fora
En ocasiones tengo la impresi¨®n de que en Catalu?a nos comportamos con la conducta propia del barrufet emprenyat de la historieta belga que narra las aventuras y desventuras de una especie de peque?as criaturas azules que viven en un bosque de alg¨²n lugar de Europa. Si pudi¨¦ramos elegir la conducta m¨¢s adecuada de entre el censo de personajes de las historietas del belga Peyo, la que mejor nos ir¨ªa es la de la sabidur¨ªa del gran barrufet.
Porque vivir en estado de permanente irritaci¨®n no es bueno, ni para el cuerpo ni para los resultados que queremos alcanzar. Aun en aquellos casos en que tenemos raz¨®n en exigir que las cosas cambien, ese estado an¨ªmico nos mete en el cuerpo un mal rollo que nos lleva a equivocarnos en las estrategias para lograrlo. Sobre todo, si el cambio busca permitirnos m¨¢s margen de acci¨®n para decidir c¨®mo hacer las cosas, para autogobernarnos.
Y hay algo que a¨²n es peor. Esa equivocaci¨®n a la que nos lleva el estado de irritaci¨®n permanente acaba provocando, cuando no se consigue el objetivo buscado, una frustraci¨®n que incrementa el malestar con nosotros mismos y lo que nos rodea.
Algo de eso nos pas¨® con el Estatuto. Y, si no actuamos con sabidur¨ªa, puede ocurrirnos de nuevo si intent¨¢semos convertir de la noche a la ma?ana el aeropuerto de El Prat en un aeropuerto internacional, es decir, en un aeropuerto central o hub, desde el que se pueda volar directamente a cualquier parte del globo sin pasar por conexiones intermedias en otros aeropuertos.
El aeropuerto de El Prat se ha convertido en una met¨¢fora de otras muchas cosas que nos est¨¢n pasando y que nos tienen confundidos. Somos una econom¨ªa y un pa¨ªs que viene de ser l¨ªder en Espa?a, pero es un liderazgo actualmente puesto en cuesti¨®n por tres transformaciones tremendas que est¨¢n teniendo lugar a nuestro alrededor. Por un lado, por el intenso y profundo cambio tecnol¨®gico que ha impactado de forma especial sobre las econom¨ªas industriales, como la nuestra. En segundo lugar, por la globalizaci¨®n de la econom¨ªa y la aparici¨®n de nuevos competidores asi¨¢ticos en manufacturas en las que hasta ahora ten¨ªamos ventajas de costes y precios. Y, en tercer lugar, por una revoluci¨®n en las formas de propiedad, del tama?o y de la gesti¨®n de las empresas, frente a las cuales el exitoso esp¨ªritu empresarial y las empresas familiares se muestran ahora impotentes para aprovechar esa revoluci¨®n.
Ese cuestionamiento de nuestro liderazgo econ¨®mico y empresarial nos hace sentirnos inquietos, con un malestar difuso que no somos capaces de concretar. Ambicionamos un lugar propio en el mundo global que se ha abierto ante nosotros, pero no sabemos a¨²n cual es la estrategia m¨¢s adecuada. Nuestras ambiciones vuelan, pero nuestras pol¨ªticas siguen atadas por comportamientos pol¨ªticos y ciudadanos contradictorios. Queremos ir r¨¢pido hacia ese mundo global, pero nos oponemos a infraestructuras que hacen posible lograrlo.
En este estado de cosas, que tienen que ver con el esp¨ªritu y con la materia, el debate sobre El Prat es como una met¨¢fora de todo eso que nos pasa, pero que a¨²n no sabemos qu¨¦ es, ni menos a¨²n c¨®mo lograrlo.
Pero, mientras tanto, convendr¨ªa no cometer los mismos errores que con el Estatuto. No ambicionar primero los m¨¢s altos cielos, para caer despu¨¦s en picado hacia una nueva frustraci¨®n colectiva. Es necesario actuar de forma prudente, sabiendo cu¨¢les son los factores econ¨®micos que nos favorecen y los factores pol¨ªticos que condicionan la estrategia a seguir.
Disponemos de un buen an¨¢lisis de la inadecuada situaci¨®n aeroportuaria espa?ola actual, as¨ª como de las posibilidades futuras de El Prat como aeropuerto internacional. Los trabajos del profesor Germ¨¤ Bel constituyen una de las contribuciones m¨¢s brillantes que recuerdo en nuestro pa¨ªs a la formaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas. D¨¦jenme recordar s¨®lo tres de sus conclusiones. Entre los pa¨ªses grandes (por poblaci¨®n) y desarrollados, Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs en que los aeropuertos se siguen gestionando de forma centralizada por un organismo estatal (AENA). Segundo, que El Prat es el ¨²nico aeropuerto de un pa¨ªs europeo en el que existen vuelos intercontinentales que no son operados por la compa?¨ªa de bandera del propio pa¨ªs (Iberia). Y, tercero, que aun cuando se pueda objetar con raz¨®n que en este momento no existe demanda suficiente de vuelos internacionales para hacer de El Prat un aeropuerto internacional como, por ejemplo, el de Mil¨¢n, el profesor Bel se?ala que a medio plazo la aparici¨®n de esa demanda no es independiente de la oferta, es decir, de que existan unas instalaciones aeroportuarias y una gesti¨®n propia de esas instalaciones que vayan creando el caldo de cultivo para que pueda crecer la demanda.
Sabemos el rumbo a seguir. Ahora hay que aprovechar vientos favorables. En este sentido, hay que recordar que las pol¨ªticas p¨²blicas no son s¨®lo, ni fundamentalmente, el reflejo de un buen an¨¢lisis t¨¦cnico. Tambi¨¦n cuentan, y mucho, la pol¨ªtica -es decir, el juego del poder- y las viejas instituciones, como AENA.
Seamos ambiciosos, pero dejemos de lado las grandes palabras. Lo del hub ya llegar¨¢. Fijemos primero la misi¨®n que debe cumplir el aeropuerto de Barcelona en el conjunto del sistema aeroportuario catal¨¢n y espa?ol. Busquemos participar, junto con AENA, en la gesti¨®n de las nuevas instalaciones de la T-Sur. Demostremos que sabemos ser buenos gestores. Introduzcamos participaci¨®n privada en esa gesti¨®n para, entre otras cosas, suavizar las tensiones entre instituciones. El modelo de la Fira de Barcelona es un buen ejemplo. Busquemos acuerdos para nuevas l¨ªneas internacionales con origen y destino en Barcelona. Y, en tanto necesitemos utilizar otros aeropuertos intermedios para viajar al resto del globo, seamos sabios para comprender que lo que nos interesa es que las rutas con origen y destino en Barcelona utilicen aeropuertos concentradores cuyo idioma sea conocido por nuestro usuario medio, y con los que podamos llegar m¨¢s f¨¢cilmente a acuerdos de reciprocidad en la negociaci¨®n con las compa?¨ªas a¨¦reas.
Evitemos comenzar la casa por el tejado. S¨®lo producir¨ªa nuevas frustaciones, que contribuir¨ªan a agraviar m¨¢s nuestro ya de por s¨ª irritado estado de ¨¢nimo.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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