Esparta anabolizada
Publicada en 1998, 300, recreaci¨®n en clave ¨¦pica de la batalla de las Term¨®pilas, marc¨® en la carrera de Frank Miller la conquista de una deslumbrante madurez expresiva y el compromiso con una radicalizaci¨®n ideol¨®gica que parec¨ªa haber dejado atr¨¢s todo atisbo de ambig¨¹edad. Virtuoso de lo que su maestro Will Eisner denominaba el "arte secuencial" y orfebre de una s¨ªntesis gr¨¢fica que parec¨ªa deberle tanto al manga como a algunos referentes europeos (Hugo Pratt), Miller adoptaba como pretexto narrativo la voz de un rapsoda espartano dispuesto a transmitir la ¨¦pica del sacrificio a nuevas generaciones de soldados. En el work in progress que ahora mismo tiene entre manos -Holy Terror, Batman!, obra de 200 p¨¢ginas que enfrentar¨¢ al superh¨¦roe de la DC con el mism¨ªsimo Bin Laden-, el autor reconoce estar cruzando la l¨ªnea que separa la mimesis formalista de una vieja arenga militar de la propaganda sin coartadas intelectuales de ning¨²n tipo y con vocaci¨®n de inmediata funcionalidad ideol¨®gica. No se le puede reprochar a Miller falta de convicci¨®n en lo que cuenta, pero quiz¨¢ s¨ª quepa a?orar esos trabajos de los ochenta -Ronin (1983), Batman: The Darknight Returns (1986), Elektra Assassin (1986)- en los que el autor se acerc¨® a las complejas estrategias narrativas de la posmodernidad literaria.
300
Direcci¨®n: Zack Snyder. Int¨¦rpretes: Gerard Butler, Dominic West, Lena Headey, David Wenham, Rodrigo Santoro. G¨¦nero: peplum. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 117 minutos.
Como ya ocurriera con el Sin City cinematogr¨¢fico que cofirmaron el propio Miller y Robert Rodr¨ªguez, la adaptaci¨®n de 300 tiene su primordial reclamo en la apuesta de extrema fidelidad formal emprendida por el director Zack Snyder y en la consiguiente bendici¨®n del historietista. Lo mejor que se puede decir de 300 es que logra hacer justicia al antinaturalista tratamiento crom¨¢tico de Lynn Varley en el original y lo peor, que su obsesiva fidelidad pasa por interpretar el c¨®mic con la mirada primitiva de quien no percibe ilusi¨®n de movimiento, sino mera sucesi¨®n de estampas est¨¢ticas.
As¨ª, 300 no es tanto una adaptaci¨®n caligr¨¢fica como una traici¨®n medular: lejos del dinamismo extremo orquestado por Miller, la pel¨ªcula desgrana una sucesi¨®n de preciosistas tableaux vivants que revisitan la marm¨®rea grandilocuencia de Cecil B. DeMille con est¨¦tica de aerografiada postal filogay inconsciente de estar al servicio de un subtexto hom¨®fobo. El dispositivo formal manejado por Snyder da para componer un tr¨¢iler deslumbrante, pero no para que el espectador entre de lleno en esta historia aquejada de tanta hipertrofia digital como la pionera Casshern (2004), del japon¨¦s Kazuaki Kiriya, profeta de un cine de s¨ªntesis capaz de exiliar la emoci¨®n al territorio del vac¨ªo absoluto.
Figura de cera
Snyder se aleja del original para intoxicar de fantas¨ªa la recreaci¨®n hist¨®rica, a trav¨¦s de una animalizaci¨®n caricaturesca del enemigo que entronca, precisamente, con los mecanismos de ese viejo cine de propaganda que la correcci¨®n pol¨ªtica siempre quiso ocultar bajo la alfombra.
Monstruosidad, deformidad, amaneramiento, perversi¨®n y voluptuosidad sexual dibujan, as¨ª, un universo persa que se contrapone al monolitismo marcial espartano. Habr¨¢ quien considere temerario leer 300 bajo la luz del contempor¨¢neo choque de civilizaciones, pero no es menos arriesgado obviar el componente ideol¨®gico de toda ficci¨®n. Y m¨¢s si, como en este caso, Miller y Snyder desarrollan su juego en un territorio hiperb¨®lico, pero ajeno a esa iron¨ªa que, por ejemplo, no salv¨® a la libertaria Star-ship Troopers (1997), de Paul Verhoeven, de recibir acusaciones de fascismo.
Snyder ha sido fiel al fondo de 300, pero ha inyectado tantos anabolizantes en la forma que ha condenado el conjunto a la par¨¢lisis de una hiperrealista (y algo rid¨ªcula) figura de cera.
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