Sin emoci¨®n

A la vista de ciertos desmanes, uno puede estar de acuerdo con quienes se quejan del mal que le hacen a la ¨®pera algunos directores de escena que se dicen modernos. Pero dado lo que sucede en Bilbao con Di¨¢logos de carmelitas, ?c¨®mo no preferir, de largo, el disparate que, al menos, da qu¨¦ pensar? Y es que la producci¨®n, ideada por Alberto Fassini, dirigida esc¨¦nicamente por Joseph Franconi Lee y procedente de la ?pera de Roma, luce una absoluta carencia de ideas. Ya el arranque es toda una declaraci¨®n de intenciones y de falta de compromiso con la verdad honda de la obra maestra de Poulenc, revelando una direcci¨®n de actores que, como la escenograf¨ªa, mostrar¨¢ todos los t¨®picos de la mala ¨®pera, de esa que s¨®lo sirve para ahuyentar a los que no acaban de creerse que este espect¨¢culo sea tan estupendo como se dice. Ah¨ª estaba Madame Lidoine larg¨¢ndole al p¨²blico lo que es una reflexi¨®n directa para sus asustadas monjitas. O el tremendo cuadro final donde se le hurta al espectador la emoci¨®n insoportable de una muerte dif¨ªcil de comprender. Eso s¨ª, gorros frigios, banderas tricolores y alguna antorcha para darle car¨¢cter a la cosa y hacerlo todo m¨¢s c¨®modo para el espectador, al que, por ello, se le escatima la esencia de la cuesti¨®n, mucho m¨¢s que un asunto de buenos y malos. En nada sirve semejante planteamiento ni al riqu¨ªsimo texto de Bernanos ni a las ideas dram¨¢ticas de Poulenc, pues todo queda banalizado por la pobreza intelectual de la propuesta. S¨®lo se salva la muerte de la Superiora. Qu¨¦ diferencia con la maravillosa puesta en escena de Robert Carsen en junio del a?o pasado en el Teatro Real y que habr¨ªa que dejarle ver al p¨²blico de Bilbao para que se d¨¦ cuenta de que esta ¨®pera es otra cosa.

Entre los cantantes hubo de todo. Ainhoa Arteta, que sin duda demuestra una sensibilidad muy especial al asumir el papel de Blanche de la Force, hace una novicia con empuje, poco dada a los matices y cantando siempre demasiado fuerte. Elena de la Merced es una deliciosa Sor Constance. Kathryn Hayes no nos saca de la mala costumbre de que Madame de Croissy, como moribunda que es, ha de cantar mal. Bien Natasha Petrinski como la madre Mar¨ªa de la Encarnaci¨®n y aceptable Denia Mazzola como Madame Lidoine. Flojos los hombres, con la excepci¨®n del tenor Jos¨¦ Luis Sola como Chevalier de la Force. Carlo Montanaro se defendi¨® con una partitura que rebosa hermosura pero a veces hizo sonar demasiado a la Sinf¨®nica de Bilbao. La ABAO, ya lo sabemos, es capaz de hacer cosas mucho mejores.