Vivir con el 'narco'
Tuvieron que pasar veinte a?os y morir o desaparecer decenas de miles para que el Estado mexicano se tomara en serio el reto lanzado por el crimen organizado, capaz de imponer su ley en el 40% del territorio mexicano. Y hace unas semanas empez¨® una guerra de incierto desenlace.
M¨¦xico tiene tres mil kil¨®metros de frontera terrestre con una potencia ¨¢vida de narc¨®ticos. Result¨® l¨®gica la aparici¨®n de astutos empresarios dispuestos a alimentar la glotoner¨ªa, y as¨ª nacieron los carteles cuyas gestas van quedando inmortalizadas en los mexicanos narcocorridos. Este a?o se cumplen dos d¨¦cadas de que el presidente Miguel de la Madrid pusiera al narco como la principal amenaza a la seguridad nacional. Fueron palabras sonoras pero vac¨ªas de contenido. A?os despu¨¦s, en 1991, convers¨¦ con el entonces procurador general de la Rep¨²blica, Enrique ?lvarez del Castillo, quien minimiz¨® el problema y presumi¨® de la enorme fortaleza del Estado mexicano. Esa displicencia suicida ha sido la norma y prepar¨® el terreno para que la delincuencia creciera y hasta fundara enclaves territoriales vedados a las fuerzas de seguridad.
Vicente Fox entreg¨® a Felipe Calder¨®n una seguridad al bordo de la anorexia. A los pocos d¨ªas, el nuevo presidente inform¨® de que emplear¨ªa "toda la fuerza del Estado" para "arrebatar a los delincuentes los espacios p¨²blicos" y "rescatar a M¨¦xico" (las implicaciones de esta ¨²ltima frase son escalofriantes). El ej¨¦rcito se despleg¨® por ocho Estados -seis de ellos ubicados en el estrat¨¦gico norte- en donde viven 24 millones de personas en un territorio de 763.000 kil¨®metros cuadrados. La utilizaci¨®n de las fuerzas armadas era la ¨²ltima opci¨®n dada la corrupci¨®n, ineficacia o impotencia de los centenares de miles de polic¨ªas mal pagados.
Sacar a la tropa de los cuarteles -me confirman funcionarios de alto nivel- ten¨ªa como principal objetivo demostrar la firmeza del presidente y recuperar el espacio cedido a -y ganado por- el crimen organizado. En el dise?o original el ej¨¦rcito patrullar¨ªa las calles mientras se captaba la inteligencia requerida para detener a los capos y desmantelar a los escuadrones de sicarios. La estrategia parec¨ªa tan sensata como realistas los objetivos y recibi¨® el aplauso de una sociedad harta de los secuestros, los asaltos a mano armada y las ejecuciones.
Cuando la federaci¨®n envi¨® la tropa a Michoac¨¢n se dispararon las expectativas y los Estados se arrebataban la palabra pidiendo su cuota de militares. Y en medio del estruendo de las trompetas y panderetas de una legi¨®n de comunicadores gubernamentales naci¨®, el 2 de enero, la Operaci¨®n Tijuana. El Gobierno federal inform¨® de que a esa ciudad ubicada en el v¨¦rtice donde inician y finalizan M¨¦xico, Estados Unidos y el oc¨¦ano Pac¨ªfico se trasladar¨ªan tres mil soldados y marinos, lanchas r¨¢pidas y veh¨ªculos artillados. La ciudadan¨ªa respir¨® aliviada; llegaban los salvadores.
Seis semanas despu¨¦s de iniciado la Operaci¨®n visit¨¦ Tijuana, donde dialogu¨¦ con una muestra m¨¢s que representativa de conocedores del submundo criminal. El entusiasmo inicial hab¨ªa desaparecido y prevalec¨ªa el desconcierto y el desaliento entre acad¨¦micos, l¨ªderes sociales, periodistas... Los retenes militares se hab¨ªan relajado y nunca se detuvo a capos cuyos apodos, man¨ªas y lugares de reuni¨®n son bien conocidos en una ciudad que vuelve a vivir bajo la amenaza de los secuestros y las ejecuciones.
En sus primeros 100 d¨ªas, Felipe Calder¨®n ha convocado una y otra vez a una cruzada nacional contra el crimen. El discurso se origina en la gravedad de la amenaza y en la soledad federal. La mayor¨ªa de gobernadores y presidentes municipales evaden el tema y disimulan su miedo y/o complicidad refugi¨¢ndose en un rasgo de la ley: el combate al crimen organizado es competencia federal. El resultado es que estos funcionarios s¨®lo han sustituido al patr¨®n: si antes era el presidente ahora son los capos.
Fue entonces cuando sobrevino lo imprevisto. La capital del pa¨ªs sali¨® con un programa propio y agresivo para enfrentar al crimen organizado. Curioso porque el Distrito Federal es el basti¨®n m¨¢s s¨®lido de la izquierda leal a Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador; tanto as¨ª que el jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, se ha negado a reunirse con Calder¨®n por suscribir la tesis de que es un presidente ileg¨ªtimo. Pero Ebrard es un pol¨ªtico pragm¨¢tico y sabe que la capital ha sido devastada por el crimen organizado; tiene el segundo lugar en n¨²mero de delitos por habitante despu¨¦s de Baja California.
Uno de los enclaves territoriales de la delincuencia est¨¢ en el c¨¦ntrico barrio de Tepito, a unas cuantas cuadras del coraz¨®n de la patria, del Z¨®calo. Si el jefe de Gobierno capitalino deseaba ampliar sus m¨¢rgenes de gobierno ten¨ªa que enfrentarse al crimen, y lo hizo expropiando una fortaleza en Tepito. El golpe medi¨¢tico estuvo bien pensado y le rindi¨® beneficios porque rebas¨® a Felipe Calder¨®n por el carril de la ley y el orden, t¨¦rminos que identifican al conservadurismo.
La disputa por las elecciones presidenciales de 2012 ya empez¨® y un aspirante obvio es el jefe de Gobierno capitalino que eligi¨® contrastarse con el presidente en una guerra de trincheras con el crimen organizado. Mientras que los ¨²ltimos seis a?os estuvieron marcados por el encono de la relaci¨®n entre L¨®pez Obrador y Fox, Ebrard est¨¢ llevando la competencia al terreno de la eficacia.
El futuro de la seguridad mexicana es incierto porque se desconoce la fuerza de los carteles y la reacci¨®n que tendr¨¢n ante las extradiciones de sus jefes a Estados Unidos, los retenes y las expropiaciones. ?Absorber¨¢n con estoicismo los golpes?, ?aumentar¨¢n las ejecuciones de polic¨ªas y soldados?, ?recurrir¨¢n al terrorismo contra blancos civiles?, ?buscar¨¢n disimularse entre la poblaci¨®n o se atrincherar¨¢n en sus enclaves territoriales?
En este sombr¨ªo panorama la esperanza surge de la competencia entre Gobierno federal y capitalino que buscar¨¢n distinguirse por sus ¨¦xitos en el combate al crimen organizado y con suerte hasta un corrido les dedican. Por primera vez en mucho tiempo pareciera posible contener el avance del crimen organizado con el cual, se quiera o no, los mexicanos hemos tenido que vivir.
Sergio Aguayo Quezada es profesor del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de M¨¦xico.
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