C¨®mo fabricar un ¨¦xito
EL PA?S entrega ma?ana 'El momento', de Crusaders, y el viernes, 'Maestros del jazz', de Astrud Gilberto, por 4,95 euros cada uno
El aficionado primerizo al jazz suele aprender de sus mayores dos cosas r¨¢pidamente. Primera: Dios se hizo saxofonista de bebop en los cuarenta y los hombres lo bautizaron como Charlie Parker. Y segunda: en la d¨¦cada de los setenta, el g¨¦nero se despe?¨® por los abismos de la comercialidad y la insulsa fusi¨®n de estilos.
A partir de ah¨ª, el aficionado al jazz se organiza como puede. Los hay que persisten en su oposici¨®n cerril a todo lo grabado despu¨¦s de que Miles Davis decidiese introducir guitarras y bajos el¨¦ctricos en la ecuaci¨®n; mientras que otros dejan de preocuparse de la contaminaci¨®n de elementos de funk, soul y rock del jazz de la era Watergate y aprenden a amar la fusi¨®n. Todos, sin excepci¨®n, siguen creyendo, por cierto, en el dios Charlie Parker.
'El momento' es un formidable repaso a la segunda ¨¦poca de Crusaders
Gilberto era una aficionada hasta el d¨ªa en que interpret¨® 'La chica de Ipanema'
Crusaders es un gran grupo para dejar atr¨¢s todos los prejuicios que rodean la ¨¦poca en la que la m¨²sica del siglo XX fue desbancada de los corazones y los bolsillos de las masas por el gran tronco pop y todas sus variantes. Ellos mismos lo lograron, para espanto de los puristas, cuando, en los albores de los setenta, se amputaron el nombre.
Hasta entonces, fueron The Jazz Crusaders, un cuarteto de la Costa Oeste de en¨¦rgico soul jazz (que es como se conoce al jazz que pod¨ªa -y a¨²n puede- sonar en las discotecas) formado por Joe Sample (pianista), Wilton Felder (saxofonista), Stix Hooper (bater¨ªa) y Wayne Henderson (trombonista).
Con la poda del nombre lleg¨® tambi¨¦n la deriva hacia el pop, que les llevar¨ªa a conquistar las listas de ¨¦xitos con Street Life, en la que con la ayuda de la grande del soul Randy Crawford facturaron un himno cercano al disco, g¨¦nero que lo pod¨ªa todo en 1979.
Esta canci¨®n se incluye, claro, en El momento (disco-libro que se entrega ma?ana con EL PA?S). Un formidable repaso a la segunda ¨¦poca de Crusaders, antes y despu¨¦s del cambio en el sonido del grupo que supuso la marcha en 1975 de Henderson. Y para el caso que nos ocupa, la ¨¦poca y la sucesi¨®n de discos de desigual fortuna que la banda public¨® en esos a?os, un grandes ¨¦xitos como ¨¦ste, cualquier aficionado al jazz lo sabe, siempre es la mejor opci¨®n.
Poco antes de que los jazzmen como Crusaders tuviesen que explotar nuevas f¨®rmulas para recuperar a las audiencias j¨®venes que los Beatles les robaron para siempre, eran posibles fen¨®menos como el de The girl of Ipanema, gran ¨¦xito de 1964 en la inocente y encantadora voz de Astrud Gilberto. De aquel tema se vendieron millones de copias y se convirti¨® en una favorita de los estertores de la Am¨¦rica del c¨®ctel, que amaba las travesuras de Sinatra y Dean Martin antes de que la revoluci¨®n hippy la pillara desprevenida.
Como consecuencia de este ¨¦xito y aquella asociaci¨®n (con el saxofonista de jazz Stan Getz, de sonido tan reconocible que s¨®lo ¨¦l pod¨ªa recibir el apodo The Sound), Gilberto se mud¨® de Brasil a Estados Unidos y se hizo cantante profesional; por incre¨ªble que parezca, era una aficionada hasta el d¨ªa en que interpret¨® La chica de Ipanema, porque el productor Creed Taylor decidi¨® que era la ¨²nica de los brasile?os all¨ª presentes con algo de idea de ingl¨¦s.
Esa decisi¨®n arriesgada la condujo al estrellato. Y a un contrato con Verve y los dos a?os que se recogen en la recopilaci¨®n Maestros del jazz (la entrega de la colecci¨®n correspondiente al viernes). Un tiempo en el que registr¨® una sobresaliente sesi¨®n tras otra de jazz mezclado con bossa nova y pop.
Para tal empe?o, Astrud Gilberto cont¨® con la ayuda de viejos amigos brasile?os (como Antonio Carlos Jobim, compositor de The girl from Ipanema, entre una lista interminable de himnos cariocas; su marido, Jo?o Gilberto, o el organista Walter Wanderley). Tambi¨¦n la apoyaron amistades m¨¢s recientes. Entre ellas, su gran valedor, Stan Getz, o el arreglista Gil Evans, que, junto con el tenor Al Cohn, le construy¨® una espl¨¦ndida colecci¨®n de canciones para Look to the rainbow, quiz¨¢ su mejor disco.
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