Las salas secretas de la confesi¨®n
Daniel y Geo Fuchs fotograf¨ªan las estancias de la temible Stasi
En el a?o 1968, La confesi¨®n, el relato testimonial de Arthur London sobre su cautividad y proceso, junto a los dem¨¢s altos cargos del c¨ªrculo de Rudolf Slansky, abri¨® los ojos a muchos occidentales sobre la omnipresencia y m¨¦todos de la represi¨®n en los Estados policiacos del Pacto de Varsovia.
Aquel libro de London revel¨®, por primera vez si no erramos, las t¨¦cnicas de tortura f¨ªsica y las estrategias de presi¨®n psicol¨®gica que empleaban las polic¨ªas pol¨ªticas de los reg¨ªmenes comunistas para arrancar a los prisioneros pol¨ªticos "la confesi¨®n" de cr¨ªmenes inveros¨ªmiles, y hasta para que reclamasen para s¨ª mismos el castigo m¨¢s severo. Desde entonces muchas novelas, testimonios, ensayos y pel¨ªculas han enriquecido nuestro conocimiento de aquellas pr¨¢cticas represivas. Ahora, una exposici¨®n de fotograf¨ªas del matrimonio formado por Daniel y Geo Fuchs nos muestra, en el palacio de la Virreina de Barcelona, los escenarios f¨ªsicos de la Rep¨²blica Federal de Alemania, donde se obten¨ªan las confesiones.
Invitados a residir en Berl¨ªn en 2004 por la fundaci¨®n Starke, los Fuchs visitaron las dependencias, cuarteles, archivos y prisiones del Ministerio para la Seguridad del Estado, la Stasi, y se encontraron con que muchos de esos centros y oficinas permanec¨ªan intactos, tal como hab¨ªan sido abandonados 15 a?os atr¨¢s, en 1990, a la ca¨ªda del muro, y en perfecto estado de revista. Salvo los reos y los carceleros, cada objeto, desde el catre del prisionero hasta el peri¨®dico abierto del funcionario o el aparato telef¨®nico de un modelo ya vintage que ning¨²n brocantero despreciar¨ªa, aguardaba pacientemente a los usuarios (que parecen renuentes a volver para representar de nuevo el horrible drama).
Los Fuchs s¨®lo tuvieron que colocar la c¨¢mara con la lente de gran angular en el lugar que les pareci¨® m¨¢s oportuno y hacer uso de su profesionalidad y talento para que el espectador se sienta incluido en los escenarios y para obtener un centenar de im¨¢genes de voluntad tan art¨ªstica como documental, extraordinarias en su propia vulgaridad, que confirman la tesis de Arendt sobre la ¨ªntima banalidad del mal.
Stasi: secret rooms (Stasi: cuartos secretos) se llama la exposici¨®n, abierta hasta el 1 de julio. Seg¨²n Iv¨¢n de la Nuez, intelectual cubano exiliado en Barcelona y desde hace algunos a?os director del centro de exposiciones de la Virreina, este centro se adhiere a la ola de estimulaci¨®n de la "memoria hist¨®rica" que se vive actualmente en nuestro pa¨ªs; pero, matiza, "hay que mirar en todas las direcciones, hacia todas las esquinas de esa memoria hist¨®rica".
Las fotos son curiosas, y misteriosas como c¨¢psulas de tiempo preservadas en una emulsi¨®n helada. Las celdas y las salas, las infinitas estanter¨ªas de los archivos, en ausencia de los seres humanos que all¨ª sufrieron y de los que hicieron sufrir, tienen un aire de instalaci¨®n art¨ªstica esteticista que m¨¢s invita a la melancol¨ªa que al horror. El mobiliario sesentero, y las m¨¢quinas de escribir donde las aplicadas secretarias mecanografiaban entre suspiros de aburrimiento los informes de tantos confidentes y la condena de tantos inocentes tienen la apariencia ineficaz y simp¨¢tica de las herramientas obsoletas. "Con esta tecnolog¨ªa", constata Iv¨¢n de la Nuez, "no se puede controlar un pa¨ªs entero. La fuerza de control es la masa: la complicidad de una enorme cantidad de personas". En el caso de la RDA eran cerca de 90.000 agentes y unos 170.000 colaboradores sobre una poblaci¨®n total de 17 millones de ciudadanos.
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