La misi¨®n global de la UE
Las recientes celebraciones que marcaron el quincuag¨¦simo aniversario del nacimiento de la Uni¨®n Europea han estado dominadas en algunos ¨¢mbitos, triste es decirlo, por el pesimismo. Sin duda alguna, la incomodidad con respecto al futuro de la UE es comprensible, especialmente a la vista de la incertidumbre que rodea a los esfuerzos por reavivar el Tratado Constitucional. Sin embargo, el proyecto europeo ha sido un enorme ¨¦xito, no s¨®lo para Europa sino para el mundo.
Los europeos no deben desalentarse por las comparaciones entre el PIB de Europa y, digamos, el de Estados Unidos. No cabe duda de que Europa se enfrenta a grandes retos en la tarea de perfeccionar su uni¨®n econ¨®mica, incluida la necesidad de reducir el desempleo y de impulsar el dinamismo de la econom¨ªa. Pero por m¨¢s que se haya incrementado el PIB de Estados Unidos, la mayor¨ªa de los estadounidenses est¨¢ peor en este momento que hace cinco a?os. Una econom¨ªa que, a?o tras a?o, da lugar a que la mayor parte de sus ciudadanos est¨¦n peor no es un ¨¦xito.
Pero lo m¨¢s importante es que el ¨¦xito de la UE no debe medirse s¨®lo por cada acto legislativo y regulador en particular, ni siquiera por la prosperidad que ha acompa?ado a la integraci¨®n econ¨®mica. Despu¨¦s de todo, la motivaci¨®n principal de los fundadores de la UE fue alcanzar una paz duradera. Se esperaba que la integraci¨®n econ¨®mica condujera a un mayor entendimiento, apoyado por la mir¨ªada de interacciones a las que da lugar el comercio. El aumento de la interdependencia har¨ªa impensable el surgimiento de los conflictos.
La Uni¨®n Europea ha concretado ese sue?o. En ninguna parte del mundo viven los vecinos de manera m¨¢s pac¨ªfica ni se mueven las personas con mayor libertad y seguridad que en Europa, lo cual se debe, en parte, a una nueva identidad europea que no est¨¢ vinculada a la ciudadan¨ªa nacional. ?ste es un ejemplo que el resto del mundo debe emular: compartir derechos y responsabilidades, incluida la obligaci¨®n de ayudar a los menos afortunados. Tambi¨¦n en esto, Europa ha dado ejemplo al prestar m¨¢s ayuda a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que cualquier otro pa¨ªs (y destinando un porcentaje m¨¢s alto de su PIB que Estados Unidos).
En los ¨²ltimos seis a?os, el mundo tuvo que hacer frente a un periodo dif¨ªcil. El compromiso con el multilateralismo democr¨¢tico ha sido desafiado, y los derechos garantizados por las convenciones internacionales han sido suspendidos, como ocurri¨® con la Convenci¨®n contra la Tortura. De eso han surgido muchas ense?anzas, entre las que cabe destacar los peligros del orgullo y los l¨ªmites del poder militar, y la necesidad de un mundo multipolar.
Europa, con mayor n¨²mero de habitantes que cualquier otro pa¨ªs, salvo China e India, y con el mayor PIB del mundo, debe convertirse en uno de los pilares centrales de ese mundo proyectando lo que se ha dado en llamar poder blando, que es el poder y la influencia de las ideas y del ejemplo. Sin duda, el ¨¦xito de Europa se debe en parte a su promoci¨®n de un conjunto de valores que, aunque esencialmente europeos, son al mismo tiempo universales.
De estos valores, el fundamental es la democracia, pero no entendida como una mera convocatoria peri¨®dica de elecciones, sino tambi¨¦n como una participaci¨®n activa y significativa en la toma de decisiones, lo cual exige una sociedad civil comprometida, una gran flexibilidad de las normas que regulan la informaci¨®n, y unos medios de comunicaci¨®n vivos y diversificados que no est¨¦n sometidos al control ni del Estado ni de un reducido grupo de oligarcas.
El segundo valor en importancia es la justicia social. Un sistema econ¨®mico y social debe ser juzgado por la medida en que los individuos tienen la posibilidad de crecer y de realizar su potencial. Como individuos somos parte de un c¨ªrculo de comunidades cada vez m¨¢s amplio, y podemos realizar nuestro potencial s¨®lo si vivimos en armon¨ªa los unos con los otros. A su vez, esto requiere un sentido de la responsabilidad y de la solidaridad.
La UE demostr¨® ese sentido de manera rotunda con su ayuda a los pa¨ªses de la Europa poscomunista. La transici¨®n del comunismo a la econom¨ªa de mercado no ha sido f¨¢cil, pero la generosidad sin precedentes de Europa ha merecido la pena: los pa¨ªses que se han adherido a la UE han superado a todos los dem¨¢s, y no precisamente por haber accedido a los mercados europeos. Todav¨ªa m¨¢s importante que eso fue la infraestructura institucional, que comprende el compromiso vinculante con la democracia y la vasta serie de leyes y reglamentos que a menudo no sabemos valorar.
Europa ha tenido ¨¦xito en parte porque reconoce que los derechos de los individuos son inalienables y universales, y porque cre¨® instituciones para protegerlos. En cambio, Estados Unidos ha sido testigo de un asalto a gran escala a esos derechos, incluso el del h¨¢beas corpus, el derecho a recusar la propia detenci¨®n ante un juez independiente. Se han hecho, por ejemplo, sutiles distinciones entre los derechos de los ciudadanos y de los no ciudadanos.
Hoy en d¨ªa, s¨®lo Europa puede hablar con credibilidad sobre la cuesti¨®n de los derechos humanos. Para bien de todos nosotros, Europa debe seguir haci¨¦ndolo, incluso con m¨¢s contundencia que en el pasado.
De igual modo, mientras que el proyecto europeo trata de fomentar la "armon¨ªa" para que la gente pueda vivir junta y en paz, todos nosotros debemos, tambi¨¦n, vivir en armon¨ªa con el medio ambiente, el m¨¢s escaso de todos nuestros recursos. Tambi¨¦n en este ¨¢mbito se ha puesto Europa a la cabeza, especialmente en lo que respecta al calentamiento global, demostrando que se pueden dejar de lado los peque?os ego¨ªsmos para conseguir un bien com¨²n.
En el mundo actual hay muchas cosas que no funcionan bien. Mientras que la integraci¨®n econ¨®mica ayud¨® a conseguir un conjunto de metas m¨¢s amplio en Europa, en otras partes la globalizaci¨®n econ¨®mica ha contribuido a ensanchar la brecha que separa a los ricos de los pobres dentro de cada pa¨ªs y la que existe entre pa¨ªses ricos y pa¨ªses pobres.
Otro mundo es posible. Pero le corresponde a Europa tomar la iniciativa para lograrlo.
Joseph E. Stiglitz es premio Nobel de Econom¨ªa. Traducci¨®n de Emilio G. Mu?iz. ? Project Syndicate, 2007.
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