Enrique y el mensaje de Jes¨²s
Cuando en el a?o 1991 comenc¨¦ a ejercer mi profesi¨®n de abogado, lo hice de la mano de Enrique de Castro, sacerdote y ser humano sin igual, con chicos y chicas que acog¨ªa en su casa, desarraigados, abandonados, pobres de solemnidad y con m¨²ltiples procedimientos penales pendientes. Puedo decir que de ¨¦l aprend¨ª lo que era el mensaje de Jes¨²s de Nazaret.
Le hab¨ªa conocido el a?o anterior, cuando fallec¨ªa mi hermana, y ¨¦l, con sus chicos/as ingresados, no dejaba en momento alguno el Hospital Carlos III de Madrid, acompa?ando en sus ¨²ltimos momentos a las v¨ªctimas de la droga en una ¨¦poca en la que nada se sab¨ªa de la misma: la maldita hero¨ªna y las enfermedades asociadas a la misma, que diezm¨® a toda una generaci¨®n. Me urge, por tanto, ponerle como ejemplo de lo que es la Justicia Social, con may¨²scula obligada, a diferencia de lo que la caridad, de marquesas y mesas petitorias, supone.
Enrique de Castro pudo haber seguido el camino de otros curas, burgueses de barrio bien, que "respetan" la liturgia pero no ahondan en el verdadero sentido de la solidaridad; ¨¦l tuvo claro, como Ignacio Ellacur¨ªa y tantos otros, que no se pod¨ªa servir a la vez al dinero y a Dios, y que Jes¨²s, de existir, se encontraba con los desheredados de la Tierra. Yo ya no creo en el m¨¢s all¨¢, pero si existiere, Enrique estar¨¢ en el Reino de los Cielos, para escarnio de aquellos otros sepulcros blanqueados pero podridos por dentro.
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