Mente alemana, coraz¨®n espa?ol
Cuando el tipo del mostacho conmin¨® a todos los presentes a echarse al suelo, ella obedeci¨®. No por mucho tiempo. Un par de horas despu¨¦s, la jefa de prensa del PSOE aprovech¨® un descuido del vigilante para deslizarse hasta una salida de la tribuna de periodistas y acceder al pasillo. Se col¨® en un despacho y desde all¨ª comunic¨® por tel¨¦fono con el partido -semejante arrojo de profesionalidad la habr¨ªa convertido en candidata a empleada del mes en cualquier empresa-. De regreso a la jaula de la soberan¨ªa popular se top¨® con una pareja de uniformados. "He tenido que salir al servicio", solt¨® con naturalidad. Helga, finalmente, logr¨® salir del Congreso y por unas horas fue, con su poderoso acento alem¨¢n, la portavoz m¨¢s representativa del PSOE en libertad.
Momentos de esos que se dicen hist¨®ricos vivi¨® unos cuantos. No pod¨ªa imaginar un futuro tan intenso la rubita alemana de 21 a?os que desembarc¨® en el puerto de Santander con una maleta y sus estudios de espa?ol camino de la meseta, dejando atr¨¢s una sociedad atormentada por sentimientos de culpa y una familia humilde y rota. Rara avis: en 1961 las emigraciones se produc¨ªan en sentido inverso.
Las traducciones y las clases de idiomas le daban para comer. El resto lo gastaba en libros. Helga Diekhoff se convirti¨® en Helga Soto poco tiempo despu¨¦s, y su vida deriv¨® hacia el pluriempleo. Madre responsable; activista de base en asociaciones de vecinos y amas de casa; divulgadora de cultura prohibida en la librer¨ªa Antonio Machado; y conspiradora de ideas limpias e imposibles junto a hijos rebeldes de familias bien.
En 1974 ingres¨® formalmente en el PSOE. Se dio prisa. Con un pie en la tumba el dictador, funcionaba ya a pleno rendimiento el aparato de propaganda con el que los socialistas trataban de captar la atenci¨®n -sin llamar mucho la atenci¨®n- de los espa?oles. Los periodistas de la ¨¦poca recuerdan a¨²n esa oficina de prensa clandestina, camuflada en las siglas de una inocua sociedad limitada con domicilio de actividad en un pisito de la madrile?a calle de Ayala. Lleg¨® el periodo de la transici¨®n y con ¨¦l creci¨® el v¨¦rtigo. Helga pasaba gran parte del tiempo subida en una avioneta acompa?ando a un tal Felipe Gonz¨¢lez. De campa?a a campa?a y vuelo porque me toca. Y por fin se toc¨® el cielo, el a?o de la victoria y de la mascota Naranjito. Pero siguieron quedando fuegos para apagar. Que si elecciones generales por aqu¨ª y all¨ª, que si auton¨®micas por all¨¢, que si OTAN s¨ª, pero estructura militar no.
Tras una visita al pa¨ªs del amigo americano que se alarg¨® m¨¢s de la cuenta para convencerle de que las bases militares en suelo patrio molestaban m¨¢s que los granos en la cara, regreso a tiempo de disfrutar de las medallas ol¨ªmpicas de Barcelona. Las cosas por estos lares hab¨ªan cambiado para siempre, las gentes tambi¨¦n. Nunca lleg¨® a acostumbrarse del todo a aquella mutaci¨®n del paisaje nacional.
Helga ha sido una mujer ambivalente. Leal como nadie a los proyectos y a las personas, pero celosa guardiana de su independencia. Abierta al di¨¢logo y al debate, tolerante -ahora que se lleva tanto el palabro-, si bien vehemente y peleona en la defensa de sus posiciones ideol¨®gicas y vitales. Organizada, eficaz, infatigable, una mente con el sello de la mejor ingenier¨ªa alemana. Apasionada, elocuente, de sangre caliente, un coraz¨®n con cadencia espa?ola.
Por el camino deja amor y cari?o desparramados con generosidad, una contagiosa alegr¨ªa de vivir y una inteligencia luminosa que proyectaba su rica vida interior -su enorme biblioteca multiling¨¹e es el mayor patrimonio familiar- en una sincera vocaci¨®n pol¨ªtica, entendida en el sentido m¨¢s noble del t¨¦rmino.
Siempre tuvo las ideas claras. En 1976 defendi¨® una ponencia ante la Internacional Socialista, organizaci¨®n que agrupa a los grandes partidos socialdem¨®cratas del mundo. Habl¨® de cosas como la lucha contra la violencia de g¨¦nero, la conciliaci¨®n de la vida laboral y familiar, de guarder¨ªas en los puestos de trabajo, de custodia compartida y de la participaci¨®n de los hombres en las tareas dom¨¦sticas. Un discurso que, como algunas obras maestras del cine, soporta bien el paso del tiempo.
Cercana ya la fecha de su pr¨®ximo cumplea?os, Helga ha decidido tomarse un merecido descanso. Felices vacaciones, mama¨ªta.
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