Monote¨ªsmo
Vivir en torno a un libro. Los creyentes fan¨¢ticos de las religiones monote¨ªstas viven sujetos al dictado del libro sagrado. As¨ª es como los seguidores de libros de una simbolog¨ªa vibrante, como la Torah, la Biblia o el Cor¨¢n, pueden convertir sus p¨¢ginas en amenazadoras, destrozando su indiscutible poes¨ªa, que se torna en la plantilla rid¨ªcula que divide a los seres humanos en justos o pecadores. Frente a la incuestionabilidad de un ¨²nico libro la literatura ofrece la posibilidad de que el singular se convierta en plural y de que cada lector elija un n¨²mero ilimitado de libros "sagrados" que van cambiando seg¨²n las edades de la vida. A veces renegamos de aquello que nos entusiasm¨® en la adolescencia, otras, en cambio, revivimos antiguas pasiones; la que yo sent¨ª de ni?a, por ejemplo, por Huckleberry Finn, y que ahora vivo igual de intensa pero diferente, porque soy consciente de tener en mis manos un tesoro lleno de iron¨ªa y humanidad. Juzgar. En literatura los juicios son a menudo tendenciosos, est¨¢n marcados, sin duda, por modas, por filias y fobias, por prejuicios o por nuestras vivencias que aportan a la lectura un toque de exclusividad, de la misma forma que una colonia cambia seg¨²n la piel que perfuma. El tiempo va depurando, dicen, pero no hay que creer que el tiempo lo decide todo con justicia b¨ªblica: hay autores que han sido recuperados despu¨¦s de estar a tres metros bajo tierra y otros que quedar¨¢n injustamente en el olvido. El universo de la creaci¨®n es el de la veleidad y eso forma parte de su peligro y de su encanto: frente al desprecio de los cr¨ªticos a veces se alza la decisi¨®n democr¨¢tica y leg¨ªtima del gusto de los lectores. Nos movemos en el terreno movedizo de los gustos, no en el de la fe sagrada, por eso extra?a el tono de imperativa deificaci¨®n de la figura de Garc¨ªa M¨¢rquez. Algunos literatos se han erigido en ap¨®stoles, exhibiendo su proximidad a la santa figura, beatificando a un escritor vivo, esgrimiendo un libro hermoso como si fuera una espada sagrada. Pero cuando los homenajes se exceden en pompa y circunstancia aplastan la necesaria disidencia y hacen creer al lector com¨²n que los escritores no son de este mundo.
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