La marginalidad de la izquierda
Pero, hombre de Dios, c¨®mo se te ocurre poner en tela de juicio la existencia de la izquierda, precisamente ahora, cuando la derecha ha conseguido exacerbarla hasta convertirla al zapaterismo. El que por vez primera en los ¨²ltimos 30 a?os tengamos un Gobierno que se quiere de izquierda explicar¨ªa que la derecha se haya desmadrado. 'Ah¨ª vuelven las izquierdas con su af¨¢n de revancha, dispuesta a partir a Espa?a en 17 pedazos, persiguiendo a la Iglesia y exaltando a los perversos'. En el resto de Europa, los perfiles de izquierda o derecha puede que est¨¦n m¨¢s diluidos, y que la mayor parte de la poblaci¨®n se agrupe en una indiferencia que se interpreta de centro. Pero en Espa?a no; aqu¨ª la derecha ha recobrado el orgullo nacional, que en la Europa m¨¢s avanzada tal vez nunca se hab¨ªa perdido. En la Europa del Este, en la que no hace tanto que se ha recuperado la libertad, la derecha campea a su aire; en algunos pa¨ªses, como en Polonia, dispuesta incluso a poner en marcha una nueva cruzada anticomunista: 'Podr¨¢ haber sido derrotado el comunismo, pero los millones de comunistas que permanecen acurrucados a la espera de una nueva oportunidad no se pueden ir de rositas'.
El discurso podr¨ªa ampliarse, mostrando que fueron los fascismos los que pretendieron haber superado la disyuntiva izquierda y derecha, al haber absorbido en el Estado nacional lo bueno de ambas. "Todo dentro del Estado y nada fuera", conclu¨ªa Mussolini, algo que se parece bastante a la consigna de Fidel Castro, "todo dentro de la Revoluci¨®n, nada fuera"; pero manifestarlo significar¨ªa volver al concepto de "totalitarismo", un arma de la "guerra fr¨ªa", que coloca en un mismo saco al nazismo y al comunismo estalinista, por lo que habr¨ªa que distinguir el totalitarismo, propio de la extrema derecha y de la extrema izquierda, de la democracia, a la que se adhieren la mayor parte de los europeos.
Cierto que la bipolaridad es consustancial con la democracia, que se basa en la confrontaci¨®n en libertad de gobierno y oposici¨®n. En cada tema cabe adoptar una posici¨®n y la contraria, no en balde la estructura del lenguaje es binaria, se puede afirmar o negar cada proposici¨®n, as¨ª como son diversos los intereses de cada grupo o clase social, de ah¨ª que los individuos tiendan a agruparse en uno u otro polo para ser m¨¢s eficaces en la consecuci¨®n de sus objetivos. Donde reine la libertad, habr¨¢ siempre criterios distintos, que podremos calificar de izquierda o de derecha. Pretender unificarlos implica aceptar un solo partido y una sola ideolog¨ªa, la esencia misma del totalitarismo. La divisi¨®n principal que escinde a los ciudadanos es entre dem¨®cratas, que defienden los derechos fundamentales y el control del Gobierno por la mayor¨ªa, y aquellos que subordinan la democracia a un objetivo superior, la libertad y grandeza de la naci¨®n, "una, grande y libre", a la derecha, o la sociedad sin clases, a la izquierda. Una vez que se ha elegido la democracia, lo de ser de izquierda o de derecha supone tan s¨®lo ofrecer distintas respuestas en cada cuesti¨®n que var¨ªan seg¨²n la coyuntura, sin que formen una ideolog¨ªa que cohesione los ¨¢mbitos m¨¢s variados, como ocurr¨ªa en el pasado. El hombre de izquierda replicar¨¢, no sin su parte de raz¨®n, que no es que nos hayamos librado del concepto global de ideolog¨ªa, sino que hoy prevalece ¨²nicamente la capitalista.
La izquierda que incuba la Ilustraci¨®n, desarrolla la Revoluci¨®n francesa y adquiere un perfil definido a lo largo del siglo XIX se caracterizaba por haber construido una visi¨®n del mundo, que diferencia con claridad los elementos que considera esenciales de aquellos que son meros derivados, o simples reflejos. La cuesti¨®n central que separaba a la izquierda de la derecha es el orden socioecon¨®mico establecido, basado en la propiedad privada de los medios de producci¨®n y en el trabajo salarial, que la derecha estima el ¨²nico operativo y, en cambio, la izquierda lo rechaza como una forma de "explotaci¨®n del hombre por el hombre" y, por consiguiente, la ¨²nica forma de hacer compatible la igualdad con la libertad de todos es una sociedad que haya eliminado la propiedad privada de los medios de producci¨®n.
Partiendo de lo que se entendi¨® por izquierda durante siglo y medio, no parecer¨¢ tan disparatada la tesis de que hoy haya quedado reducida a los grupos marginales todav¨ªa dispuestos a combatir el capitalismo. La socialdemocracia podr¨¢ sentirse muy satisfecha de haberse librado al fin de una visi¨®n global, permeable a las ideolog¨ªas, pero el precio es que nos hemos quedado sin saber a qu¨¦ aspira. Nadie ha sido m¨¢s sincero en su simpleza que el ministro de Mitterrand que, pre-
guntado por una definici¨®n del socialismo, contest¨® que "es lo que dicen y hacen los socialistas".
De la actual marginalizaci¨®n de la izquierda puede resultar harto precipitado sacar la conclusi¨®n de que haya desaparecido para siempre, y que la capacidad extraordinaria de destrucci¨®n, pero tambi¨¦n de crear riqueza y distribuirla, que despliega el capitalismo, no ofrezca en el futuro mayores sorpresas, tanto positivas como negativas. La mundializaci¨®n del capitalismo era el fundamento marxiano de la revoluci¨®n socialista que el bolchevismo readapt¨® a un solo pa¨ªs que a¨²n estaba dando los primeros pasos por la v¨ªa de la modernizaci¨®n capitalista. Al denunciar el experimento sovi¨¦tico, la izquierda marxista internacionalista llevaba raz¨®n. La ¨²nica posibilidad de supervivencia para la humanidad es acabar con la actual din¨¢mica de concentraci¨®n de la riqueza en cada vez menos manos, estableciendo una gobernanza mundial que consiga una relaci¨®n nueva con el entorno natural y entre los humanos.
Lo que caracteriza a la extrema derecha, tal como se configur¨® en los distintos fascismos, es un programa econ¨®mico intervencionista que con el fin de proteger la propiedad privada, modifica sustancialmente el capitalismo. La extrema derecha en Espa?a es hoy a¨²n m¨¢s marginal que la izquierda anticapitalista. Es un desatino acusar a la derecha espa?ola, tal como la encarna el PP, de cualquier concomitancia con la extrema derecha o con el fascismo. La pol¨ªtica econ¨®mica que practic¨® el PP es la misma que hace la sedicente izquierda en el Gobierno. Rato y Solbes son intercambiables. Por fuerte que haya sido la confrontaci¨®n en la pol¨ªtica territorial y antiterrorista en esta legislatura, en los temas econ¨®micos el PP ha votado siempre con el PSOE. Tampoco tiene validez la afirmaci¨®n de que la izquierda hace la pol¨ªtica social que luego destruye la derecha. Mientras haya elecciones libres, los partidos mayoritarios, de derecha o de izquierda, competir¨¢n en el ¨¢mbito social, aunque con diferencias sustantivas en su instrumentalizaci¨®n.
En el siglo XIX, la izquierda era antiestatalista: para realizar una verdadera democracia hab¨ªa que empezar por destruir al Estado, "el instrumento de dominaci¨®n de la clase dominante"; en cambio, los conservadores eran defensores a ultranza del Estado y de sus instituciones. Hoy la izquierda, enemiga radical de cualquier forma de privatizaci¨®n de lo p¨²blico, apela a la intervenci¨®n del Estado en cualquier conflicto, convencida de que es el principal baluarte para defender a los m¨¢s d¨¦biles. La nueva izquierda no tiene otro modelo de sociedad, y la que s¨ª lo tiene se ha visto desplazada a los m¨¢rgenes.
En esta disoluci¨®n de las cosmovisiones, la mayor dificultad radica en que en cada cuesti¨®n caben respuestas alternativas, pero unas llevan el marchamo de izquierda y otras de derecha, a menudo por razones hist¨®ricas que han perdido toda significaci¨®n. Una manifestaci¨®n con una marea de ikurri?as es de izquierda; una con abundancia de banderas espa?olas, de derecha. Al nacionalismo se inclin¨® la izquierda liberal en la primera mitad del siglo XIX; despu¨¦s ha sido patrimonio de la derecha, convertida en extrema derecha en los a?os treinta del XX. Hoy el nacionalismo perif¨¦rico para muchos es de izquierda, pero el espa?ol seguir¨ªa siendo de derechas. El hombre religioso que confiese su fe es de derechas, aunque a veces su comportamiento sea m¨¢s solidario que el de muchos prohombres de izquierda. El por qu¨¦ el anticlericalismo ha de tildarse de izquierda es algo que se me escapa, sobre todo porque entre creyentes, en otros campos nada propicios a la izquierda, he conocido a los anticlericales m¨¢s incisivos. Nada m¨¢s terrible en la vida universitaria o en la cultural que estar sometidos a los dictados de la izquierda igualitaria, que considera de derecha promover la excelencia. La lista podr¨ªa prolongarse ad n¨¢useam.
Se explica el rechazo que en estas circunstancias provoca el intelectual -el ejemplo m¨¢s preclaro en la Espa?a de hoy es sin duda Fernando Savater- que piensa por s¨ª mismo, y que adem¨¢s tiene el valor de manifestarlo. No s¨®lo porque los colegas no soporten al que tenga las ideas claras, y adem¨¢s las exprese con gracejo, lo que verdaderamente indigna es que no se deje encasillar en los clich¨¦s al uso de izquierda o de derecha.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa y autor de A vueltas con Espa?a.
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