La hija alemana de Espa?a
Cuando Helga Diekhoff lleg¨® a Espa?a en 1961 a aprender el idioma, ten¨ªa 21 a?os y su intenci¨®n era ejercer una profesi¨®n entonces abierta a las mujeres en la patriarcal Alemania: la de secretaria. Lo que le llam¨® la atenci¨®n, recordaba, era el contraste entre la rigidez y la represi¨®n de los sentimientos en la Alemania de Adenauer y la libertad emotiva de los espa?oles. El contraste le pareci¨® especialmente sorpresivo porque la Rep¨²blica Federal de Alemania era una democracia parlamentaria y Franco, el ej¨¦rcito, la Iglesia, el capital y sus siervos a¨²n dominaban Espa?a. Helga hab¨ªa nacido en Kiel en 1940 y ten¨ªa vivos recuerdos de las dislocaciones materiales y morales producidas por la guerra, la derrota, la ocupaci¨®n y la reconstrucci¨®n pol¨ªtica en Alemania. Era dem¨®crata por instinto, con un apremiante sentido interior de la justicia y una inquebrantable convicci¨®n de que cada persona tiene derecho a la dignidad y al respeto. Eso era lo que la atra¨ªa de Espa?a. Encontraba en su arca¨ªsmo algo preciado, obviado por quienes s¨®lo ve¨ªan la superficie de la vida social: la profunda percepci¨®n espa?ola de la condici¨®n humana que todos compartimos. Para Helga, era visible en los m¨¢s m¨ªnimos toques de la vida, en el modo en que los camareros se mostraban amables pero no serviles. (Me recuerda instant¨¢neamente a un contraste Habsburgo, la acritud cong¨¦nita de los camareros vieneses).
Helga, visitas aparte, no volvi¨® a Alemania. Sin embargo, en su notable carrera p¨²blica en Espa?a se mantuvo unida a los alemanes de su generaci¨®n. Cuestionaban la superficialidad de la conversi¨®n de sus padres nazis a la democracia, las excusas claramente c¨ªnicas que daban para su pasado, y el anticomunismo obsesivo y ritualizado que era el sustituto pobre de su pol¨ªtica. Helga se uni¨® tambi¨¦n a los espa?oles de su generaci¨®n que, a medida que avanzaban los a?os sesenta y setenta, se convencieron de que s¨®lo una Espa?a democr¨¢tica pod¨ªa formar parte de una nueva Europa. El apoyo prestado por los socialdem¨®cratas alemanes al PSOE antes y despu¨¦s de su legalizaci¨®n fue una compensaci¨®n tard¨ªa por las anteriores aventuras espa?olas de la Legi¨®n C¨®ndor, y por la conspicua renuencia de los Gobiernos de Adenauer a ver el r¨¦gimen de Franco como algo distinto a una variante de la pol¨ªtica cristiana.
Como primera jefa de prensa de Felipe Gonz¨¢lez, Helga apreci¨® sobre todo los contactos con Willy Brandt y los socialdem¨®cratas. En la pared de su estudio colgaba una fotograf¨ªa suya haciendo de int¨¦rprete para Willy Brandt en una rueda de prensa improvisada en Madrid, con un joven Gonz¨¢lez de espectador. En los primeros a?os de transici¨®n a la democracia, y en especial durante las elecciones de 1982, fue una figura habitual en la prensa escrita y la televisi¨®n de Alemania. Segu¨ªa de cerca los acontecimientos de su pa¨ªs y era una ¨¢vida lectora de sus ensayistas y novelistas. Trabajando con Mor¨¢n en el Ministerio de Asuntos Exteriores, le sorprendi¨® gratamente que la llamaran para hablar con un visitante inesperado. Era su maestro de Brake, un pueblo alem¨¢n cercano a Bremen, a quien recordaba porque hab¨ªa introducido a sus alumnos en la democracia pidi¨¦ndoles que eligieran un Parlamento para la clase.
Su labor en el Ministerio de Asuntos Exteriores y con Gonz¨¢lez, Solchaga y Almunia en el Congreso de los Diputados y en el partido le puso en contacto continuo con el mundo m¨¢s all¨¢ de las fronteras espa?olas. Pas¨® algunos a?os en Washington como asesora de prensa de la Embajada de Espa?a, en un periodo de tirantez durante las negociaciones para la evacuaci¨®n de la base a¨¦rea de Torrej¨®n por parte de EE UU. Tambi¨¦n fue el periodo de los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona y el quinto centenario de 1492, con sus consecuencias excesivamente contradictorias. Helga daba muestras de tener una perfecta sangre fr¨ªa cuando trataba con los ciudadanos y funcionarios estadounidenses, que no siempre pose¨ªan conocimientos acerca de Espa?a ni una comprensi¨®n profunda de la complejidad. Puso un inter¨¦s considerable en la confusa izquierda estadounidense de los a?os de Bush padre, e identific¨® con bastante prontitud los valores de Bill Clinton como candidato. "Es una luchadora", dijo ¨¦ste.
Ya fuese en lo que entonces constitu¨ªa el ambiente algo patricio de los republicanos o en el conjunto m¨¢s colorido y mixto de los dem¨®cratas, Helga mostraba una peculiar mezcla de amabilidad y reserva que llev¨® a los estadounidenses a decir que era una persona con "clase", que m¨¢s o menos se traducir¨ªa por una persona distinguida en la que se pod¨ªa confiar. Le gustaba sobre todo la espl¨¦ndida costa atl¨¢ntica de Wellfleet, en Cabo Cod (un lugar de veraneo predilecto de artistas, intelectuales y escritores), aunque expresaba un educado pero firme escepticismo sobre la extra?a preferencia que mostraban los intelectuales estadounidenses por discutir entre s¨ª cuando estaban en la playa en lugar de disfrutar del agua.
No fue s¨®lo en EE UU donde su serenidad y su jovial desapego le hicieron buen servicio. Un d¨ªa, mientras hablaba con algunos de los m¨¢ximos l¨ªderes del antiguo Partido Comunista italiano en Roma, no permiti¨® que su rudimentario manejo del italiano interfiriese en una formidable presentaci¨®n de la situaci¨®n en Espa?a. Habl¨® en espa?ol, confiando en que ellos comprender¨ªan lo suficiente de su discurso como para captar el mensaje.
Por importante que fuera todo esto, se subordinaba a su pasi¨®n inagotable. Cuando viajaba por Espa?a, siempre hab¨ªa ciudadanos, miembros del PSOE o no, que la reconoc¨ªan en bares y restaurantes. Algunas veces la sum¨ªan en debates pol¨ªticos. Cuando terminaban, sus interlocutores ten¨ªan la impresi¨®n de que ellos tambi¨¦n hab¨ªan sido escuchados, de que contaban. Le encantaba Espa?a, su paisaje y su gastronom¨ªa, su historia y sus costumbres. Amaba a sus gentes, pensaba en su pa¨ªs de adopci¨®n como una familia m¨¢s amplia, y estaba feliz y orgullosa de haber ayudado a moldear su destino moderno. Con ella, Espa?a pierde a una hija adoptiva, una verdaderamente fiel.
Norman Birnbaum es profesor em¨¦rito en la Facultad de Derecho de Georgetown y autor, entre otros libros, de Despu¨¦s del progreso. Traducci¨®n de News Clips
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