Ya toca el cambio. Ya se toca el cambio
"Las mujeres solas no nos conformamos". Esto lo escribi¨® hace a?os Carmen Alborch en su primer libro, Solas, un ¨¦xito editorial sin precedentes. Entonces Carmen era diputada del Grupo Socialista y Presidenta de la Comisi¨®n de Control de RTVE en el Congreso de los Diputados. Antes, ya lo saben, hab¨ªa sido ministra de Cultura, directora del IVAM, Directora General de Cultura de la Generalitat Valenciana, Decana de la Facultad de Derecho de la Universitat de Val¨¨ncia, catedr¨¢tica de derecho mercantil. Y antes de eso fue hija, hermana, amiga. Y mujer. Las mujeres solas no nos conformamos, escribi¨® Carmen entonces. Las que no estamos solas, tampoco.
No nos conformamos con que democracia no sea alternancia, con que Valencia lleve diecis¨¦is a?os escondiendo sus miserias debajo de la alfombra del oropel, del relumbr¨®n, de las grandes obras, de los grandes fastos. No nos conformamos con quienes se llenan la boca diciendo que la America's Cup nos va a beneficiar ?a todos? mientras no se dice ni una sola palabra de las bibliotecas sin libros, de las subvenciones que se pierden, de los barrios que desaparecen, de los inmigrantes que duermen bajo los puentes del viejo cauce, a menudo regados con el agua helada de las mangueras mientras todos parecen mirar hacia otro lado. No nos conformamos con la cultura de la pandereta, con la pol¨ªtica de la crispaci¨®n, con la solidaridad del Domund: generosos un d¨ªa, indiferentes el resto. As¨ª no deber¨ªa ser la vida. La pol¨ªtica, tampoco.
Ya toca el cambio. Ya se toca el cambio. A pesar de todas las maniobras de quienes intentan, in¨²tilmente, hacer invisible a Carmen Alborch.
Lo saben quienes la han escuchado con m¨¢s atenci¨®n desde que fue nombrada candidata a la alcald¨ªa de Valencia, que cada vez son m¨¢s, pero tambi¨¦n lo sabemos quienes la hab¨ªamos escuchado ya antes. Lo sabemos aquellos a los que nos gusta su forma de estar en el mundo, tan de acuerdo con la idea de establecer la cordialidad entre las personas, tambi¨¦n en las relaciones te?idas de intereses pol¨ªticos. Escucha, toma nota, se compromete con aquello que sabe que podr¨¢ cumplir, aporta esperanza y ejerce con un estilo propio y elegante.
No es pasi¨®n, o, al menos, no es pasi¨®n ciega por la parte que nos toca. Si analizamos su trayectoria, cabe prever que devolver¨¢ a las pol¨ªticas culturales el toque de sensatez necesario para su perdurabilidad. Frente a los enormes gastos en espect¨¢culos de un d¨ªa, echamos de menos m¨¢s inversi¨®n en fomentar la lectura, en potenciar los valores aut¨®ctonos, en prestigiar los premios literarios, en apoyar la distribuci¨®n de libros. Un ejemplo pr¨¢ctico que conocemos bien: ?cu¨¢ndo veremos la novela Premio Blasco Ib¨¢?ez, en la que el Ayuntamiento de Valencia invierte millones, bien distribuida en toda Espa?a, o, al menos, en los escaparates y anaqueles de las librer¨ªas valencianas para que ese gasto no acabe condenado a morir en cajas en un s¨®tano? Tal vez pronto. El cambio ya se toca: no lo olvidamos.
Y tampoco olvidamos las nuevas, las buenas, maneras de Carmen Alborch, llenas de ingenio y simpat¨ªa. Recordamos a su formidable ¨¢lter ego, la Giganta, y nos viene la sonrisa a los labios, mientras paseaba entre la gente que acud¨ªa a la masclet¨¤, a pie de calle, que es donde deber¨ªa estar la pol¨ªtica. Carmen, como la Giganta, sabe estar presente sin necesidad de ofender porque posee capacidad negociadora para amansar hasta sus enemigos, alegr¨ªa y un historial profesional, como jurista, defensora de los derechos de las mujeres, pol¨ªtica y escritora, para tumbar de espaldas a cualquiera que se le ponga enfrente. Pero, sobre todo, apoyamos a Carmen porque es una persona generosa. Cuando ¨¦ramos escritoras menos conocidas y la necesitamos para presentar nuestras novelas en el ¨¢mbito nacional, nos acercamos con timidez a la entonces ministra, o diputada, y siempre obtuvimos el s¨ª por respuesta. Nos apoy¨® con su presencia y entusiasmo. Y si lo hizo con nosotras, es porque est¨¢ dispuesta a repetirlo con cada valenciano. De aquella generosidad, adem¨¢s de otras muchas aptitudes, viene nuestro compromiso con ella. El compromiso con las ideas que ella representa y defiende, viene de antes.
Las mujeres solas no nos conformamos. Tampoco las que no lo estamos. Ni los hombres. Por eso el cambio est¨¢ cerca. M¨¢s cerca de lo que parece. Por suerte, para todos.
Carmen Amoraga y Mar¨ªa Garc¨ªa-Lliber¨®s son escritoras
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