Los toros
En los a?os veinte del siglo pasado hab¨ªa muchos aficionados que empe?aban el colch¨®n para ir a los toros. Las disputas en los colmaos a favor y en contra del peto de los picadores, impuesto por Primo de Rivera en 1927, produjo al menos siete muertos a navaja, m¨¢s que cualquier huelga o asonada frente a la propia dictadura. Siendo entonces la fiesta nacional la sustancia de la patria, el diario El Sol, el m¨¢s prestigioso de la historia del periodismo espa?ol, no publicaba una sola noticia de las corridas. Ortega y Gasset era el alma intelectual de ese peri¨®dico. Pese a que particip¨® en alguna tienta vestido de corto, m¨¢s que nada para deslumbrar a alguna amiga extranjera sedienta de un tipismo no exento de moscas, y anim¨® al torero Domingo Ortega a dar una conferencia sobre la lidia, su posici¨®n ante la fiesta era puramente acad¨¦mica, porque pensaba que sin los toros no se pod¨ªa entender la historia moderna de Espa?a. Uno cree tambi¨¦n que sin la Inquisici¨®n no se puede entender el Siglo de Oro ni el siglo XIX sin el bandolerismo y no por eso hay que levantar un monumento a Torquemada y al Pernales como si fueran Lagartijo o Belmonte. Si no fue Ortega y Gasset, me gustar¨ªa saber qui¨¦n en El Sol decidi¨® que Don Tancredo no era un h¨¦roe nacional ni tampoco constitu¨ªa un s¨ªmbolo patri¨®tico el perro Paco, que con m¨¢s reflejos que el de Paulov, se sub¨ªa al tranv¨ªa en la parada del caf¨¦ Fornos y se iba a los toros por su cuenta y saltaba a la arena en medio de una faena para recibir el aplauso del p¨²blico. En aquel tiempo en que el perro Paco era m¨¢s celebrado que Ram¨®n y Cajal, hubo alguien en la direcci¨®n de El Sol que pens¨® que hab¨ªa otra Espa?a no tan negra ni tan castiza, que comenzaba a alejarse de la sordidez de la lidia y por la que hab¨ªa que apostar. Era la Espa?a de la inteligencia clara y de la higiene personal, del regenacionismo social y de la salud p¨²blica, del deporte y del amor a la naturaleza, un esp¨ªritu nuevo frente al cual la corrida de toros, en el matadero mud¨¦jar de las Ventas o en las brutales capeas de los pueblos, era la agria met¨¢fora de nuestro atraso pol¨ªtico y cultural. Hoy nuestros campeones mundiales de motociclismo, de f¨®rmula I, de tenis, de golf, de baloncesto, de vela, de atletismo que izan la bandera nacional en los podios, a los que se unen los cient¨ªficos espa?oles que son jefes de equipo en laboratorios y universidades extranjeras constituyen la patria con que la gente del diario El Sol en los a?os veinte so?aba, un pa¨ªs sin puyazos ni estocadas.
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